sábado, 19 de marzo de 2016

Ciclo C - Domingo de Ramos

20 de marzo de 2016 - DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑOR
Ciclo C

                    "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos"

Isaías 5,4-7

      Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
      Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
      El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me
he echado atrás.
      Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban
mi barba.
      No oculté el rostro a insultos y salivazos.
      Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso endurecí el
rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.

Filipenses 2,6-11

      Cristo, a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
      Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse
incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
      Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre -sobre-
todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el
Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y toda lengua proclame: "¡Jesucristo es
Señor!" para gloria de Dios Padre.

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas, 22,14-23,56.

Comentario

      Todo el Evangelio de Lucas está transido de la tensión de Jesús, que
con mirada fija en la meta avanza hacia Jerusalén.
      La procesión de los ramos, imagen de la Iglesia que marcha y que aclama
a su Señor, está animada por este dinamismo de caminar hacia Jerusalén. "Y,
dicho esto, Jesús echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén"
Lc 9,20.
      Jerusalén es el lugar destinado por el Padre para que Jesús cumpla
definitivamente su misión de revelar el amor de Dios y de redimir al hombre.
En Jerusalén Jesús realiza plenamente el evangelio (buena noticia) del don
misericordioso de Dios al hombre. Y de Jerusalén saldrá la Palabra de Dios
para extenderse por todo el mundo, como el mismo Lucas narra en los Hechos
de los Apóstoles.
      La narración de la pasión nos coloca delante del momento supremo del
misterio de Cristo, que sella toda su trayectoria humana y lo abre a la
resurrección. La figura del Maestro aparece en su plenitud. Llama al
discípulo a seguirlo por el camino de la cruz, de la conversión, del perdón
y de la total confianza en el Padre.
      Al oír el relato de la pasión cada uno de nosotros es interpelado y se
ve obligado a tomar una postura ante el Señor que camina hacia el Calvario
con Simón cireneo, con las mujeres de Jerusalén, con los jefes del pueblo,
con los soldados o con uno de los dos ladrones. La narración se abre con la
institución de la Eucaristía y, en sintonía con el Jesús que entrega su
cuerpo y su sangre por nosotros, los discípulos son invitados a "hacer lo
mismo" en memoria suya.
      El anuncio de la traición de Judas y de la negación de Pedro preparan
la hora del combate supremo de Jesús que comienza en el jardín de los olivos,
se continúa ante el Sanedrín, ante Pilato y ante Herodes y culmina en la
cruz. La narración litúrgica nos deja en compañía de José‚ de Arimetea y las
piadosas mujeres que habían seguido a Jesús desde la Galilea.
      El evangelista presenta la pasión y muerte de Jesús como cumplimiento
de la voluntad de Dios y como entrega libre por parte de Jesús, pero también
como un hecho histórico resultado de la postura de Jesús ante las autoridades
religiosas y civiles, de las maquinaciones de los miembros del Sanedrín, de
la traición de Judas. Llegamos a penetrar en el misterio sólo si a través de
las causas humanas que llevaron a tan trágico desenlace, descubrimos con la
fe la trascendencia del gesto de Jesús que se entrega por nuestros pecados
y si aprendemos a llevar con Él y como Él nuestra cruz de cada día.
      Ante Cristo que muere en la cruz, sobran todas las palabras, porque en
ninguna de ellas cabe todo el significado de lo que allí se vivió. Es mejor
ponerse de rodillas, contemplar en silencio hasta dejarse traspasar por el
misterio y adentrarse en lo que Jesús experimentó hasta que el Espíritu Santo
nos lleve a "tener la misma actitud del Mesías Jesús" Fil 2,5.

El Nazareno

      El calificativo que sirvió a Pilato para identificar al condenado a
muerte aquel día y que mandó clavar en su cruz nos da pie para volver al
tiempo que hizo posible llamarlo así. En efecto, Jesús, colgado de la cruz
es "el nazareno".
      Como ha escrito un autor, Belén es la patria teológica de Jesús, Na-
zaret es la patria histórica y geográfica. En Belén nació "para que se cum-
pliera lo anunciado por los profetas" Mt 2,6. Nazaret, pueblo ignorado por
el Antiguo Testamento, es el lugar donde se crió, donde se fue gestando con
su denominación de "Nazareno" el misterio que hizo posible que se lo
llamaran así en el momento de su entrega suprema en la cruz.
      Sólo después de la resurrección puede darse una interpretación exacta
de lo que significó la muerte de Jesús en la cruz. El mismo Jesús resucitado
se esforzó por hacérselo comprender a los dos de Emaús: "¡Qué torpes sois y
qué lentos para creer lo que anunciaron los profetas!”, ¨¿No tenía el Mesías que
padecer todo eso para entrar en su gloria?" Lc 24,25-26. Y sólo desde esa
misma perspectiva puede entenderse la luz que el misterio de la cruz arroja
sobre Nazaret.
      El Jesús que un día sería crucificado vive en la humildad de Nazaret.
Aunque los evangelios con su silencio sobre los años de Nazaret nos lleven
instintivamente a dar un salto en el vacío y ver de pronto al Jesús adulto
que anuncia la llegada del reino, la realidad no pudo ser así: la vida avanza
poco a poco.
      Los planteamientos que llevaron a Jesús al sacrificio de la cruz no
pudieron improvisarse. Los evangelios, escritos desde una comunidad que cree
en Jesús resucitado y que ha encontrado ya una explicación a su muerte
redentora, dan algunos detalles sobre los primeros años de la vida de Jesús
que conectan directamente con el misterio de la cruz y ayudan a entenderlos
en todo su profundo significado.
      "Este está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten. Ser 
una bandera discutida, mientras que a ti una espada te traspasar  el corazón,
así quedará  patente lo que todos piensan" Lc 2,35. "Levántate, toma al niño
y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta nuevo aviso, porque Herodes
va a buscar el niño para matarlo" Mt 2,13. "Levántate, toma el niño y a su
Madre y vuelve a Israel; ya han muerto lo que intentaban acabar con el
niño... Fue a establecerse en un pueblo que llaman Nazaret" Mt 2,23 "Mira con
qué angustia te buscábamos tu padre y yo" Lc 2,48.
      La persecución interesada de los poderosos, la no aceptación por parte
de los suyos, su condición de profeta discutido, su total sumisión a la
voluntad del Padre, su misteriosa vinculación con Jerusalén y su templo, su
condición de Mesías libertador del pueblo, son otros tantos aspectos ya pre-
sentes germinalmente en el comienzo de su vida y con el tiempo se con-
vertirían en la trama misma de su muerte en cruz.

Nuestra cruz

      No se puede ser cristiano en plenitud sin asimilar en nuestra vida la
dimensión de dolor, de fracaso, de soledad, de muerte que todo vivir lleva
consigo. Cristiano es sólo quien vive, como el Nazareno, en actitud de entre-
ga permanente de la vida en favor de los demás.
      ¿Cómo vivir hoy el misterio de la cruz en una comunidad que se inspira
en Nazaret para trazar su estilo de vida?.
      Vive el misterio de la cruz:
      - La comunidad donde es posible el perdón: reconciliación con Dios y
      perdón mutuo entre los hermanos.
      - La comunidad donde se asume el mal, el pecado, lo negativo, donde se
      cuenta con ello.
      - La comunidad atenta a la debilidad y limitación de sus miembros.
      - La comunidad que se sabe y se acepta pecadora, no sólo en sus miem-
      bros tomados individualmente sino ella misma en su conjunto.
      - La comunidad que acepta la enfermedad, el fracaso, el desengaño de
      alguno de sus miembros y sabe integrarlo en su vida. 
      - La comunidad que se siente débil y a veces impotente ante la obra
      apostólica que tiene confiada
      - La comunidad donde cada miembro está dispuesto a sacrificarse por los
      demás, a dar su tiempo, sus cualidades, su vida misma.
      - La comunidad donde se vive el radicalismo evangélico con serenidad
      y gozo.
      - La comunidad que se siente fracasada en su anhelo de construir la
      fraternidad y no pierde aún la esperanza de conseguirlo.
      - La comunidad que se siente acosada por un ambiente hostil y lucha por
      mantener su identidad y por ser luz y fermento en la masa. 
      - Una comunidad así está compartiendo con Jesús el misterio de su
      muerte redentora.     
      Una comunidad así está reproduciendo el ideal de Nazaret, donde tampoco
todo fue fácil, donde hubo sufrimiento y angustia, huida del perseguido,
obediencia y pobreza, aceptación del dolor y de la muerte, trabajo y donación
total al otro. El misterio de la cruz, visto desde Nazaret, nos enseña hoy
a vivir como hermanos.

Teodoro Berzal.hsf

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