sábado, 5 de mayo de 2018

Ciclo B - VI Domingo de Pascua


6 de mayo de 2018 - VI DOMINGO DE PASCUA - Ciclo B
                     
                   "Manteneos en ese amor que os tengo"

Hechos 10,25-26. 34-35. 44-48

      Aconteció que cuando iba a entrar Pedro, Cornelio salió a su encuentro
y se echó a sus pies. Pero Pedro lo levantó diciendo:
      -Levántate, que soy un hombre como tú. Y tomando de nuevo la palabra,
Pedro añadió:
      -Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y
practica la justicia, sea de la nación que sea.
      Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre
todos los que escuchaban sus palabras.
      Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios,
los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de
que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles.
      Pedro añadió:
      -¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el
Espíritu Santo igual que nosotros?
      Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se
quedara unos días con ellos.

I de Juan 4,7-10

      Queridos hermanos:
      Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha
nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque
Dios es Amor.
      En esto manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios mandó al
mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de Él.
      En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino
en que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros peca-
dos.

Juan 15,9-17

      En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me ha amado,
así os he amado yo; permaneced en mi amor.
      Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que
yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
      Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra
alegría llegue a plenitud.
      Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos.
      Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
      No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido;
y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
      De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
      Esto os mando: que os améis unos a otros.

Comentario

      En los domingos que siguen a la Pascua los textos de la liturgia nos
llevan a contemplar todos los aspectos de la explosión de vida y de alegría
encerrados para nosotros en la resurrección de Cristo. Hoy nos llevan al
corazón mismo de la experiencia cristiana hablándonos principalmente del
amor.
      Si quisiéramos establecer una cierta lógica en la presentación del
mensaje, tendríamos que empezar por la segunda lectura, donde se hace la
afirmación esencial y originaria: "Dios es amor" (I Jn 4,8). Desde ahí, el
evangelio nos lleva a esa dinámica "descendente" en la que lo primero que está 
es amor del Padre, amor de donación al Hijo, que se abre hacia la salvación
de los hombres. Luego viene el amor de Cristo que se da a sus discípulos y
lo lleva a la entrega total: "Igual que mi Padre me amó, os he amado yo" (Jn
15,9). Y el tercer paso es el mandato a los discípulos: "Amaos unos a
otros... "
      No se trata, pues, de quedarse en la sola dimensión pasiva de recibir
el amor, de sentirse amados o de dejarse amar. Pero tampoco de tomar uno la
iniciativa por sí solo: "No me elegisteis vosotros a mí". Se trata de entrar
en ese dinamismo propio del amor en el que todo se recibe y todo se da. El
amor cristiano no se cierra en la complacencia de la reciprocidad, sino que
queda abierto a la sorpresa de la novedad y gratuidad de lo que viene de Dios
y a una generosidad sin límites en la entrega hacia los demás.
      Este parece ser el sentido de la petición de Jesús: "manteneos en ese
amor que os tengo". Es decir, se trata de quedarse, de vivir en el mismo amor
que Cristo ha vivido: abierto al Padre y entregado a los hermanos.
      En eso consiste vivir su amistad y llegar a la plenitud de la alegría.
Y esa es la condición, en los términos tajantes que usa Juan, para conocer
a Dios. Quien no ama, no lo ha conocido, porque Dios es amor.

Nazaret

      El misterio de Nazaret es siempre una llamada a lo concreto de la vida.
Siguiendo la lógica del mundo, algunas veces pensamos encontrar la alegría,
el amor en la evasión de la vida ordinaria o en la transgresión de las leyes.
      El evangelio de hoy dice que el amor consiste prácticamente en cumplir
los mandamientos: "Y para manteneros en mi amor cumplid mis mandamientos;
también yo he cumplido los mandamientos del Padre y me mantengo en su amor"
(Jn 15,10).
      El crecimiento de Jesús en Nazaret "en el favor de Dios y de los
hombres" (Lc 2,52) recoge una expresión del libro de los Proverbios en la que
ese "favor y aceptación ante Dios y ante los hombres" (Prov 3,4), es
consecuencia de la memoria de las instrucciones que Dios da y de la práctica
de sus preceptos (Pro. 3,1).
      La vida de Jesús, María y José en Nazaret nos enseña que el amor no
está reñido con la obediencia y con el servicio. Al contrario, sólo quien en
ellos descubre la alegría, podemos decir que en verdad ha encontrado el amor.
      El amor, cuando se hace donación, tiende a crecer y a desarrollarse en
el tiempo, por eso Nazaret nos ayuda a comprender esa dimensión de
perseverancia que supone el "permanecer" en el amor de Cristo. Y la
verificación de esa continuidad no está en efusiones más o menos aisladas,
sino en el cumplimiento de los mandamientos, o mejor dicho, en el
cumplimiento del único mandamiento que resume todos los otros y que
testimonia la identidad cristiana.
      Cuando se ha comprendido lo que es el amor y se vive en él, las
condiciones externas cuentan menos. Y así en la humildad de Nazaret se pudo
vivir ya el gran amor al que Jesús invitó más tarde a todos los que quisieran
seguirle.

Señor, queremos cumplir tu mandamiento.
Gracias por el Espíritu Santo:
"Amor de Dios derramado en nuestros corazones" (Rom 5,5),
que nos une a ti, nos abre al Padre
y nos lleva a darnos a los demás.
Aumenta el Amor en tu Iglesia
con una nueva efusión del Espíritu Santo
que nos lleve a una mayor fidelidad a tu Palabra.

Vivir en el amor

      Significativamente la liturgia de la Palabra de este domingo se abre
con el relato de la efusión del Espíritu Santo sobre Cornelio y su familia,
recién llegados a la fe.
      El punto clave para entender correctamente las cosas cuando se habla
del amor cristiano es la donación del Espíritu Santo en el bautismo, que
lleva al cristiano a situarse en el mismo plano de amor que Jesús. Porque el
amor, antes que sea una exigencia objeto de un mandamiento, es un don gratuito
que Dios nos da.
      Por eso todo lo dicho en las lecturas de hoy no puede entenderse, y
sobre todo no puede vivirse, sin la donación del Espíritu Santo. En realidad,
cuando se habla de amor desde el punto de vista cristiano, se está hablando
siempre de él, como don del Padre o como manifestaciones concretas en la vida
de los cristianos.
      Sólo entonces, en un segundo momento, interviene nuestro esfuerzo para
perseverar en el amor, para continuar amando, pero sin pretender apropiarnos
del don. Porque, como cristianos, estamos llamados a vivir siempre esa
paradoja, desproporcionada a nuestras débiles fuerzas, de "amar como Dios ha
amado" (Jn 3,16).
TEODORO BERZAL.hsf


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