domingo, 21 de julio de 2013

Apuntes de meditación

Hno. TEODORO BERZAL

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Apuntes de meditación
Roma-1994

INTRODUCCION

   "La Palabra de Dios es viva y eficaz" (Heb 4,12). Lleva en sí misma el
germen de vida que puede renovar constantemente a quien la escucha y asimila.
El diálogo de salvación, que Dios mantiene con el hombre desde el comienzo
y que ha quedado plasmado en la Biblia, se prolonga a través del tiempo en
la proclamación litúrgica, en la lectura y estudio personal, en la meditación
comunitaria que la Iglesia hace de la Palabra. Mediante esta actividad,
"Dios, que habló en otros tiempos, habla sin interrupción de su amado Hijo
con la Esposa; y el Espíritu Santo, por quien la voz del evangelio resuena
viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va introduciendo a todos los
creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en
ellos abundantemente (Cf Col 3,16)". (D.V. 8).

   Momento cumbre de este diálogo de Dios con su Pueblo es la acción
litúrgica en la que la Palabra comunica a los creyentes todo su potencial de
vida. Por eso "la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al
igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa para
distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la Palabra de Dios, como del
cuerpo de Cristo, sobre todo en la sagrada liturgia" (D.V. 21). El Concilio
Vaticano II, aplicando el principio por ‚l mismo establecido de que toda la
actividad de la Iglesia tiende hacia la celebración litúrgica como a su cum-
bre y de ella deriva como de su fuente, dice que la oración, individual o
comunitaria, de los creyentes debe inspirarse también en la liturgia y ser
conforme a ella (Cf S.C. 13).

   Estos "apuntes de meditación" se proponen ayudar a preparar o prolongar,
personal o comunitariamente, el momento más importante de escucha de la
Palabra de Dios que se efectúa en la liturgia eucarística dominical. El
leccionario de los domingos ofrece la selección de los textos m s
significativos del N.T. coordinados con algunos pasajes del A.T., res-
pondiendo así a la orientación conciliar que indica: "en las celebraciones
sagradas debe haber una lectura de la Sagrada Escritura más abundante, más
variada y más apropiada. (S.C.35). De esta forma, a través de los tres
ciclos anuales, A, B, y C, el cristiano es invitado a una lectura selectiva,
pero al mismo tiempo suficientemente amplia de toda la Biblia.

   Piedra clave de la construcción de la liturgia eucarística de la Palabra
es la proclamación del evangelio. En cada uno de los ciclos la Iglesia pre-
senta uno de los evangelios sinópticos en una lectura prácticamente completa:
en el ciclo A, el evangelio de Mateo; en el B, el de Marcos (completado en
algunas partes por el de Juan); y en el C, el evangelio de Lucas. Por eso
estos "apuntes" se centran fundamentalmente en el texto del evangelio,
haciendo sólo algunas alusiones a las otras lecturas de la misa.

   La "meditación" a la que pretenden introducir estos apuntes, tiene una
intención particular. Ante todo se trata de ayudar al "oyente de la Palabra"
a que deje aflorar el mensaje central del evangelio de cada domingo a través
de algunas notas esenciales de exégesis que permiten un acercamiento atento
al texto. Viene después la "lectura nazarena" del mensaje evangélico, que
ofrece algunas pistas de reflexión desde la espiritualidad que tiene como
centro el misterio de la vida familiar de Jesús, María y José‚ en Nazaret.
Esta meditación de la Palabra al calor del hogar de Nazaret, siguiendo los
pasos de María que "conservaba el recuerdo de todo meditándolo en su corazón"
(Lc 2,19), debe desembocar normalmente en la oración y contemplación, y en
el compromiso de vida. Para ayudar a dar esos pasos se ofrece siempre una
fórmula de oración y una reflexión de carácter práctico que apunta hacia el
crecimiento en la vida cristiana.

   El evangelio de Cristo es único. Sin embargo, ya desde el comienzo se nos
presenta en cuatro versiones diferentes, cada una de ellas con sus
características propias, motivadas por las particularidades de cada
evangelista y por la situación de las comunidades a las que iban destinados.
La Iglesia, animada por el Espíritu Santo, no ha cesado a lo largo de la
historia de leer el evangelio y de interpretarlo desde las circunstancias
concretas de tiempos y lugares, desde experiencias humanas y espirituales muy
variadas. Sin dejar de lado ninguna parte del evangelio, se han privilegiado
desde distintos puntos de vista algunas de sus expresiones, algunos de sus
aspectos, caminando de esta forma hacia el "evangelio eterno" de que habla
el Apocalipsis (14,6). Nacen as¡ lo que se ha dado en llamar "espiritua-
lidades particulares" que, si de una parte subrayan más algunos aspectos del
evangelio, de otra necesitan abrirse constantemente a su totalidad para no
aislarse en particularismos.

   El intento de estos "apuntes" es precisamente ese: servir de acompaña-
miento a quienes deseen leer el evangelio, siguiendo el camino que la Iglesia
propone en los tres ciclos litúrgicos, desde el misterio de Nazaret. La
posibilidad de hacerlo se basa en una intuición muy sencilla: Jesús vivió en
Nazaret el evangelio antes de proponerlo como enseñanza. El evangelio
comprende, en efecto, como dice S. Lucas en la introducción a los Hechos de
los Apóstoles, "todo lo que hizo y enseñó Jesús desde el principio hasta él
día en que, se lo llevaron después de dar instrucciones a los apóstoles que
había escogido movido por el Espíritu Santo" (1,2). En el momento culminante
de la revelación se cumple as¡, y de modo pleno, una constante de la historia
de la salvación que el Vaticano II enunció con estas palabras: "Este plan de
la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre
s¡, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación
manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las
palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el
misterio contenido en ellas" (D.V.2). El "silencio" de la vida sencilla de
Jesús en su familia y en la aldea de Nazaret encuentra su explicación en las
"palabras" del evangelio entero.

   S. Gregorio Magno describió la "lectio divina" como "una peregrinación en
busca del rostro del Amado, más allá de cualquier imagen sensible, en el
fondo del corazón, en el más perfecto silencio". Pueda quien se adentra en
estas páginas con humildad y perseverancia, llegar un día a la meta de esa

peregrinación.

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