sábado, 17 de agosto de 2019

Ciclo C - TO - Domingo XX


18 de agosto de 2019 - XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo C                     

                          "Fuego sobre la tierra"

      Lucas 12,49-53

      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
      - He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ar-
diendo!. Tengo que pasar un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
      ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
      En adelante, una familia de cinco estará  dividida: tres contra dos y
dos contra tres. Estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra
el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra
la nuera y la nuera contra la suegra.

Comentario

      La página del evangelio de este domingo nos ofrece una serie de dichos
de Jesús sin una aparente conexión de unos con otros.
      Se puede ver, sin embargo una cierta unidad si por el "fuego sobre la
tierra" se entiende el mensaje de Jesús que provoca unas consecuencias
graves, en primer lugar para Él mismo, ("tengo que ser bautizado", que gene-
ralmente interpreta como un anuncio de su pasión) y después para los des-
tinatarios del mensaje, en quienes provoca una crisis familiar que es reflejo
de la crisis familiar y anticipación de las crisis escatológica. A pesar de
esto hay quienes no son capaces de discernir la importancia del tiempo en que
Jesús anuncia su mensaje.
      En las comunidades contemporáneas de Lucas, para las que el evangelio
se escribió, estas expresiones debían tener una resonancia muy especial.
Aquellos cristianos de la segunda o tercera generación habían visto que, a
pesar de las resistencias, el "fuego" de la Palabra había prendido por todas
partes. Sabían que el Señor, después de pasar por el bautismo de la muerte,
había resucitado y entrado en la gloria. Constataban que la división creada
por la adhesión al mensaje de Jesús era una realidad de cada día y que se
avivaba en los tiempos de persecución. Finalmente se daban cuenta de que la
ocasión perdida por los judíos, que no habían sabido distinguir el tiempo de
Jesús, era una ocasión de gracia para todos los hombres.

Nazaret

      El conflicto que provoca el mensaje de Jesús y su presencia misma fue
ya anunciado por Simeón a María y José: "Este está puesto para caída y
elevación de muchos en Israel y para ser señal de contradicción" Lc 2,24.
      La propia presencia de Jesús en el seno de María había provocado ya la
primera gran crisis de su propia familia en formación. "José‚ como era justo
y no quería ponerla (a María) en evidencia, se resolvió a repudiarla en
secreto" Mt 1,19.
      Que el camino de la Palabra no está exento de dificultades y que lleva
consigo desgarrones y rupturas, aparece ya claro en los evangelios de la
infancia de Cristo. La no acogida de los habitantes de Belén, a María y José
cuando aquella iba a dar a luz, que Lucas señala, se convertirá para Mateo
en abierta hostilidad por parte de Herodes. Son todos ellos detalles que pre-
anuncian que el "fuego traído sobre la tierra" encuentra dificultades para
arder.
      El evangelio habla del gran deseo de Jesús de que el fuego esté ya
ardiendo. A la luz de este deseo, de esta "impaciencia" de que el mensaje se
extienda, los largos años de Nazaret no pueden ser tomados como tiempo
perdido o como tiempo vacío de eficacia.
      La dificultad de penetración del mensaje no está tanto en el tiempo que
se requiere para proclamarlo, sino en la resistencia de las personas para
acogerlo. No cuenta tanto el empezar un poco antes o un poco después. Si el
fuego no arde, ya no es por haber empezado tarde a prenderlo, sino porque los
destinatarios se han negado a acogerlo cuando les ha llegado; no han sabido
distinguir el tiempo de gracia del Señor.

                              Nuestro tiempo

      El evangelio tiene siempre algo de concreto e histórico que queda
irremediablemente anclado en el pasado y tiene también algo de permanente,
válido para el tiempo en que se produjeron los hechos, válido para el tiempo
en que se escribió el evangelio y válido para siempre en la Iglesia.
      La inmersión en el bautismo de la muerte, la dificultad de penetración
del mensaje, la Palabra de Jesús en cuanto signo de división, de ceguera ante
los signos de los tiempos, son realidades de entonces y de ahora.
      El cristiano llamado a guiar sus pasos a la luz de Nazaret encuentra
en Jesús, María y José no sólo el modelo, sino el estímulo y ayuda permanente
para situarse ante esas realidades y para vivirlas en coherencia con la fe
que profesa. De ellos aprende a vivir el momento presente (todos los momentos
presentes) como tiempos de salvación. Momentos todos ellos en los que Dios
actúa en nuestra vida y en la de los demás.
      El gran deseo de que se cumpla el reino de Dios no viene atenuado por
la monotonía de la vida. Pero, quien vive a la luz de Nazaret sabe esperar
y luchar, ante todo en sí mismo, para que el fuego divino lo consuma todo y
evangelice, en primer lugar, su propia persona. Además quien vive en el
Nazaret de después de Pentecostés está seguro de la acción permanente del
Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo porque Él ha experimentado ya
personalmente (como María) su obra maravillosa de transformación. Y esta
experiencia es la clave de la presencia/impaciencia porque el mensaje de
Cristo se extienda a todo el mundo.

TEODORO BERZAL hsf


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