22 de mayo de 2016 - SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD - Ciclo C
"El Espíritu de la verdad os irá
guiando en la verdad toda".
Proverbios 8,22-31
Esto dice la
Sabiduría de Dios: El Señor me estableció al principio de
sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un
principio remotísimo
fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los
abismos fui
engendrada, antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no
estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui en-
gendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los
primeros terrones
del orbe.
Cuando colocaba
los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda
sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la
altura y fijaba las
fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, y las
aguas no traspasaban
sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo
estaba junto a
Él, como aprendiz; yo era su encanto cotidiano, todo el
tiempo jugaba en su
presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los
hijos de los hom-
bres.
Romanos 5,1-5
Hermanos: Ya que
hemos recibido la justificación por la fe, estamos en
paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él
hemos obtenido
con la fe el acceso a esta gracia en que estamos, y nos
gloriamos apoyados en
la esperanza de la gloria de los hijos de Dios. Más aún
hasta nos gloriamos
en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce
constancia; la
constancia, virtud probada; la virtud, esperanza, y la
esperanza no defrauda,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones en el Espíritu
Santo que se nos ha dado.
Juan 16,12-15
En aquel tiempo
dijo Jesús a sus discípulos:
- Muchas cosas
me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas
por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os
guiará hasta la
verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo
que oye y os
comunicará lo que está por venir.
El me
glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que
tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de
lo mío y os lo anunciará.
Comentario
En la fiesta de
la Santísima Trinidad se lee en la misa una parte de
los discursos de despedida que S. Juan coloca antes de la
pasión del Señor.
Jesús predice la situación de los discípulos cuando Él
vuelva al Padre y se
produzca la efusión del Espíritu Santo. "Cuando Él
venga, el Espíritu de la
verdad, os guiará en la verdad toda". Será, pues, el
Espíritu de la verdad
el nuevo maestro-guía de los creyentes en Jesús. "La
unción con que Él os
ungió sigue con vosotros y no necesitáis otros
maestros" IJn 2,26.
Pero no se trata
de una nueva enseñanza o de una nueva revelación.
Tampoco se trata de una autorevelación por parte del
Espíritu Santo, que "no
habla nunca de sí", como dice Santa Teresa.
Lo que el
Espíritu Santo enseña, o mejor, hacia lo que conduce, es lo
que Jesús había enseñado. No se trata, pues, de nuevos
contenidos, sino de
asimilación, profundización, vivencia de lo que Jesús
enseñó. Y lo que Jesús
enseñó es "todo lo del Padre", es decir, que Dios,
es Padre "amó tanto al
mundo que dio a su hijo único para que tengan vida eterna y
no perezca
ninguno de los que creen en Él" Jn. 3,16.
La tradición
cristiana ha reflexionado largamente sobre los textos de
la Biblia referentes a la Trinidad. Ha llegado a
formulaciones precisas y
exactas que nos hablan de la profundidad de este misterio.
Es bueno leer con
calma de vez en cuando algunas de esas formulaciones
antiguas forjadas con
tanto empeño y con tanta fe, viendo en ella más que un afán
por la precisión,
el amor de una Iglesia que sabe que en ella todo depende de
ese misterio de
amor y que ella misma es "una multitud reunida por la
unidad del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo" (San Cipriano) (L.G. 4).
La "trinidad de la
tierra"
San Juan
Damasceno y otros santos han llamado así a la Sagrada Familia.
Desde que Dios
creó al hombre a su imagen y semejanza, éste lleva den-
tro de sí una vocación a la comunión y al amor. Pero en
ningún momento de la
historia se ha realizado tan plenamente esta vocación como
en Nazaret cuando
dos personas humanas vivieron en la más estrecha comunión de
vida con el Dios
hecho hombre. María y José, entregándose plenamente el uno
al otro en
comunión de amor virginal y ofreciéndose ambos enteramente
al hijo de Dios
venido a dar la vida por el mundo, son la realización más
perfecta en la
tierra de la comunidad de amor que es la Santísima Trinidad.
Cuando Jesús
vino a la tierra, la primera realidad que creó fue una
familia, imagen de la familia divina.
La familia de
Nazaret es la realización más cercana a la comunidad de
comunión que es la Santísima Trinidad. En ambas el valor de
la comunión hace
que cada una de las personas tenga (sea) algo que le es
propio y al mismo
tiempo está en unidad con las otras. La autodonación al otro
no es vacia-
miento sino enriquecimiento de la unidad.
Como la Trinidad
divina, también la de la tierra se abrió a lo que
estaba fuera de su seno, para comunicar la vida que
albergaba en sí.
De este modo la
Sagrada Familia, imagen de la Trinidad, es al mismo
tiempo la primera realización de la Iglesia y el modelo de
la misma. Como la
Sagrada Familia, toda comunidad cristiana se constituye en
comunidad de comu-
nión entorno a Cristo para comunicar al mundo la salvación.
Inhabitación
En su camino
descendente al encuentro del hombre, Dios ha llegado hasta
su interior, hasta lo más profundo del ser del hombre. No se
trata ya de la
presencia del creador en la criatura, como la de un artista
en su obra, sino
de una presencia personal y viva, íntima y real de las tres
divinas personas
en quien ha sido bautizado en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu
Santo.
Visto desde
fuera, el misterio de la inhabitación de las tres divinas
personas en el bautizado, aparece como algo oscuro, difícil
de analizar,
imposible de ser contemplado con claridad. De manera muy
distinta se expresan
quienes tienen una experiencia auténtica de vida cristiana.
Oigamos, por
ejemplo a Santa Teresa: "Y metida en aquella morada,
por visión intelectual,
por cierta manera de representación de la verdad, se le
muestra la Santísima
Trinidad, todas tres personas, como una inflamación que
primero viene a su
espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y
estas personas
distintas, y por una noticia admirable que se da al alma
entiende con
grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un
poder y un saber
y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo
entiende el
alma, podemos decir, por vista" Moradas séptimas cap
I,6.
Para el
cristiano vivir este misterio es fundamental: da razón de la
unidad de su persona, del realismo de su oración, del
dinamismo de su vida
espiritual, de la dignidad de toda persona.
Viviendo en
Nazaret se aprende que vivir con Dios dentro de uno mismo,
tener a Dios en la propia casa, no sólo es posible, sino el
principio y la
razón de toda la vida.
TEODORO BERZAL.hsf
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