20
de marzo de 2016 - DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑOR
Ciclo
C
"Jesús Nazareno, Rey
de los Judíos"
Isaías
5,4-7
Mi Señor me ha dado una lengua de
iniciado, para saber decir al abatido
una
palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que
escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo
no me he rebelado ni me
he
echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que mesaban
mi
barba.
No oculté el rostro a insultos y
salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba
confundido; por eso endurecí el
rostro
como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
Filipenses
2,6-11
Cristo, a pesar de su condición divina no
hizo alarde de su categoría
de
Dios; al contrario se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo,
pasando
por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre
cualquiera, se rebajó hasta someterse
incluso
a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió
el "Nombre -sobre-
todo-nombre";
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el
Cielo,
en la Tierra, en el Abismo-, y toda lengua proclame: "¡Jesucristo es
Señor!"
para gloria de Dios Padre.
Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas, 22,14-23,56.
Comentario
Todo el Evangelio de Lucas está transido
de la tensión de Jesús, que
con
mirada fija en la meta avanza hacia Jerusalén.
La procesión de los ramos, imagen de la
Iglesia que marcha y que aclama
a
su Señor, está animada por este dinamismo de caminar hacia Jerusalén. "Y,
dicho
esto, Jesús echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén"
Lc
9,20.
Jerusalén es el lugar destinado por el
Padre para que Jesús cumpla
definitivamente
su misión de revelar el amor de Dios y de redimir al hombre.
En
Jerusalén Jesús realiza plenamente el evangelio (buena noticia) del don
misericordioso
de Dios al hombre. Y de Jerusalén saldrá la Palabra de Dios
para
extenderse por todo el mundo, como el mismo Lucas narra en los Hechos
de
los Apóstoles.
La narración de la pasión nos coloca
delante del momento supremo del
misterio
de Cristo, que sella toda su trayectoria humana y lo abre a la
resurrección.
La figura del Maestro aparece en su plenitud. Llama al
discípulo
a seguirlo por el camino de la cruz, de la conversión, del perdón
y
de la total confianza en el Padre.
Al oír el relato de la pasión cada uno de
nosotros es interpelado y se
ve
obligado a tomar una postura ante el Señor que camina hacia el Calvario
con
Simón cireneo, con las mujeres de Jerusalén, con los jefes del pueblo,
con
los soldados o con uno de los dos ladrones. La narración se abre con la
institución
de la Eucaristía y, en sintonía con el Jesús que entrega su
cuerpo
y su sangre por nosotros, los discípulos son invitados a "hacer lo
mismo"
en memoria suya.
El anuncio de la traición de Judas y de
la negación de Pedro preparan
la
hora del combate supremo de Jesús que comienza en el jardín de los olivos,
se
continúa ante el Sanedrín, ante Pilato y ante Herodes y culmina en la
cruz.
La narración litúrgica nos deja en compañía de José‚ de Arimetea y las
piadosas
mujeres que habían seguido a Jesús desde la Galilea.
El evangelista presenta la pasión y
muerte de Jesús como cumplimiento
de
la voluntad de Dios y como entrega libre por parte de Jesús, pero también
como
un hecho histórico resultado de la postura de Jesús ante las autoridades
religiosas
y civiles, de las maquinaciones de los miembros del Sanedrín, de
la
traición de Judas. Llegamos a penetrar en el misterio sólo si a través de
las
causas humanas que llevaron a tan trágico desenlace, descubrimos con la
fe
la trascendencia del gesto de Jesús que se entrega por nuestros pecados
y
si aprendemos a llevar con Él y como Él nuestra cruz de cada día.
Ante Cristo que muere en la cruz, sobran
todas las palabras, porque en
ninguna
de ellas cabe todo el significado de lo que allí se vivió. Es mejor
ponerse
de rodillas, contemplar en silencio hasta dejarse traspasar por el
misterio
y adentrarse en lo que Jesús experimentó hasta que el Espíritu Santo
nos
lleve a "tener la misma actitud del Mesías Jesús" Fil 2,5.
El Nazareno
El calificativo que sirvió a Pilato para
identificar al condenado a
muerte
aquel día y que mandó clavar en su cruz nos da pie para volver al
tiempo
que hizo posible llamarlo así. En efecto, Jesús, colgado de la cruz
es
"el nazareno".
Como ha escrito un autor, Belén es la
patria teológica de Jesús, Na-
zaret
es la patria histórica y geográfica. En Belén nació "para que se cum-
pliera
lo anunciado por los profetas" Mt 2,6. Nazaret, pueblo ignorado por
el
Antiguo Testamento, es el lugar donde se crió, donde se fue gestando con
su
denominación de "Nazareno" el misterio que hizo posible que se lo
llamaran
así en el momento de su entrega suprema en la cruz.
Sólo después de la resurrección puede
darse una interpretación exacta
de
lo que significó la muerte de Jesús en la cruz. El mismo Jesús resucitado
se
esforzó por hacérselo comprender a los dos de Emaús: "¡Qué torpes sois y
qué
lentos para creer lo que anunciaron los profetas!”, ¨¿No tenía el Mesías que
padecer
todo eso para entrar en su gloria?" Lc 24,25-26. Y sólo desde esa
misma
perspectiva puede entenderse la luz que el misterio de la cruz arroja
sobre
Nazaret.
El Jesús que un día sería crucificado
vive en la humildad de Nazaret.
Aunque
los evangelios con su silencio sobre los años de Nazaret nos lleven
instintivamente
a dar un salto en el vacío y ver de pronto al Jesús adulto
que
anuncia la llegada del reino, la realidad no pudo ser así: la vida avanza
poco
a poco.
Los planteamientos que llevaron a Jesús
al sacrificio de la cruz no
pudieron
improvisarse. Los evangelios, escritos desde una comunidad que cree
en
Jesús resucitado y que ha encontrado ya una explicación a su muerte
redentora,
dan algunos detalles sobre los primeros años de la vida de Jesús
que
conectan directamente con el misterio de la cruz y ayudan a entenderlos
en
todo su profundo significado.
"Este está puesto para que todos en
Israel caigan o se levanten. Ser
una
bandera discutida, mientras que a ti una espada te traspasar el corazón,
así
quedará patente lo que todos piensan" Lc 2,35. "Levántate, toma
al niño
y
a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta nuevo aviso, porque Herodes
va
a buscar el niño para matarlo" Mt 2,13. "Levántate, toma el niño y a
su
Madre
y vuelve a Israel; ya han muerto lo que intentaban acabar con el
niño...
Fue a establecerse en un pueblo que llaman Nazaret" Mt 2,23 "Mira con
qué
angustia te buscábamos tu padre y yo" Lc 2,48.
La persecución interesada de los
poderosos, la no aceptación por parte
de
los suyos, su condición de profeta discutido, su total sumisión a la
voluntad
del Padre, su misteriosa vinculación con Jerusalén y su templo, su
condición
de Mesías libertador del pueblo, son otros tantos aspectos ya pre-
sentes
germinalmente en el comienzo de su vida y con el tiempo se con-
vertirían
en la trama misma de su muerte en cruz.
Nuestra cruz
No se puede ser cristiano en plenitud sin
asimilar en nuestra vida la
dimensión
de dolor, de fracaso, de soledad, de muerte que todo vivir lleva
consigo.
Cristiano es sólo quien vive, como el Nazareno, en actitud de entre-
ga
permanente de la vida en favor de los demás.
¿Cómo vivir hoy el misterio de la cruz en
una comunidad que se inspira
en
Nazaret para trazar su estilo de vida?.
Vive el misterio de la cruz:
- La comunidad donde es posible el perdón:
reconciliación con Dios y
perdón mutuo entre los hermanos.
- La comunidad donde se asume el mal, el
pecado, lo negativo, donde se
cuenta con ello.
- La comunidad atenta a la debilidad y limitación
de sus miembros.
- La comunidad que se sabe y se acepta
pecadora, no sólo en sus miem-
bros tomados individualmente sino ella misma en su conjunto.
- La comunidad que acepta la enfermedad,
el fracaso, el desengaño de
alguno de sus miembros y sabe integrarlo
en su vida.
- La comunidad que se siente débil y a
veces impotente ante la obra
apostólica que tiene confiada
- La comunidad donde cada miembro está
dispuesto a sacrificarse por los
demás, a dar su tiempo, sus cualidades,
su vida misma.
- La comunidad donde se vive el
radicalismo evangélico con serenidad
y gozo.
- La comunidad que se siente fracasada en
su anhelo de construir la
fraternidad y no pierde aún la esperanza
de conseguirlo.
- La comunidad que se siente acosada por
un ambiente hostil y lucha por
mantener su identidad y por ser luz y
fermento en la masa.
- Una comunidad así está compartiendo con
Jesús el misterio de su
muerte redentora.
Una comunidad así está reproduciendo el
ideal de Nazaret, donde tampoco
todo
fue fácil, donde hubo sufrimiento y angustia, huida del perseguido,
obediencia
y pobreza, aceptación del dolor y de la muerte, trabajo y donación
total
al otro. El misterio de la cruz, visto desde Nazaret, nos enseña hoy
a
vivir como hermanos.
Teodoro Berzal.hsf
No hay comentarios:
Publicar un comentario