sábado, 21 de mayo de 2016

Ciclo C - Santísima Trinidad

22 de mayo de 2016 - SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD - Ciclo C

       "El Espíritu de la verdad os irá guiando en la verdad toda".

Proverbios 8,22-31

      Esto dice la Sabiduría de Dios: El Señor me estableció al principio de
sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un principio remotísimo
fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui
engendrada, antes de los manantiales de las aguas.
      Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui en-
gendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones
del orbe.
      Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda
sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura y fijaba las
fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, y las aguas no traspasaban
sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a
Él, como aprendiz; yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su
presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hom-
bres.

Romanos 5,1-5

      Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en
paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido
con la fe el acceso a esta gracia en que estamos, y nos gloriamos apoyados en
la esperanza de la gloria de los hijos de Dios. Más aún hasta nos gloriamos
en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia; la
constancia, virtud probada; la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones en el Espíritu
Santo que se nos ha dado.

Juan 16,12-15

      En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
      - Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas
por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la
verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os
comunicará lo que está por venir.
      El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
      Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de
lo mío y os lo anunciará.

Comentario

      En la fiesta de la Santísima Trinidad se lee en la misa una parte de
los discursos de despedida que S. Juan coloca antes de la pasión del Señor.
Jesús predice la situación de los discípulos cuando Él vuelva al Padre y se
produzca la efusión del Espíritu Santo. "Cuando Él venga, el Espíritu de la
verdad, os guiará en la verdad toda". Será, pues, el Espíritu de la verdad
el nuevo maestro-guía de los creyentes en Jesús. "La unción con que Él os
ungió sigue con vosotros y no necesitáis otros maestros" IJn 2,26.
      Pero no se trata de una nueva enseñanza o de una nueva revelación.
Tampoco se trata de una autorevelación por parte del Espíritu Santo, que "no
habla nunca de sí", como dice Santa Teresa.
      Lo que el Espíritu Santo enseña, o mejor, hacia lo que conduce, es lo
que Jesús había enseñado. No se trata, pues, de nuevos contenidos, sino de
asimilación, profundización, vivencia de lo que Jesús enseñó. Y lo que Jesús
enseñó es "todo lo del Padre", es decir, que Dios, es Padre "amó tanto al
mundo que dio a su hijo único para que tengan vida eterna y no perezca
ninguno de los que creen en Él" Jn. 3,16.
      La tradición cristiana ha reflexionado largamente sobre los textos de
la Biblia referentes a la Trinidad. Ha llegado a formulaciones precisas y
exactas que nos hablan de la profundidad de este misterio. Es bueno leer con
calma de vez en cuando algunas de esas formulaciones antiguas forjadas con
tanto empeño y con tanta fe, viendo en ella más que un afán por la precisión,
el amor de una Iglesia que sabe que en ella todo depende de ese misterio de
amor y que ella misma es "una multitud reunida por la unidad del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo" (San Cipriano) (L.G. 4).

La "trinidad de la tierra"

      San Juan Damasceno y otros santos han llamado así a la Sagrada Familia.
      Desde que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, éste lleva den-
tro de sí una vocación a la comunión y al amor. Pero en ningún momento de la
historia se ha realizado tan plenamente esta vocación como en Nazaret cuando
dos personas humanas vivieron en la más estrecha comunión de vida con el Dios
hecho hombre. María y José, entregándose plenamente el uno al otro en
comunión de amor virginal y ofreciéndose ambos enteramente al hijo de Dios
venido a dar la vida por el mundo, son la realización más perfecta en la
tierra de la comunidad de amor que es la Santísima Trinidad.
      Cuando Jesús vino a la tierra, la primera realidad que creó fue una
familia, imagen de la familia divina.
      La familia de Nazaret es la realización más cercana a la comunidad de
comunión que es la Santísima Trinidad. En ambas el valor de la comunión hace
que cada una de las personas tenga (sea) algo que le es propio y al mismo
tiempo está en unidad con las otras. La autodonación al otro no es vacia-
miento sino enriquecimiento de la unidad.
      Como la Trinidad divina, también la de la tierra se abrió a lo que
estaba fuera de su seno, para comunicar la vida que albergaba en sí.
      De este modo la Sagrada Familia, imagen de la Trinidad, es al mismo
tiempo la primera realización de la Iglesia y el modelo de la misma. Como la
Sagrada Familia, toda comunidad cristiana se constituye en comunidad de comu-
nión entorno a Cristo para comunicar al mundo la salvación.

Inhabitación

      En su camino descendente al encuentro del hombre, Dios ha llegado hasta
su interior, hasta lo más profundo del ser del hombre. No se trata ya de la
presencia del creador en la criatura, como la de un artista en su obra, sino
de una presencia personal y viva, íntima y real de las tres divinas personas
en quien ha sido bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo.
      Visto desde fuera, el misterio de la inhabitación de las tres divinas
personas en el bautizado, aparece como algo oscuro, difícil de analizar,
imposible de ser contemplado con claridad. De manera muy distinta se expresan
quienes tienen una experiencia auténtica de vida cristiana. Oigamos, por
ejemplo a Santa Teresa: "Y metida en aquella morada, por visión intelectual,
por cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima
Trinidad, todas tres personas, como una inflamación que primero viene a su
espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas personas
distintas, y por una noticia admirable que se da al alma entiende con
grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber
y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el
alma, podemos decir, por vista" Moradas séptimas cap I,6.
      Para el cristiano vivir este misterio es fundamental: da razón de la
unidad de su persona, del realismo de su oración, del dinamismo de su vida
espiritual, de la dignidad de toda persona.
      Viviendo en Nazaret se aprende que vivir con Dios dentro de uno mismo,
tener a Dios en la propia casa, no sólo es posible, sino el principio y la
razón de toda la vida.

TEODORO BERZAL.hsf


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