sábado, 28 de mayo de 2016

Ciclo C - Santísimo Cuerpo y Sangre

29 de mayo de 2016 – TO - EL SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO - Ciclo C

                        "Dadles de comer vosotros"

Génesis 14,18-20

      En aquellos días, Melquisedec, rey de Salem, ofreció pan y vino. Era
sacerdote del Dios Altísimo. Y bendijo a Abrahán diciendo: "Bendito sea
Abrahán de parte del Dios Altísimo, que creó el cielo y la tierra. Y bendito
sea el Dios Altísimo, que ha entregado tus enemigos a tus manos".
      Y Abrahán le dio el diezmo de todo.

Corintios 11,23-26

      Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a
mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a
entregarlo, tomó un pan, y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y
dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria
mía". Lo mismo hizo con la copa después de cenar, diciendo: "Esta copa es la
nueva alianza sellada con mi sangre; Haced esto cada vez que bebáis, en
memoria mía". Por eso, cada vez que comáis de este pan y bebáis la copa, pro-
clamáis la muerte del Señor hasta que vuelva.

Lucas 9,11b-17

      En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios,
y curó a los que lo necesitaban.
      Caía la tarde y los Doce se le acercaron para decirle:
      - Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor
a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.
      El les contestó:
      - Dadles vosotros de comer.
      Ellos le replicaron:
      - No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a
comprar de comer para todo este gentío. (Porque eran unos cinco mil hombres).
      Jesús dijo a sus discípulos:
      - Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
      Lo hicieron así y todos se echaron.
      El, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo,
pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos
Para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y
Recogieron las sobras: doce cestos.

Comentario

      El evangelio de hoy leído en la Iglesia a la luz del misterio pascual
adquiere todo su significado eucarístico.
      Los gestos, los hechos, las palabras de Jesús, de sus apóstoles, de la
gente, vistos en la perspectiva del gran gesto de entrega de Jesús en la
última cena y ratificado en la cruz, tienen toda la fuerza de una profecía
y nos descubre horizontes ilimitados en nuestras celebraciones eucarísticas.
      Jesús habla en primer lugar del reino de Dios a la multitud que lo
sigue y luego cura a los que lo necesitan. Es ya el anuncio de un misterio
más amplio que se desarrollará  en la Iglesia a lo largo de todos los tiempos
a través de la predicación y de los sacramentos y sobre todo a través de la
eucaristía, palabra hecha carne y fármaco de inmortalidad.
      Jesús da el pan a la multitud hambrienta mediante el ministerio de los
apóstoles, sus íntimos colaboradores.
      El pan dado, repartido, comido cada día es el símbolo de la fidelidad
de Dios y de la fidelidad a Dios. El pan, junto con el vino, también cargado
de significado humano, es el signo de otra donación más profunda e íntima que
Cristo se dispone a hacer. "Yo soy el pan de la vida. El que se acerca a mí
no pasará hambre y el que tiene fe en mí no tendrá nunca sed" Jn 6,35. La
autodonación total de Jesús en la última cena y en la cruz está maravillo-
samente simbolizada en esa entrega generosa y abundante del pan a la multitud
hambrienta. Es el gesto típico de Jesús, el que lo define con un solo trazo.
Jesús es, ante todo el que se da.

Eucaristía y Nazaret

      Nazaret nos descubre el aspecto de encarnación que tiene la eucaristía.
El pan de Dios bajado del cielo para dar la vida al mundo se coció en Naza-
ret.
      "El Verbo se hizo carne" Jn 1,14. De esta forma el Hijo de Dios asumió
la debilidad, impotencia y precariedad del hombre. Al tomar sobre sí el "ser
carnal del hombre" se ha hecho solidario de la humanidad entera. "Ahora el
Verbo forma parte del mundo sensible, limitado, localizado. Habiendo querido
nacer, crecer, morir, participa de la realidad humana sin medias tintas y se
ve implicado en el torbellino de nuestra misma historia" (H. SCHILIER, Le
temps de l'Eglise, París 1961).
      El Verbo hecho carne que habitó entre nosotros es el lugar de la pre-
sencia de Dios y su suprema manifestación. La carne de Jesús es el lugar de
la manifestación de Dios, es la tienda de Dios entre nosotros, pero también
el medio a través del cual aparece su gloria, es decir, su amor salvador. En
la carne de Jesús resplandece la luz del Padre.
      Participar en la eucaristía es participar en el misterio de la carne
del Señor, "vivificado por el Espíritu", y establecer con Dios los mismos
lazos de amor que existen entre el Padre y el Hijo. "Pues sí, os aseguro que
si no coméis la carne y no bebéis la sangre de este Hombre no tendréis vida
en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo
resucitaré en el último día, porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida" Jn 6,53-56.
      Pero la "carne" es no sólo el cuerpo, sino todo el ser humano de Jesús
que se fue formando en Nazaret, es su humanidad hecha de carne y de sangre
y de los demás componentes que forman el ser del hombre. La carne de Jesús
es una carne entregada, sacrificada en la cruz y en el sacramento de la
eucaristía que actualiza aquel momento supremo y todos los otros en que el
hombre Jesús fue formándose.

Comer el pan

      Comer el pan eucarístico es entrar en comunión con Cristo que se hizo
carne para redimir al hombre y que se hace pan para dar la vida al mundo.
      Participar en la eucaristía es meterse en la dinámica encarnatoria de
Cristo. El sentido pleno de comer el pan de la eucaristía es hacernos pan
entregado también nosotros.
      En Nazaret aprendemos cuánto cuesta hacerse pan para los demás. A pri-
mera vista podría parecer sencillo y hasta fácil participar en la eucaristía.
Los largos años de la encarnación de Nazaret nos muestran cómo el hacerse pan
entregado para la vida de todos es un proceso prolongado.
      El sacramento nos da la gracia que significa. Es el momento fuerte de
la acción de Dios. Nos pone en la pista y nos da la forma, nos va modelando
la imagen del Cristo que se da. De parte nuestra, la participación en la
eucaristía es un compromiso de vida que nos lleva a dar todo lo nuestro, a
trabajar por los demás, a crear comunión, a hacernos todo de todos, a
entregar nuestro pan.

TEODORO BERZAL.hsf

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