sábado, 28 de enero de 2017

Ciclo A - TO - Domingo IV

29 de enero de 2017 - IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo A

                                "Dichosos"

-Sof 2,3; 3,12-13
-Sal 145
-1Co 1,26-31
-Mt 5,1-12

Mateo 5,1-12
  
   Al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus
discípulos, y Él se puso a hablar enseñándoles:
   Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
cielos.
   Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
   Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
   Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán
saciados.
   Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
   Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
   Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados "hijos
de Dios".
   Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el
Reino de los cielos.
   Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de
cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo.

Comentario

   El evangelio de las bienaventuranzas constituye la primera parte del
sermón de la montaña. Reuniendo materiales que otros evangelistas colocan en
diversos lugares, Mateo construye un largo discurso de Jesús (cap. 5-7)en el
que como un nuevo Moisés, da la ley al pueblo. Además de ésta, en el
evangelio de Mateo encontramos otras intervenciones de Jesús que tienen un
carácter recapitulativo y dan al relato evangélico una estructura
característica: las parábolas (cap. 13), la misión (cap. 10), la comunidad
(cap. 18), el fin de los tiempos (cap. 24-25).
   En el pasaje que leemos hoy tiene importancia en primer lugar la
ambientación. La montaña es un lugar que aparta a la gente de los ambientes
en que discurre normalmente la vida. El artículo determinado "la" contribuye
a evocar la montaña por excelencia, que para el pueblo de Israel era el
Sinaí. Jesús aparece rodeado de sus discípulos y en segundo término está el
gentío, se sienta, y abre la boca para hablar. Son todos detalles que con-
tribuyen a mostrarlo como maestro y a dar importancia y solemnidad a lo que
dirá.
   Las bienaventuranzas que proclama, se sitúan en la línea de los libros
sapienciales del Antiguo Testamento y de los Salmos, donde se usa frecuen-
temente el término "dichosos" para elogiar un determinado tipo de conducta.
   Vistas en su conjunto, las bienaventuranzas se presentan como "la ley del
reinado de Dios" cuya llegada Jesús anuncia. Las actitudes elogiadas por Él
son las condiciones para vivir en esa nueva situación que Jesús anuncia e
inaugura. Estas actitudes se presentan como alternativa a la lógica del mundo
que está bajo el dominio de otros que no son Dios. En la versión de las
bienaventuranzas que da S. Lucas, esa contraposición está subrayada por las
maldiciones que las siguen.
   Más que el elogio de una serie de categorías de personas, hay que ver en
la bienaventuranzas, la descripción de la identidad misma de Jesús y como
consecuencia también de sus seguidores. Sin pretender decir que todos los
términos sean equivalentes, puede descubrirse una sintonía profunda entre
ellos: el que es pobre (como actitud elegida) es también sufrido,
misericordioso, pacífico, etc. El alcance cristológico y la unidad sustancial
de las bienaventuranzas son dos criterios fundamentales para interpretarlas
correctamente.
   Cabe además notar otra diferencia con la redacción lucana. Lucas describe
más bien las situaciones de las personas (pobres en sentido material). Mateo
nos habla más bien de la actitud que se adopta ante determinados aspectos de
la vida (pobres de espíritu). Esta actitud no se limita a la pobreza
efectiva, comprende también la humildad y la confianza total en Dios, a la
que apunta la 1ª. lectura. Será Dios, en efecto, quien colmará con los bienes
del Reino, cumpliendo toda justicia, a los que se fían totalmente de Él.

En Nazaret

   Hemos dicho que un punto clave para entender las bienaventuranzas es su
interpretación cristológica: las bienaventuranzas nos dicen algo acerca de
Cristo. Ese es también un aspecto esencial de la lectura de todo el evangelio
que intentamos hacer desde Nazaret.
   La vida entera de Jesús estuvo caracterizada por las bienaventuranzas que
propone a todos. Ellas constituyen el mejor retrato de Jesús: cada una de
ellas podrían ser un capítulo de su biografía. Ciertamente Jesús, María y José
vivieron esas actitudes profundas en Nazaret. Podemos decir que fue ese su
modo de ser. Bien podemos pensar que lo proclamado por Jesús como don y como
condición de pertenencia al Reino de Dios, estaba en total sintonía con lo
que se había vivido en su familia durante años.
   "Pobres de espíritu", o "pobres por elección", como traducen otros, lo
fueron Jesús, María y José‚ en Nazaret. Pobres con esa actitud radical de
humildad y confianza ante Dios Padre y con esa limitación voluntaria en el
uso y en el goce de los bienes de la vida que permite ponerse al alcance de
todos y al servicio de todos siendo únicamente del Señor.
   "Sufridos" en el aguantar las dificultades iniciales producidas por la
maravillosa intervención de Dios en la vida de María y de José‚. Sufridos para
vivir sin rencor las agresiones y para perseverar en el camino de la fe y de
la esperanza en Nazaret.     
   "Con hambre y sed de justicia", la justicia verdadera que viene de Dios,
el cual da a todos sin medida su propio amor y lleva a hacer todo lo posible
para que todos accedan a un modo digno de su condición de personas.
   "Misericordiosos", capaces de perdonar, y "limpios de corazón", con esa
transparencia que les llevó siempre a escuchar y acoger la voluntad de Dios
en su vida. No sólo cuando venía revelada directamente por un Ángel, sino en
circunstancias humanas difíciles de descifrar.
   "Perseguidos por causa de la justicia". Como los mártires, como los
cristianos auténticos de todos lo tiempos, María y José pudieron aplicarse
el "por causa mía" referido a Jesús, en sentido directo, cuando tuvieron que
huir a Egipto.
   Pero, aparte de los episodios aislados, podemos ver el cuadro de la vida
nazarena reflejada en las pinceladas de cada una de las bienaventuranzas.
   Hay dos aspectos que el texto evangélico de las bienaventuranzas subraya
con fuerza y que fueron vividos intensamente en Nazaret. Si las actitudes
evocadas en ellas producen la paz, la felicidad es porque quien consuela, da
la paz y la justicia, colma de bienes, etc, es Dios mismo.
   El otro aspecto es el de la esperanza. El cumplimiento de las bienaven-
turanzas es una promesa para el futuro, pero una promesa que empieza a
realizarse ya en el corazón del creyente y en los ámbitos donde el Reino está
ya presente en este mundo. Bien podemos decir que Nazaret fue uno de esos
ámbitos. En él se realizaba ya en la fe lo que un día será posesión de todos.

   Señor Dios nuestro,
   que das el Reino a los que eligen ser pobres,
   consuelas a los que sufren.
   das en heredad la tierra a los no violentos,
   sacias a los hambrientos y sedientos de justicia,
   perdonas a los misericordiosos,
   te revelas a los limpios de corazón,
   llamas hijos tuyos a los pacíficos,
   y eres rey de los que viven perseguidos por su fidelidad,
   danos el Espíritu Santo
   que modele nuestro corazón
   con el molde del evangelio.

Practicar la justicia

   El concepto de justicia es clave en el evangelio de Mateo. En el texto de
las bienaventuranzas aparece dos veces. Como el de pobreza, es uno de esos
términos que, entendidos en la plenitud de su sentido, pueden sintetizar el
evangelio entero. Por eso puede ayudarnos a entender de manera unitaria y
práctica el mensaje de la Palabra de Dios de este domingo.
   Justicia es en su sentido inmediato la distribución de los bienes y
recursos de forma que sean accesibles a todos. Comporta la elección de un
estilo de vida solidario con los demás y respetuoso de las personas y de las
cosas. Lleva como consecuencia a adoptar un estilo de vida pobre, que
autolimita la capacidad de disfrutar de todo lo que está a nuestra disposi-
ción. Justicia es también la posibilidad de acceso por parte de todos a la
cultura, a la educación y al desarrollo de los propios talentos. Eso lleva
consigo un modo de vivir abierto a los valores de los otros, capaz de acoger
y valorar las diferentes culturas y mentalidades. Ser conscientes de la limi-
tación de los propios puntos de vista y de las propias estimaciones.
   La justicia reclama necesariamente la paz. Sin ésta el mundo cae en manos
de los violentos y de los que quieren acaparar el poder para servirse de él.
Por eso la justicia lleva a la conciencia de las propias responsabilidades
y a la participación convencida en las instancias de diálogo y de decisión
que están a nuestro alcance. Es desde esos lugares desde donde se promueve
verdaderamente la justicia para todos.
   Sólo puede tener hambre y sed de justicia quien tiene un corazón limpio,
transparente, incapaz de actuar con segundas intenciones o mover las cosas
para provecho propio. El hambre de justicia lleva a buscar la claridad y
coherencia en uno mismo y en las situaciones en que se encuentra inserto. Es
un primer paso fundamental para evitar las manipulaciones de todo tipo.
   Jesús, antes de sentarse para proclamar las bienaventuranzas, las había
vivido personalmente y en su familia, por eso sus palabras iban directamente
al corazón de la gente.

TEODORO BERZAL.hsf

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