7 de enero de 2018 - I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
BAUTISMO DEL SEÑOR
"Jesús vino desde
Nazaret de Galilea y fue bautizado en el Jordán"
-Is 55,1-11
-Is 12,2-6
-IJn 5,1-9
-Mc 1,7-11
Marcos
1, 6b-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
- Detrás de mí
viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni aga-
charme para desatarle las sandalias.
Yo os he
bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces
llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo
bautizara en el Jordán.
Apenas salió del
agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia
Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
- Tú eres mi
Hijo amado, mi preferido.
Comentario
Las lecturas de
este domingo presentan en primer plano el bautismo de
Jesús y tienen como trasfondo el bautismo de todo cristiano
a través de la
simbología del agua y del nuevo nacimiento.
El bautismo de
Jesús es presentado como un acontecimiento fundacional,
como un "nuevo comienzo" de su existencia terrena.
Durante él tiene lugar la
manifestación trinitaria que revela la condición divina de
Jesús y su misión
mesiánica. El Espíritu Santo irrumpe en la persona de Jesús,
el Padre revela
la verdadera naturaleza de su Hijo y Éste recibe el bautismo
en el agua en
plena solidaridad con el pueblo.
El
acontecimiento del Jordán, que todos los comentaristas dan como
hecho histórico por considerar lo difícil que hubiera sido
que la comunidad
primitiva inventara un relato en el que Jesús se somete a
Juan, está
relacionado con la pascua. En el bautismo se anticipa lo que
en la pascua se
revelará plenamente: quién es Jesús y cuál es el sentido
último de su misión.
El Jesús
histórico, plenamente consciente de su condición filial y
lleno del Espíritu Santo, camina así hacia la pascua siendo
el modelo
perfecto de todo cristiano. Este está llamado a participar
en esa condición
filial ("todo el que cree que Jesús es el Cristo ha
nacido de Dios" I Jn 5,1)
y a emprender el camino de su liberación, que el Espíritu
Santo realiza.
Nuestra
salvación aparece así como obra de la Trinidad. Así se
expresaba un padre de la Iglesia: "Como la primera
creación fue obra de la
Trinidad, también la segunda creación es obra de la Trinidad".
Desde Nazaret
Fue de Nazaret
de Galilea de donde Jesús salió para ser bautizado en
el Jordán, apunta Marcos.
Cuando Jesús
llegó al lugar del bautismo se puso entre los que iban
siendo bautizados en una actitud de plena solidaridad con los
demás hombres.
Y es que su camino de encarnación en Nazaret le había
llevado a esa plena
identificación con el hombre, a compartir plenamente la
condición humana. De
ahí que ahora, al comienzo de su ministerio se sitúe
"naturalmente" entre
aquellos a quienes va a salvar.
Así como la
pascua reveló quién era en verdad el crucificado del
Gólgota, la manifestación trinitaria del Jordán revela quién
era el que había
vivido durante treinta años sometido a María y a José.
El
acontecimiento inaugural de la etapa final de la vida de Jesús es
de algún modo también la culminación de su experiencia de
vida oculta en
Nazaret y proyecta una luz sobre esos que un autor ha
llamado "años oscuros"
de la vida de Jesús. Quien vivía en Nazaret era el
"Hijo amado" del Padre y
estaba lleno del Espíritu Santo.
El camino desde
Nazaret de Galilea hasta el Jordán, donde Juan bautiza-
ba, es así imagen del camino pascual de Jesús pues en él
avanza también hacia
la revelación de su persona y de su misión
En ese
recorrido, los años de Nazaret son esa etapa de encarnación en
el itinerario de la Palabra (Is 55,10) en que, al igual que
la lluvia,
permanece en la tierra, la fecunda y la hace germinar.
Nazaret es el momento
de la penetración de lo infinito en lo limitado, pero sin
que esto aprisione
la Palabra. Esta, siguiendo el himno de Isaías, vuelve a
Dios después de
haber fecundado la tierra. Y de Nazaret, en efecto, salió
Jesús para empren-
der su camino pascual de retorno al Padre.
Te bendecimos, Padre,
porque llamando con tu voz "Hijo
amado" a Jesús,
nos descubres también a nosotros
nuestra condición de hijos tuyos en Él.
Deseamos acoger en nuestra vida al
Espíritu Santo
que libera y transforma,
que nos da vida nueva y nos hace
solidarios con todos.
Trinidad santísima,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
origen y meta de todo,
gracias por habernos sellado en el agua
del bautismo
y por habernos puesto en el camino de la
salvación.
Vivir como bautizados
Necesitamos en
la vida de cada día el testimonio concorde del Espíritu,
del agua y de la sangre. El bautismo no es un acontecimiento
que queda en el
comienzo de nuestra vida cristiana sólo como puerta de
entrada, como hecho
del pasado.
El testimonio
del agua (agua del Jordán, agua del bautismo) en la que
el Espíritu Santo nos revela nuestra condición de hijos del
Padre gracias a
la sangre derramada por Cristo, es algo actual en nuestra
vida.
El testimonio
del agua manifiesta en la oscuridad de nuestros días, de
nuestros años, en la monotonía de nuestras actividades, en
las apariencias
de nuestra condición actual, la verdad que funda y da
sentido a nuestra vida.
La revelación trinitaria del agua (agua del Jordán, agua del
bautismo) nos
dice quiénes somos verdaderamente y cuál es nuestra misión
en el mundo.
El testimonio
del agua es concorde con el del Espíritu, quien nos
asegura "que somos hijos de Dios, y si hijos también
herederos" (Rom 8,14),
porque Cristo nos redimió con su sangre.
En el día que
celebramos "el testimonio de Dios acerca de su Hijo" (I
Jn 5,9), dado en el río Jordán, hacemos presente el
testimonio que a través
de los signos de la fe nos da también a nosotros que vivimos
en la oscuridad
de Nazaret.
TEODORO BERZAL.hsf
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