14 de enero de 2018 - II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
"Y se quedaron con Él aquel día"
-ISam 3,3-10,19
-Sal 39
-Ico 6,13-15,17-20
-Jn 1,35-42
Juan 1,35-42
En aquel tiempo
estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en
Jesús que pasaba, dijo:
- Este es el
cordero de Dios.
Los dos
discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se
volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
- ¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
- Rabí (que
significa Maestro), ¿dónde vives?
Él les dijo:
- Venid y lo
veréis.
Entonces fueron,
vieron dónde vivía, y se quedaron con Él aquel día;
serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano
de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan
y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y
le dijo:
- Hemos
encontrado al Mesías (que significa Cristo).
Y lo llevó a
Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
- Tú eres Simón,
el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa
Pedro).
Comentario
El tema que
unifica los textos litúrgicos de este domingo es el de la
llamada de Dios. En el centro del mensaje está la persona de
Cristo, quien
se presenta a la vez dispuesto a cumplir la voluntad de Dios
(Sal 39) y es
el protagonista de la llamada a los apóstoles y a todos los
cristianos. Este
mensaje se sitúa así en conexión con el del domingo pasado
sobre la persona
y misión del Mesías dando la clave de interpretación de toda
experiencia
vocacional.
La palabra de
Dios nos presenta sucesivamente la vocación de Samuel,
la vocación del Mesías, la de todo cristiano y la de los
primeros discípulos
de Jesús. Cada una de ella nos va descubriendo algún aspecto
importante de
ese momento decisivo del encuentro con Dios en el que se
pone en juego la
existencia entera de una persona.
En Samuel vemos
la elaboración progresiva de una respuesta bajo la guía
de un maestro. En la vocación de los primeros discípulos
aparece la importan-
cia del encuentro con Jesús y del testimonio y mediación de
los demás. La
segunda lectura pone de relieve la radicalidad y hondura de
la entrega que
toda vocación requiere. Como punto clave de todas estas
experiencias aparece
la iniciativa de Dios que entra en diálogo con el hombre y
la disponibilidad
de quien se siente llamado. Esta disponibilidad la Iglesia
la ve ante todo
en el primero que fue llamado: el Mesías. Al entrar en el
mundo la expresa
con las palabras del salmo 39: "Heme aquí" (cfr.
Heb. 10,4-10.
El seguimiento e
imitación de Cristo es lo que da unidad y apertura a
todas las vocaciones específicas dentro de la Iglesia. Por
eso entre todos
los rasgos vocacionales que aparecen en las lecturas de hoy
quizá sea
oportuno destacar la experiencia de los primeros apóstoles
que no sólo fueron
tras Él y vieron donde vivía Jesús, sino que "se
quedaron con Él aquel día"
(Jn, 1,39). Es, en efecto, en el contacto prolongado con
Jesús como nace y
se desarrolla toda vocación.
En Nazaret
Los dos sumarios
que Lucas nos da sobre la vida de Jesús en Nazaret (Lc
2,39-40 y 2,51-52) comportan una serie de verbos en
imperfecto de indicativo
que crean perfectamente el clima de la duración y del
progreso continuo.
Siguiendo la
misma línea de todas las vocaciones que la Palabra de Dios
nos ha presentado hoy, la de María, José y Jesús, revelan en
la experiencia
de Nazaret ese aspecto de lenta profundización y maduración.
El Evangelio
dice que Jesús "crecía", pero nosotros podemos intuir que
fueron sobre todo María y José los que más crecieron en ese
contacto
prolongado con Jesús que supuso la experiencia nazarena.
No les bastó a
Andrés y a su compañero aquel primer día de vida en
común con Jesús. El evangelista Marcos subraya que cuando
Jesús llamó a los
apóstoles fue "para que estuvieran con Él y para
enviarlos a predicar" (3,14)
El evangelio de
la vocación, leído en Nazaret, lleva casi instinti-
vamente a valorar intensamente el permanecer con Jesús, tan
propio de toda
experiencia vocacional. Lo que los 30 años de Nazaret puedan
tener, en
apariencia, de exagerado, debería llevarnos a dar el paso
hacia el "siempre".
Es decir, con Jesús hay que estar siempre. También cuando se
es enviado a
predicar en su nombre. Así nos lo enseña María, que estuvo
con Jesús en
Nazaret y también al pie de la cruz y entre los apóstoles el
día de
Pentecostés.
"Heme aquí, Señor"
Tú me has llamado y quiero responder a tu
voz.
Como aquel día en que te conocí,
en el que supe quién eras
y en el que se decidió mi existencia,
hoy quiero ponerme en camino tras tus
pasos.
Me pongo entre tus manos,
haz de mí lo que quieras.
Que tu Espíritu Santo, Padre,
me lleve a saber quedarme siempre con
Jesús,
a buscarlo y a desear parecerme a Él,
a crecer con Él, a obrar con Él.
Vocaciones
La Palabra de
este domingo leída en Nazaret nos lleva también al hoy
de nuestra vocación y a estimar toda vocación en la Iglesia.
La vocación es a
la vez un don inesperado y un proceso de búsqueda que
compromete la existencia entera. Vivir nuestra vida como
vocación es estar
constantemente pendientes de las llamadas que el Señor nos
va haciendo a lo
largo de la vida y elaborar progresivamente nuestra
respuesta.
Esto implica
también ser sensible a todas las vocaciones en la Iglesia.
La urgencia de ciertas tareas u otros motivos no deben
llevarnos a
minusvalorar la maduración de las respuestas vocacionales.
Sabemos que hoy
el compromiso de por vida requiere planteamientos más largos
que en otras
épocas y que ciertas características de nuestro mundo y
algunas condiciones
de los jóvenes, tienden a que se prolonguen los tiempos de
la formación
inicial y a que se retrase el momento del compromiso.
Sepamos vivir todo esto
desde la fe, aceptándolo como tiempo de Nazaret, como tiempo
de maduración,
sin impaciencia; con la esperanza de que el Espíritu Santo
va trabajando en
el secreto más allá de las apariencias y más allá de
nuestros cálculos.
Todo esto no ha
de ser un impedimento para hacernos portadores de la
llamada de Jesús, a veces exigente y apremiante. El mismo,
en el momento
oportuno, salió de Nazaret...
TEODORO
BERZAL.hsf
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