sábado, 4 de junio de 2016

Ciclo C - TO - Domingo X

5 de junio de 2016 - DOMINGO X del T.O. – Ciclo C

Tener “los mismos sentimientos de Jesucristo”

1Re 17, 17-24 - Salmo responsorial: 29 - Gál 1, 11-19 

 Evangelio según San Lucas 7, 11-17 

 En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
 Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo:
 - No llores.
 Se acercó al ataúd (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
 - ¡Muchacho, a ti te digo, levántate!
 El muerto se incorporó y empezó a hablar y Jesús se lo entregó a su madre.
 Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios diciendo:
 - Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.
 La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

EL COMENTARIO DESDE NAZARET  
"Le dio lástima"

La resurrección del hijo de la viuda de Naín nos ha sido transmitida sólo por Lucas, "scriba mansuetudinis Christi".
 El relato dentro de su sencillez nos deja percibir con toda claridad la inmensa bondad y compasión de Jesús. En otros milagros se pone de manifiesto su poder o la fe de quienes piden el milagro, aquí lo que aparece en primer plano es el amor de Jesús, que parece no poder soportar una situación tan dolorosa para la madre viuda.
 El evangelista pone de manifiesto la profunda comprensión y solidaridad de Jesús con una de las facetas más típicas del hombre: el sufrimiento.
 Se podría decir que el milagro, la intervención de Dios en las leyes de la naturaleza, no hace sino elevar a sumo grado el gesto humano de Jesús.
 Así lo entiende la multitud que, al ver la resurrección del joven, exclama: "Un gran profeta ha surgido entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo". En efecto, en Jesús "nos ha visitado la entrañable misericordia de nuestro Dios" Lc 1,69. Esa es la razón de cada uno de los milagros, que son acciones de Dios, y esa es la razón del milagro por excelencia que es la salvación del hombre, acción suprema de Dios.
 Jesús nos ha revelado cómo es Dios con sus actos y con sus palabras. La "lástima" que Jesús experimenta ante el dolor de una viuda y ante el cadáver de un joven, antes de decir nada, antes de operar el milagro, revela el rasgo fundamental de Dios que "se apiada de nosotros", que tiene misericordia, que hace el primer gesto de comprensión y amor hacia el hombre. 

 En Nazaret  

 ¿Dónde aprendió Jesús lo que es el dolor humano? ¿Dónde aprendió a intervenir para remediarlo?
 La Biblia habla repetidas veces de la terrible situación de la mujer que queda viuda y ya en el libro del Exodo se dan normas humanitarias para remediar esa situación: "No explotarás a viudas ni huérfanos, porque si los explotas ellos gritarán a mí, yo los escucharé" Ex 22,21-22.
 Jesús presenciaría más de una vez en Nazaret lo que es un hogar roto por la muerte de un padre o de una madre. Podemos incluso suponer que él mismo vivió su propia familia el drama de la orfandad y de la viudez cuando la muerte de S. José. Cuando Jesús vio a las puertas de Naín a la madre de aquel otro "hijo único", quizás le vino a la mente la imagen de su propia madre.
 Sea como fuere, Jesús aprendió a ser hombre viviendo en Nazaret y uno de los aspectos más delicados y más importantes de la persona humana es su emotividad. También en esta faceta "creció" Jesús en Nazaret. El evangelio de hoy con una sola palabra nos descubre algo de la profundidad de sus sentimientos: "le dio lástima".
 El retiro de Nazaret, la vida oculta, no fue apartamiento de lo humano. Al contrario, era la mejor posibilidad de penetrar en ello sin condicionamientos.

 Ser hombre  

 Viendo hoy a Jesús hacer un milagro porque le dio lástima de la situación de una madre que perdió a su hijo, nos damos cuenta de lo importante que es esa parte de la persona que llamamos afectividad.
 A veces se piensa que un aspecto de la madurez es el control de la propia afectividad por parte del cerebro. Bien puede ser así cuando se trata de exageraciones o de poner freno a una dependencia afectiva exagerada. Esto no debe llevar, sin embargo, a una minusvaloración de la riqueza emotiva, de afectos y sentimientos que son el trasfondo de todo desarrollo equilibrado y normal de la persona.
 Como en el caso que hoy presenciamos en el evangelio, un sentimiento puede desencadenar la más noble de las acciones.
 El Jesús que maduró humanamente en Nazaret y que hoy manifiesta hasta donde llegan la hondura de sus sentimientos, nos enseña a crecer en esta dimensión de nuestra personalidad, a saber equilibrar, expresar y hacer eficaces nuestros sentimientos. Crecer en esta dimensión tan delicada hasta llegar a un equilibrio afectivo no es fácil.
Algo pueden enseñar los manuales de psicología, pero es sobre todo la propia experiencia y la reflexión sobre nuestra experiencia la que más puede enseñarnos.
 La obra de transformación que el Espíritu Santo lleva a cabo en cada cristiano, debe llevarnos a tener "los mismos sentimientos de Jesucristo" Fil 2,5. 

TEODORO BERZAL.hsf

No hay comentarios:

Publicar un comentario