4 de agosto de 2019 - XVIII DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo C
"La
vida de uno no depende de sus bienes"
Lucas 12,13-21
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
- Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
El le contestó:
- Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Y dijo a la gente:
- Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande
sobrado, su vida no depende de sus
bienes .
Y les propuso una parábola:
- Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué
haré? No tengo donde almacenar la
cosecha.
Y se dijo:
- Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré‚ otros más
grandes, y almacenaré allí todo el
grano y el resto de mi cosecha. Y entonces
me diré a mi mismo "Hombre, tienes
bienes acumulados para muchos años;
túmbate, come, bebe y date buena
vida".
Pero Dios le dijo:
- "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado
¿de
quién será?"
Así será el que amasa riquezas
para sí y no es rico ante Dios.
Comentario
Jesús se niega a hacer de árbitro para solucionar un problema de
herencia y aprovecha la circunstancia
para dar una enseñanza fundamental
situándose en la línea sapiencial de su
pueblo.
El valor relativo de los bienes de este mundo había sido puesto de
manifiesto repetidas veces en los
libros del Antiguo Testamento hasta llegar
a ser una doctrina tradicional en el
pueblo de Israel. "¿Qué le queda al
hombre de toda su fatiga y esfuerzo con
que se fatigó bajo el sol? Ecli 2,22.
La Biblia reconoce al mismo tiempo el
valor de los bienes materiales, su
caducidad y el poder que tienen de
pervertir el corazón del hombre.
Jesús, situándose en esta misma línea de pensamiento, recomienda a sus
discípulos que se guarden de la codicia
y condena con una parábola la
actitud del hombre que pone su
confianza en la riqueza. Jesús va así una vez
más a la esencia de su mensaje: ante
Dios y su reino, que son el único bien
absoluto, las demás cosas tienen sólo
un valor relativo. Quien pone éstas en
primer lugar es un "necio",
está incapacitado para acoger dentro de sí el
reino de Dios.
Más allá de la experiencia humana de la transitoriedad de todas las
cosas de este mundo, pero en absoluta
coherencia con ella, el mensaje de
Jesús, poniendo a Dios como origen y
meta del hombre, da también a éste todo
su valor trascendente y señala cuál es
la función de los bienes materiales.
La sabiduría de Nazaret
La "Sagrada Familia, pobre en bienes de la tierra, pero rica en
bienes
del cielo", es una de las
invocaciones de las letanías que traduce de forma
muy acertada cómo Jesús, María y José vivieron
la enseñanza central del
evangelio de hoy.
María había celebrado en el Magnificat al Dios que "a los
hambrientos
colmó de bienes y despidió a los ricos
sin nada" Lc. 1,53. Las idas y venidas
que los evangelios narran en los
comienzos de la vida de Jesús reflejan
necesariamente una situación de pobreza
en la Sagrada Familia: falta de
hogar, de patria, de medios. En los
largos años de Nazaret la situación debió
mejorar, pero sólo como fruto del
trabajo del "carpintero" y del "hijo del
carpintero".
Aquel que más tarde propondría "buscar ante todo el reino de
Dios" Lc
12,31 y llamaría "necio" al
que "atesora riquezas para sí y no se enriquece
en orden a Dios" Lc 12,21, no pudo
vivir en Nazaret sino con una mentalidad
de pobre.
Esta sabiduría del pobre, que sabe que lo único que en definitiva vale
la pena es Dios, está admirablemente
recogida en algunas expresiones de los
salmos. "En Dios mi salvación y mi
gloria, la roca de mi fuerza... No os
fiéis de la opresión, no os ilusionéis
con la rapiña; a las riquezas cuando
aumentan, no apeguéis el corazón"
Sal 62,8,11; Sal 49.
Jesús en Nazaret, crecía en "sabiduría". En esa sabiduría que
consiste
en dar a cada cosa su justo valor y en
poner a Dios como bien absoluto.
Nuestra pobreza
Miseria es todo lo que impide al hombre ser hombre, la pobreza es una
condición indispensable para ser
hombre.
Desde el punto de vista cristiano, los bienes de la tierra son buenos
en sí mismos en cuanto creados por Dios
y como medio de desarrollo de la
persona y de la comunidad humana. Pero
la corrupción del corazón del hombre
y la situación de injusticia social
pueden hacer que esos mismos bienes sean
un instrumento de opresión y de
división. Es más, la abundancia de bienes
materiales puede cegar el corazón del
hombre e incapacitarlo para la apertura
a Dios y a sus hermanos. La pobreza, en
cuanto actitud de desprendimiento,
aparece así como condición
indispensable para acoger el reino de Dios y para
construirlo en comunión con los demás.
El radicalismo evangélico del "dejarlo todo" para seguir a
Jesús se
presenta como característica de todos
los discípulos. Es el sentido de las
parábolas del tesoro y de la perla. Mat
13,44-45.
El gesto del religioso que hace el voto de pobreza tiene como sig-
nificado profundo el afán de perpetuar
en la Iglesia de forma palpable y
concreta esta "sabiduría"
evangélica que ve en Dios el bien supremo por el
que vale la pena dejar todos los otros
bienes. De esta forma la vida
religiosa se convierte en signo de lo
que la Iglesia es y de lo que la
Iglesia espera.
Viendo la vida pobre y humilde de Nazaret, aprendemos de forma in-
tuitiva esta gran sabiduría de
organizar la vida cotidiana entorno a lo que
verdaderamente vale y a no apoyarnos en
cosas de las que nunca puede venir
la salvación.
TEODORO BERZAL hsf
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