29 de enero de 2017 - IV DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO – Ciclo A
"Dichosos"
-Sof 2,3; 3,12-13
-Sal 145
-1Co 1,26-31
-Mt 5,1-12
Mateo 5,1-12
Al ver Jesús el
gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus
discípulos, y Él se puso a hablar enseñándoles:
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
cielos.
Dichosos los
sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que
lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán
saciados.
Dichosos los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que
trabajan por la paz, porque ellos serán llamados "hijos
de Dios".
Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el
Reino de los cielos.
Dichosos vosotros
cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de
cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos,
porque vuestra
recompensa será grande en el cielo.
Comentario
El evangelio de las
bienaventuranzas constituye la primera parte del
sermón de la montaña. Reuniendo materiales que otros
evangelistas colocan en
diversos lugares, Mateo construye un largo discurso de Jesús
(cap. 5-7)en el
que como un nuevo Moisés, da la ley al pueblo. Además de
ésta, en el
evangelio de Mateo encontramos otras intervenciones de Jesús
que tienen un
carácter recapitulativo y dan al relato evangélico una
estructura
característica: las parábolas (cap. 13), la misión (cap.
10), la comunidad
(cap. 18), el fin de los tiempos (cap. 24-25).
En el pasaje que
leemos hoy tiene importancia en primer lugar la
ambientación. La montaña es un lugar que aparta a la gente
de los ambientes
en que discurre normalmente la vida. El artículo determinado
"la" contribuye
a evocar la montaña por excelencia, que para el pueblo de
Israel era el
Sinaí. Jesús aparece rodeado de sus discípulos y en segundo
término está el
gentío, se sienta, y abre la boca para hablar. Son todos
detalles que con-
tribuyen a mostrarlo como maestro y a dar importancia y
solemnidad a lo que
dirá.
Las
bienaventuranzas que proclama, se sitúan en la línea de los libros
sapienciales del Antiguo Testamento y de los Salmos, donde
se usa frecuen-
temente el término "dichosos" para elogiar un
determinado tipo de conducta.
Vistas en su
conjunto, las bienaventuranzas se presentan como "la ley del
reinado de Dios" cuya llegada Jesús anuncia. Las
actitudes elogiadas por Él
son las condiciones para vivir en esa nueva situación que
Jesús anuncia e
inaugura. Estas actitudes se presentan como alternativa a la
lógica del mundo
que está bajo el dominio de otros que no son Dios. En la
versión de las
bienaventuranzas que da S. Lucas, esa contraposición está
subrayada por las
maldiciones que las siguen.
Más que el elogio
de una serie de categorías de personas, hay que ver en
la bienaventuranzas, la descripción de la identidad misma de
Jesús y como
consecuencia también de sus seguidores. Sin pretender decir
que todos los
términos sean equivalentes, puede descubrirse una sintonía
profunda entre
ellos: el que es pobre (como actitud elegida) es también sufrido,
misericordioso, pacífico, etc. El alcance cristológico y la
unidad sustancial
de las bienaventuranzas son dos criterios fundamentales para
interpretarlas
correctamente.
Cabe además notar
otra diferencia con la redacción lucana. Lucas describe
más bien las situaciones de las personas (pobres en sentido
material). Mateo
nos habla más bien de la actitud que se adopta ante
determinados aspectos de
la vida (pobres de espíritu). Esta actitud no se limita a la
pobreza
efectiva, comprende también la humildad y la confianza total
en Dios, a la
que apunta la 1ª. lectura. Será Dios, en efecto, quien
colmará con los bienes
del Reino, cumpliendo toda justicia, a los que se fían
totalmente de Él.
En Nazaret
Hemos dicho que un
punto clave para entender las bienaventuranzas es su
interpretación cristológica: las bienaventuranzas nos dicen
algo acerca de
Cristo. Ese es también un aspecto esencial de la lectura de
todo el evangelio
que intentamos hacer desde Nazaret.
La vida entera de
Jesús estuvo caracterizada por las bienaventuranzas que
propone a todos. Ellas constituyen el mejor retrato de
Jesús: cada una de
ellas podrían ser un capítulo de su biografía. Ciertamente
Jesús, María y José
vivieron esas actitudes profundas en Nazaret. Podemos decir
que fue ese su
modo de ser. Bien podemos pensar que lo proclamado por Jesús
como don y como
condición de pertenencia al Reino de Dios, estaba en total
sintonía con lo
que se había vivido en su familia durante años.
"Pobres de espíritu",
o "pobres por elección", como traducen otros, lo
fueron Jesús, María y José‚ en Nazaret. Pobres con esa
actitud radical de
humildad y confianza ante Dios Padre y con esa limitación
voluntaria en el
uso y en el goce de los bienes de la vida que permite
ponerse al alcance de
todos y al servicio de todos siendo únicamente del Señor.
"Sufridos" en el aguantar las dificultades iniciales
producidas por la
maravillosa intervención de Dios en la vida de María y de
José‚. Sufridos para
vivir sin rencor las agresiones y para perseverar en el
camino de la fe y de
la esperanza en Nazaret.
"Con hambre y
sed de justicia", la justicia verdadera que viene de Dios,
el cual da a todos sin medida su propio amor y lleva a hacer
todo lo posible
para que todos accedan a un modo digno de su condición de
personas.
"Misericordiosos", capaces de perdonar, y "limpios de
corazón", con esa
transparencia que les llevó siempre a escuchar y acoger la
voluntad de Dios
en su vida. No sólo cuando venía revelada directamente por
un Ángel, sino en
circunstancias humanas difíciles de descifrar.
"Perseguidos
por causa de la justicia". Como los mártires, como los
cristianos auténticos de todos lo tiempos, María y José
pudieron aplicarse
el "por causa mía" referido a Jesús, en sentido
directo, cuando tuvieron que
huir a Egipto.
Pero, aparte de los
episodios aislados, podemos ver el cuadro de la vida
nazarena reflejada en las pinceladas de cada una de las
bienaventuranzas.
Hay dos aspectos
que el texto evangélico de las bienaventuranzas subraya
con fuerza y que fueron vividos intensamente en Nazaret. Si
las actitudes
evocadas en ellas producen la paz, la felicidad es porque
quien consuela, da
la paz y la justicia, colma de bienes, etc, es Dios mismo.
El otro aspecto es
el de la esperanza. El cumplimiento de las bienaven-
turanzas es una promesa para el futuro, pero una promesa que
empieza a
realizarse ya en el corazón del creyente y en los ámbitos
donde el Reino está
ya presente en este mundo. Bien podemos decir que Nazaret
fue uno de esos
ámbitos. En él se realizaba ya en la fe lo que un día será
posesión de todos.
Señor Dios nuestro,
que das el Reino a los que eligen ser
pobres,
consuelas a los que sufren.
das en heredad la tierra a los no violentos,
sacias a los hambrientos y sedientos de
justicia,
perdonas a los misericordiosos,
te revelas a los limpios de corazón,
llamas hijos tuyos a los pacíficos,
y eres rey de los que viven perseguidos por
su fidelidad,
danos el Espíritu Santo
que modele nuestro corazón
con el molde del evangelio.
Practicar la justicia
El concepto de
justicia es clave en el evangelio de Mateo. En el texto de
las bienaventuranzas aparece dos veces. Como el de pobreza,
es uno de esos
términos que, entendidos en la plenitud de su sentido,
pueden sintetizar el
evangelio entero. Por eso puede ayudarnos a entender de
manera unitaria y
práctica el mensaje de la Palabra de Dios de este domingo.
Justicia es en su
sentido inmediato la distribución de los bienes y
recursos de forma que sean accesibles a todos. Comporta la
elección de un
estilo de vida solidario con los demás y respetuoso de las
personas y de las
cosas. Lleva como consecuencia a adoptar un estilo de vida
pobre, que
autolimita la capacidad de disfrutar de todo lo que está a
nuestra disposi-
ción. Justicia es también la posibilidad de acceso por parte
de todos a la
cultura, a la educación y al desarrollo de los propios
talentos. Eso lleva
consigo un modo de vivir abierto a los valores de los otros,
capaz de acoger
y valorar las diferentes culturas y mentalidades. Ser
conscientes de la limi-
tación de los propios puntos de vista y de las propias
estimaciones.
La justicia reclama
necesariamente la paz. Sin ésta el mundo cae en manos
de los violentos y de los que quieren acaparar el poder para
servirse de él.
Por eso la justicia lleva a la conciencia de las propias
responsabilidades
y a la participación convencida en las instancias de diálogo
y de decisión
que están a nuestro alcance. Es desde esos lugares desde
donde se promueve
verdaderamente la justicia para todos.
Sólo puede tener
hambre y sed de justicia quien tiene un corazón limpio,
transparente, incapaz de actuar con segundas intenciones o
mover las cosas
para provecho propio. El hambre de justicia lleva a buscar
la claridad y
coherencia en uno mismo y en las situaciones en que se
encuentra inserto. Es
un primer paso fundamental para evitar las manipulaciones de
todo tipo.
Jesús, antes de
sentarse para proclamar las bienaventuranzas, las había
vivido personalmente y en su familia, por eso sus palabras
iban directamente
al corazón de la gente.
TEODORO
BERZAL.hsf
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