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de diciembre de 2015 - II DOMINGO DE ADVIENTO – Ciclo C
Baruc 5,1-9
Jerusalén, despójate de tu vestido de
luto y aflicción y viste las
galas
perpetuas de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la
justicia
de Dios y ponte a la cabeza la diadema de la gloria perpetua, porque
Dios
mostrará tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo.
Dios te dará un nombre para siempre:
"Paz en la justicia, Gloria en la
piedad".
"Ponte en pie, Jerusalén, sube a la
altura, mira hacia el oriente y
contempla
a tus hijos, reunidos de oriente a occidente, a la voz del
Espíritu,
gozosos, porque Dios se acuerda de ti.
A pie se marcharon, conducidos por el enemigo,
pero Dios te los traerá
con
gloria, como llevados en carroza real.
Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados, a todas
las
colinas
encumbradas, ha mandado que se llenen los barrancos hasta allanar el
suelo,
para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios;
ha
mandado al bosque y a los árboles fragantes hacer sombra a Israel.
Porque Dios guiará a Israel entre
fiestas, a la luz de su gloria, con
su
justicia y su misericordia.
Filipenses 1,4-6.8-11
Hermanos :
Siempre rezo por vosotros, lo hago con
gran alegría.
Porque habéis sido colaboradores míos en
la obra del evangelio, desde
el
primer día hasta hoy
Esta es nuestra confianza: que el que ha
inaugurado entre vosotros una
empresa
buena, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús.
Testigo me es Dios de lo entrañablemente
que os quiero, en Cristo
Jesús.
Y esta es mi oración: que vuestra
comunidad de amor siga creciendo más
y
más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al día de Cristo limpios e
irreprochables, cargados de
frutos
de justicia, por medio de Cristo Jesús, gloria y alabanza de Dios.
Lucas 3,1-6
En el año quince del reinado del
emperador Tiberio, siendo Poncio
Pilato
gobernador de Judea, y Herodes virrey de
Galilea, y su hermano Felipe
virrey
de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abiline, bajo el sumo
sacerdocio
de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de
Zacarías,
en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán,
predicando un bautismo de
conversión
para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los
oráculos
del Profeta Isaías:
" Una voz grita en el desierto
preparad el camino del Señor, allanad
sus
senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo
torcido
se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de
Dios
"
Comentario
"Una voz grita en el desierto"
San Lucas ofrece al principio del capítulo
tercero de su evangelio, con
tono
solemne, el marco cronológico y geográfico de la predicación de Juan
Bautista
y por consiguiente de la de Jesús.
La ambientación histórica y geográfica
pone de manifiesto que todo el
mundo
es teatro de la revelación de Dios y de su salvación: "todo hombre verá
la
salvación de Dios". Pero esa salvación de Dios se realiza por medio de
hombres
concretos, por eso Lucas sincroniza la historia humana y la historia
de
la salvación.
Y después de haber dado los nombres,
clave para situar el evento en el
espacio
y en el tiempo, después de haber mencionado a los personajes por su
función
o su prestigio pueden servir como punto de referencia a una época,
Lucas,
con fina ironía, dice que el mensaje de Dios llegó a Juan, hijo de
Zacarías,
en el desierto.
Venir sobre uno la Palabra de Dios es la expresión
típica de la Biblia
para
indicar la vocación profética. En los libros proféticos del A.T. la
encontramos
frecuentemente. La Palabra de Dios viene sobre Juan para que sea
la
voz de Aquél que vendrá detrás de él, el Mesías. Y Juan desarrolla su
misión
en el desierto.
El desierto tiene un significado geográfico
inmediato: la región
meridional
de Judea. Pero más allá de este sentido, el desierto recuerda el
tiempo
del Éxodo, la gran experiencia del pueblo de Israel.
Para Israel el desierto es el tiempo de
la llamada de Dios a ser su
pueblo,
a reconocerlo como Salvador y Señor. El desierto es el tiempo en el
que
Dios educa a su pueblo. Israel debe renunciar a todo otro plan para
ponerse
en manos de Dios con docilidad. Es el momento en que Israel toma
conciencia
de ser comunidad y de que debe estar abierto a todos sus miembros,
sobre
todo a los más débiles. El desierto es, sobre todo, el momento de la
alianza
entre Dios y su pueblo. Pero el desierto es también el lugar de la
prueba,
de la tentación y de la privación.
El desierto fue un tiempo de gracia para
Israel. Los acontecimientos
del
desierto serán para él el punto de referencia para interpretar toda la
historia
posterior. Cuando Israel tenga que rehacerse como pueblo de Dios,
tendrá
que volver al desierto. "La llevaré‚ al desierto y le hablaré al
corazón"
Os 2,16.
Jesús también hizo la experiencia del
desierto, lugar de soledad y
privación
para vivir en total intimidad con el Padre nutriéndose sólo de la
Palabra
de Dios.
La experiencia de Juan y, sobre todo, la de Jesús , que personaliza
toda
la
experiencia de Israel, nos dan a entender la preeminencia de la Palabra
de
Dios como momento inicial y determinante del encuentro entre Dios y el
hombre.
El "desierto” de Nazaret
En la página anterior a la que hemos leído
hoy, san Lucas dice que
"Jesús
bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad".
Los largos años pasados por Jesús con María
y José en Nazaret son
también
un tiempo prolongado de desierto. Durante ellos la Sagrada Familia
no
sólo repitió el éxodo de "subir de Egipto" como Israel en sentido
material,
fue además como para el pueblo elegido un tiempo de gracia, de
maduración,
de crecimiento.
En Nazaret, como en el desierto, nada
aparece. La monotonía de una vida
de
aldea de entonces puede recordar la extensión inmensa del desierto. Pero
no
se trata de un lugar vacío, porque lo llena la Palabra de Dios. En
Nazaret,
como en el desierto, la Palabra de Dios toma más cuerpo, se hace más
tangible,
lo ocupa todo. Uno se familiariza con la Palabra de Dios, se
acostumbra
a distinguir su acento.
Nazaret es el lugar de la fe que dura en
el tiempo. No la fe de las
grandes
ocasiones, sino la fe que dura todos los días. Israel proclamó con
fuerza
su fe ante el Sinaí, pero la monotonía del desierto se hizo agobiante,
murmuró
contra el Señor y contra Moisés. En Nazaret la fe aguanta la prueba
del
tiempo. Es más, María y José fueron creciendo en la fe a medida que Jesús
crecía
en sabiduría, en edad y en gracia. La afirmación del Vaticano II sobre
María
puede sin duda también aplicarse a José: "la Bienaventurada Virgen
avanzó
en la peregrinación de la fe" LOG. 58.
Hemos visto que el desierto fue para
Israel el tiempo de su
constitución
y consolidación como pueblo de Dios. Para Jesús la larga
experiencia
de Nazaret es el tiempo de la consolidación de su dimensión
humana.
El, siendo Dios, "aprendió" en Nazaret a ser hombre. Las realidades
importantes
maduran poco a poco, con el tiempo. La realidad de la encarnación
tuvo
necesidad del tiempo de Nazaret para consolidarse, para asumir toda su
dimensión
humana.
En el reducido núcleo de la familia de
Nazaret apunta ya la realidad
del
nuevo pueblo que sale de Egipto, que avanza por el desierto de este
mundo,
que va en busca de la tierra prometida. Es el pueblo que tiene a
Cristo
en el centro y basa su cohesión en compartir la misma fe.
También ahora
Los profetas supieron en su momento volver
los ojos a la experiencia
fundamental
de Israel en el desierto para interpretar la situación que les
tocó
vivir. En el momento del exilio de Babilonia supieron ver un nuevo
éxodo,
más importante y sugestivo que el de Egipto. A sus ojos el desierto
por
el que pasa el pueblo se convierte en un jardín, la tierra de Judá será
regenerada
y Jerusalén llegará a ser una gran ciudad, madre de una multitud
de
hijos. Su mirada entrevée‚ ya la liberación total de los tiempos mesiánicos.
Los profetas nos ayudan así a arrancar la
categoría "desierto" a un
espacio
y tiempo limitados para convertirla en una categoría clave que nos
ayuda
a interpretar las situaciones individuales y colectivas que representan
el
paso de una situación a otra a través de un camino de liberación.
Saber discernir y vivir con lucidez esos
momentos es importantísimo
para
poder madurar como grupo y como personas.
San Juan de la Cruz subrayó con maestría
la importancia de lo que él
llamó
"noche oscura" en el proceso de crecimiento espiritual de las
personas.
Es
el momento de la purificación de la fe y de la transformación. Es
un
momento
de experiencias desconcertantes y al mismo tiempo el gran momento de
la
acción de Dios. Son fases de la vida espiritual que tienen mucho que ver
con
la experiencia de desierto.
El Concilio Vaticano II ha definido la época
en que nos encontramos con
estas
palabras: "El género humano se halla hoy en un período nuevo de la
historia,
caracterizado por cambios profundos y acelerados, que
progresivamente
se extienden al mundo entero" G.S. 4. Para algunos autores
nos
encontramos hoy en una "noche oscura colectiva".
Quien desea vivir hoy como cristiano
inspirándose en la vida de
Nazaret,
encuentra allí una luz y un estímulo para caminar en estas
situaciones
de "desierto".
Vivir el desierto de Nazaret hoy es acompañar
a la Iglesia peregrina
en
el mundo hacia la nueva tierra y los nuevos cielos. Es compartir desde
ella
la suerte del mundo. "La Iglesia, entidad social-visible y comunidad
espiritual,
avanza juntamente con toda la humanidad, experimenta la suerte
terrena
del mundo, y su razón de ser es de actuar como fermento y como alma
de
la sociedad que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de
Dios"
G.S. 40.
Quien vive en el desierto de Nazaret sabe
que Dios actúa, que es
Salvador,
aunque no aparezca. Sabe que está presente aunque no se muestre
como
tal. Sabe tener paciencia y construir el reino de Dios, aunque sea poco
a
poco y con ladrillos pequeños. Sabe fiarse de la Palabra y dejar que vaya
tomando
cuerpo en su vida. Sabe, finalmente, prolongar la espera hasta el día
que
el Padre disponga que hay que salir a anunciar el mensaje de salvación
a
todos los hombres.
TB.hsf
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