25 de marzo de 2018 - DOMINGO DE
RAMOS "IN PASSIONE DOMINI"
"Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios"
Isaías
50,4-7
Mi Señor me ha dado
una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
una palabra de aliento. Cada mañana me
espabila el oído, para que escuche
como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he
echado atrás. Ofrecí la espalda a los
que me golpeaban, la mejilla a los que
mesaban mi barba. No oculté el rostro a
insultos y salivazos. Mi Señor me
ayudaba, por eso no quedaba confundido;
por eso endurecí mi rostro como peder-
nal, y sé que no quedaré avergonzado.
Filipenses 2,6-11
Hermanos:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario, se despojó de su
rango, y tomó la condición de
esclavo, pasando por uno de tantos. Y
así actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre-sobre-
todo-nombre"; de modo que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el
Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y
toda lengua proclame: "¡Jesucristo es
el Señor!", para gloria de Dios
Padre.
Marcos 14,1-15,47
Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y
los letrados pretendían prender a Jesús
a traición y darle muerte. Pero
decían:
S. -No durante las fiestas;
podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en
casa de Simón, el leproso, sentado
a la mesa, llegó una mujer con un
frasco de perfume muy caro, de nardo puro;
quebró el frasco y se lo derramó en la
cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. -¿A qué viene este derroche
de perfume? Se podía haber vendido
por más de trescientos denarios para
dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero
Jesús replicó:
J. -Dejadla, ¿por qué la
molestáis? Lo que ha hecho conmigo está
bien. Porque pobres tendréis siempre
con vosotros y podréis
socorrerlos cuando queráis; pero a mí
no me tendréis siempre. Ella ha hecho lo
que podía: se ha adelantado a
embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os
aseguro que, en cualquier parte del
mundo donde se proclame el Evangelio, se
recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los
Doce, se presentó a los sumos sacer-
dotes para entregarles a Jesús. Al
oírlo, se alegraron y le prometieron darle
dinero. Él andaba buscando la ocasión
propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual,
le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. -¿Dónde quieres que vayamos
a prepararte la cena de Pascua?
C. -Él envió a dos discípulos
diciéndoles:
J. -Id a la ciudad,
encontraréis un hombre que lleva un cántaro de
agua; seguidlo, y en la casa en que
entre, decidle al dueño: "El Maestro pre-
gunta: ¿Dónde está la habitación en que
voy a comer la Pascua con mis
discípulos?". Os enseñará una sala
grande en el piso de arriba, arreglada con
almohadones. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon,
llegaron a la ciudad, encontraron
lo que les había dicho y prepararon la
cena de Pascua. Al atardecer fue Él con
los Doce. Estando a la mesa comiendo
dijo Jesús:
J. -Os aseguro, que uno de
vosotros me va a entregar: uno que está
comiendo conmigo.
C. -Ellos, consternados.
empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. ¿Seré yo?
C. Respondió
J. -Uno de los Doce, el que
está mojando en la misma fuente que yo.
El Hijo del Hombre se va, como está
escrito; pero, ¡ay del que va a entregar
al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no
haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó
un pan, pronunció la bendición, lo
partió y se los dio diciendo:
J. -Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Tomó luego una copa,
pronunció la acción de gracias, se las dio y
todos bebieron. Y les dijo:
J. -Esta es mi sangre, sangre
de la alianza, derramada por todos.
Os aseguro, que no volveré a beber del
fruto de la vid hasta el día que beba
el vino nuevo en el Reino de Dios.
C Después de cantar el salmo,
salieron para el Monte de los Olivos.
Jesús les dijo:
J. -Todos vais a caer, como
está escrito: "Heriré al pastor y se
dispersarán las ovejas. "Pero
cuando resucite, iré antes que vosotros a
Galilea.
C. Pedro replicó:
S. Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
J. -Te aseguro, que tú hoy,
esta noche, antes que el gallo cante dos
veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. Aunque tenga que morir
contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo.
Fueron a una finca, que llaman
Getsemaní y dijo a sus discípulos:
J. -Sentaos mientras voy a
orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago
y a Juan, empezó a sentir terror y
angustia, y les dijo:
J. -Me muero de tristeza:
quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se
postró en tierra pidiendo que, si
era posible, se alejase de Él aquella
hora; y dijo:
J. -¡Abba! (Padre): tú lo
puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero
no sea lo que yo quiero sino lo que tú
quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos
dormidos. dijo a Pedro:
J. -Simón, ¿duermes?, ¿no has
podido velar ni una hora? Velad y
orad, para no caer en la tentación; el
espíritu es decidido, pero la carne
es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba
repitiendo las mismas palabras.
Volvió, y los encontró otra vez
dormidos, porque tenían los ojos cargados.
Y no sabían qué contestarle. Volvió y
les dijo:
J, -Ya podéis dormir y
descansar. ¡Basta ya! Ha llegado la hora; mirad
que el Hijo del Hombre va a ser
entregado en manos de los pecadores, ¡Levan-
taos, vamos! Ya está cerca el que me
entrega.
C. Todavía estaba hablando,
cuando se presentó Judas, uno de los
doce, y con él gente con espadas y
palos, mandada por los sumos sacerdotes,
los letrados y los ancianos. El traidor
les había dado una contraseña,
diciéndoles:
S. -Al que yo bese, es Él:
prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuando llegó, se acercó
y le dijo:
S. -¡Maestro!
C. Y lo besó. Ellos le echaron
mano y lo prendieron. Pero uno de los
presentes, desenvainando la espada, de
un golpe le cortó la oreja al criado
del sumo sacerdote. Jesús tomó la
palabra y les dijo:
J. -¿Habéis salido a prenderme
con espadas y palos, como a caza de
un bandido? A diario os estaba
enseñando en el templo, y no me detuvisteis.
Pero, que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y
huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho
envuelto sólo en una sábana; y le
echaron mano; pero él, dejando la sábana,
escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los
sumos sacerdotes y los letrados y los
ancianos. Pedro lo fue siguiendo de
lejos, hasta el interior del patio del
sumo sacerdote; y se sentó con los
criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio
contra Jesús, para condenarlo a muerte;
y no lo encontraban. Pues, aunque
muchos daban falso testimonio contra
Él, los testimonios no concordaban. Y
algunos, poniéndose de pie, daban
testimonio contra Él diciendo:
S. -Nosotros le hemos oído
decir: "Yo destruiré este templo,
edificado por hombres, y en tres días
construiré otro no edificado por
hombres."
C. Pero ni en esto concordaban
los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. -¿No tienes nada que
responder? ¿Qué son estos cargos que
levantan contra ti?
C. Pero Él callaba, sin dar respuesta.
El sumo sacerdote lo
interrogó de nuevo preguntándole:
S. -¿Eres tú el Mesías, el Hijo
de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
J. -Sí, lo soy. Y veréis que el
Hijo del Hombre está sentado a la
derecha del Todopoderoso y que viene
entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó
las vestiduras diciendo:
S. -¿Qué falta hacen más
testigo? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué
decidís?
C. Y todos lo declararon reo de
muerte. Algunos se pusieron a
escupirle, y tapándole la cara, lo
abofeteaban y le decían:
S. -Haz de profeta.
C Y los criados le daban
bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo
sacerdote y, al ver a Pedro
calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. -También tú andabas con
Jesús el Nazareno.
C. El lo negó diciendo:
S. -Ni sé ni entiendo lo que
quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un
gallo cantó. La criada, al verlo,
volvió a decir a los presentes:
S. -Este es uno de ellos.
C. Y él volvió a negar. Al poco
rato también los presentes dijeron
a Pedro:
S. -Seguro que eres uno de
ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar
maldiciones y a jurar:
S. -No conozco a ese hombre
que decís.
C. Y en seguida, por segunda
vez, cantó el gallo. Pedro se acordó
de las palabras que le había dicho
Jesús: "Antes de que cante el gallo dos
veces, me habrás negado tres", y
rompió a llorar.
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los
letrados y el sanedrín en pleno,
prepararon la sentencia; y, atando a Jesús,
lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. -¿Eres tú el rey de los
judíos?
C. Él respondió:
J. -Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo
acusaban de muchas cosas. Pilato le
preguntó de nuevo:
S. -¿No contestas nada? Mira de
cuántas cosas te acusan.
C. Jesús no contestó más; de
modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltar un preso, el
que le pidieran. Estaba en la
cárcel un tal Barrabás, con los
revoltosos que habían cometido un homicidio
en la revuelta. La gente subió y empezó
a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S. -¿Queréis que os suelte al
rey de los judíos?
C. Pues sabía que los sumos
sacerdotes se lo habían entregado por
envidia. Pero los sumos sacerdotes
soliviantaron a la gente para que pidieran
la libertad de Barrabás. Pilato tomó de
nuevo la palabra y les preguntó:
S. -¿Qué hago con el que
llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. -¡Crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. -Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. -¡Crucifícalo!
C. Y Pilato, queriendo dar
gusto a la gente, les soltó a Barrabás;
y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio -al pretorio- y
reunieron a toda la compañía. Lo
vistieron de púrpura, le pusieron una corona
de espinas, que habían trenzado, y
comenzaron a hacerle el saludo:
S. -¡Salve, rey de los judíos!
C. Le golpearon la cabeza con
una caña, le escupieron; y, doblando
las rodillas, se postraban ante Él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo
sacaron para crucificarlo. Y a uno que
pasaba, de vuelta del campo, a Simón
de Cirene, el padre de Alejandro y de
Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de "La
Calavera"), y le ofrecieron vino
con mirra; pero Él no lo aceptó. Lo
crucificaron y se repartieron sus
ropas, echándolas a suerte, para ver lo que
se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación
estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS.
Crucificaron con Él a dos bandidos, uno
a su derecha y otro a su izquierda. Así
se cumplió la Escritura que dice: "Lo
consideraron como un malhechor".
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. -¡Anda!, tú que destruías el
templo y lo reconstruías en tres
días, sálvate a ti mismo bajando de la
cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se
burlaban también de Él diciendo:
S. -A otros ha salvado y a sí
mismo no se puede salvar. Que el Me-
sías, el rey de Israel, baje ahora de
la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que estaban
crucificados con Él lo insultaban. Al
llegar el mediodía toda la región quedó
en tinieblas hasta la media tarde.
Y a la media tarde, Jesús clamó con voz
potente:
J. -Eloí Eloí lamá sabactaní.
(Que significa: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al
oírlo, decían:
S. -Mira, está llamando a
Elías.
C. Y uno echó a correr y,
empapando una esponja en vinagre, la
sujetó a una caña, y le daba de beber
diciendo:
S. -Dejad, a ver si viene Elías
a bajarlo.
C.
Pero Jesús dando un fuerte grito,
expiró. El velo del templo se
rasgó en dos, de arriba abajo. El
centurión, que estaba enfrente, al ver
cómo había expirado, dijo:
S. -Realmente este hombre era
Hijo de Dios.
C. Había también unas mujeres
que miraban desde lejos; entre ellas
María Magdalena, María la madre de
Santiago el Menor y de José y Salomé,
que cuando Él estaba en Galilea, lo
seguían para atenderlo; y otras muchas
que habían subido con Él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado,
vino José de Arimatea, noble
magistrado, que también aguardaba el reino de
Dios; se presentó decidido ante Pilato
y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión
le preguntó si hacía mucho tiempo que
había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una
sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió
en la sábana y lo puso en un sepulcro,
excavado en una roca, y rodó una piedra
a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.
Comentario
El relato de la pasión que leemos hoy en el evangelio de Marcos es el
más antiguo y se caracteriza por su
sencillez, objetividad y dramaticidad.
Se diría que estamos ante un proceso
verbal de los hechos, que el evangelista
ofrece para que cada uno saque las
consecuencias.
Siguiendo la línea narrativa, tenemos en primer lugar la preparación
a la pascua con la escena en casa de
Simón, el leproso, y los preparativos
en Jerusalén, que crean el ambiente
adecuado y ofrecen ya varios motivos de
reflexión. Viene luego la cena pascual
en la que Jesús anticipa
sacramentalmente su entrega total y
donde se cruzan como un relámpago el
anuncio de la traición de Judas y del
abandono de Pedro. La impresión de que
Jesús vive su drama solo, ya sentida
durante la cena, se acentúa durante la
oración en Getsemaní y culmina luego en
la cruz.
El doble proceso a que Jesús es sometido, ante las autoridades
religiosas judías y ante Pilato, pone
de manifiesto su condición de Mesías
y de Rey. Ambos culminan con la muerte
en la cruz. Jesús, abandonado de
todos, ora con las palabras del salmo
21, la oración del justo sometido al
dolor; su plegaria se hace grito
angustioso al expirar.
En ese momento se rasga el velo del templo, como para indicar que a
partir del sacrificio de Jesús, todos
tienen acceso en Él a Dios. Y el
primero que pasa por esa nueva puerta
abierta es el centurión quien, en las
antípodas del sumo sacerdote, reconoce
en Jesús, por el modo cómo le ha visto
morir, al Hijo de Dios:
"Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios".
Esa es también la confesión de fe que cada uno de nosotros es invitado
a hacer escuchando el evangelio de hoy.
Sólo así será verdaderamente
evangelio, es decir, buena nueva.
En los comienzos
Los relatos de la pasión son el núcleo más primitivo del evangelio. Su
contenido fue el primer anuncio
postpascual. Entorno a él la primitiva
comunidad cristiana y luego los evangelistas
fueron recuperando (y de algún
modo interpretando) los otros
acontecimientos referentes a la vida de Jesús,
desde su bautismo (Marcos), desde su
encarnación y nacimiento (Lucas y
Mateo).
Por eso, ya desde los comienzos, los evangelistas ven o interpretan
ciertos datos a la luz de los
acontecimientos pascuales. Esto facilita y
legitima de alguna manera el camino de
quien quiere leer el evangelio desde
Nazaret.
Juan dice en el prólogo de su evangelio que el Verbo "vino a su
casa
y los suyos no le recibieron". Ese
rechazo tiene su punto culminante en la
negativa del sumo sacerdote y sus
acompañantes a reconocer a Jesús como "el
Mesías, el Hijo de Dios bendito".
"Todos sin excepción pronunciaron sentencia
de muerte" (Mc 14,64).
Este juicio y condena, expresión de la ceguera culpable de las
autoridades religiosas, está ya de
algún modo anticipada en la turbación que
produjo en "Jerusalén entera"
la visita de los magos al principio de la vida
de Jesús (Mt 2,34). La persecución
desencadenada por Herodes contra los
inocentes marca ya el camino de
oposición a quien, del modo que fuera,
pudiera hacer sombra al detentador del
poder. A través de otros episodios se
llegará así al drama que hoy
contemplamos.
La muerte de Jesús en la cruz no es un accidente. El previó y anunció
varias veces lo que iba a suceder.
¿Desde cuándo? Los evangelios presentan
varios anuncios de la pasión.
Quizá nosotros podamos percibir algunos otros
y aprender a introducirnos poco a poco,
desde Nazaret, en el misterio de la
pasión y de la muerte del Señor. El ya
cuando tenía 12 años estuvo en
aquellos lugares donde se produjo su
condena haciendo las primeras preguntas
y dando las primeras respuestas...
Señor Jesús, creemos en
ti
y te reconocemos como
Hijo de Dios
junto con el centurión
y todos aquellos a
quienes has liberado
con tu muerte en la
cruz.
Junto a ti, Señor,
queremos vivir hoy
la agonía de los que son
víctima de la injusticia,
de la calumnia, de la
incomprensión...
En tu grito tremendo de
muerte
ponemos el sufrimiento
de todos los que se
sienten abandonados.
Danos tu espíritu
filial, tu Espíritu Santo,
que nos lleve a abrazar
a todos
y caminar con ellos
hacia el Padre.
El paso de la fe
"Hermanos, tenemos libertad para entrar en el santuario llevando la
sangre de Jesús y tenemos un acceso
nuevo y viviente que Él nos ha abierto
a través de la cortina, que es su
carne, y tenemos además un gran sacerdote
al frente de la familia de Dios"
(Heb 10,19-21). Es la invitación a dar, como
el centurión, el paso de la fe, que
consiste en reconocer en "aquel hombre"
al "Hijo de Dios".
Esa es la puerta que nos da la inmensa libertad de la fe; libertad que
quita todas las trabas para acercarnos
a Dios en Cristo Jesús, libertad que
debe llevarnos a ese modo nuevo de
vivir que consiste en entregarse
totalmente para la salvación de los
hombres.
La contemplación de la cruz desde Nazaret debería educar nuestra mirada
para reconocer los rasgos dramáticos
del Calvario no sólo en las situaciones
finales, irreversibles, donde ya todo
está claro, sino también en esas otras
que todavía tienen un futuro, pero
donde se encuentran ya larvados todos los
gérmenes que producirán un día la
opresión y la muerte del inocente. Pero
además está pidiendo nuestro empeño
para evitar la tragedia desde los
comienzos y para reconocer todo el
drama de la redención en las proporciones
modestas de muchas situaciones de nuestra
vida de cada día.
TEODORO
BERZAL.hsf
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