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de mayo de 2014 - IV DOMINGO DE PASCUA – Ciclo A
"Yo soy la puerta de las ovejas"
Hechos 2,14a. 36-41
El día de Pentecostés se presentó Pedro con
los once, levantó la voz y
dirigió
la palabra:
-Todo Israel está cierto de que al mismo
Jesús, a quien vosotros cruci-
ficasteis,
Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
Estas palabras les traspasaron el corazón, y
preguntaron a Pedro y a los
demás
apóstoles:
-¿Qué tenemos que hacer, hermanos?
Pedro les contestó:
-Convertíos y bautizaos todos en nombre de
Jesucristo para que se os
perdonen
los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo. Porque la promesa vale
para
vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el
Señor
Dios nuestro, aunque estén lejos.
Con éstas y otras muchas razones los urgía y
los exhortaba diciendo:
-Escapad de esta generación perversa.
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se
les agre-
garon
unos tres mil.
I Pedro 2,20b-25
Queridos hermanos:
Si obrando el bien soportáis el sufrimiento,
hacéis una cosa hermosa ante
Dios,
pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su
pasión
por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.
El no cometió pecado ni encontraron engaño
en su boca; cuando le
insultaban,
no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al
contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros
pecados
subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Sus
heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora
habéis
vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.
Juan 10,1-10
Dijo Jesús a los fariseos:
-Os aseguro que el que no entra por la
puerta en el aprisco de las
ovejas,
sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que
entra
por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las
ovejas
atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las
saca
fuera. Cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y
las
ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán,
sino
que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Jesús les puso esta comparación, pero ellos
no entendieron de qué les
hablaba.
Por eso añadió Jesús:
-Os aseguro que yo soy la puerta de las
ovejas. Todos los que han venido
antes
de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo
soy
la puerta: quien entre por mí, se salvará, y podrá entrar y salir, y
encontrará
pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer
estrago;
yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
Comentario
Después de haber escuchado ampliamente los
relatos de la resurrección,
que
resuenan todavía en la primera lectura de este domingo (" Dios lo ha
constituido
Señor y Mesías"), la Iglesia nos lleva a escuchar la voz de Jesús
en
los días de su vida mortal. Lo hace, sin embargo, después de pasar por la
interpretación
redentora del sacrifico de la cruz ("cargado con nuestros
pecados
subió al leño", 2ª. lectura).
El evangelio es el comienzo del cap. 10 de
S. Juan y hay que situarlo en
su
contexto para poder comprenderlo mejor. Forma parte de la sección en que
se
describen los acontecimientos que siguen a la fiesta de las tiendas (Jn
7,1-10,21).
Es la continuación de la conclusión que Jesús saca de la reacción
de
los fariseos ante el milagro de la curación del ciego: los que pretenden
ver,
son ciegos.
Esto explica el tono polémico de la primera
parte del pasaje (vv. 1-6).
Jesús
pone una similitud sin referirla explícitamente a nadie. El evangelista
afirma
expresamente que "ellos no entendieron de qué les hablaba". El
significado
parecía, sin embargo, claro: entrar por la puerta es asumir la
responsabilidad
de presentarse en nombre de Dios, pretender interpretar su
voluntad,
situarse como guía y mediador frente al pueblo. En el pasado así
se
habían presentado los reyes, sacerdotes y profetas. En el momento presente
también
pretenden lo mismo. Jesús, a su vez, entra en Jerusalén y es recibido
como
"el que viene en nombre del Señor" (Jn 12,13).
Ante la dificultad de comprensión de sus
interlocutores, Jesús explica la
similitud
aplicándola directamente a su persona en una doble instancia: "Yo
soy
la puerta" (vv 7-11) y "Yo soy el buen pastor" (vv. 11-18).
En sentido absoluto, Jesús se presenta como
el único mediador entre Dios
y
los hombres (Tim 2,5; Ef 2,8). Por lo tanto ese es también el criterio para
que
sus seguidores puedan discernir entre los verdaderos pastores que, en
espíritu
de servicio, buscan como él el bien, el crecimiento, la libertad de
las
ovejas, y los "ladrones y bandidos" que buscan su propio interés
(Cfr.
Ez
34,2-3).
Así pues, la expresión "los que han
venido antes de mí" puede referirse
también
a los que vienen después y hablan y actúan en nombre de Jesús. El
mismo
Juan denuncia el caso de los que se presentaban como falsos mesías en
la
Iglesia naciente (1Jn 2,18).
Sólo Jesús es la puerta y quien entra y sale
a través de Él encontrará la
abundancia
de la vida que Él da. Jesús es la puerta y el modelo de todos los
pastores
que no buscan un dominio sobre el rebaño (1Pe 5,3). El mismo
aparecerá
un día como supremo y único Pastor.
La puerta
No es fácil penetrar en el significado del
evangelio de hoy a pesar de su
aparente
sencillez. El contenido se basa en dos imágenes (la puerta, el
pastor)
que son polivalentes en el texto mismo y están relacionadas entre sí.
Estas
imágenes son usadas como similitud para ilustrar una realidad.
La similitud es empleada varias veces en el
evangelio como forma de
expresión.
Se distingue de la parábola porque pasa directamente de la imagen
a
la realidad, mientras que ésta última interpone la narración de una
historia
libremente inventada. La eficacia comunicativa de la similitud está
en
la claridad con que se ve el punto de comparación existente entre la
imagen
y la realidad significada, en este caso entre la puerta, el buen
pastor
y Cristo.
Cuando se trata de similitudes y parábolas,
la lectura nazarena del
evangelio
tiene siempre la posibilidad de meditar cómo Jesús capta en su
ambiente,
en su pueblo de Nazaret, las realidades de la vida humana para
después
hacerlas portadoras de un significado que las sobrepasa, hasta
convertirlas
en medios para revelar los misterios del Reino.
Hay, sin embargo, otro aspecto que conviene
tener presente. Las
similitudes,
las alegorías, las parábolas, son palabras o relatos de Jesús,
pero
son también muchas veces palabras que nos dicen algo acerca de la
identidad
de Jesús. La afirmación clara y rotunda que leemos hoy "Yo soy la
puerta
de las ovejas" nos invita a recorrer este segundo camino.
La imagen de la puerta está empleada con
doble sentido: Jesús entra por
la
puerta y Jesús es la
puerta. El primer sentido nos descubre de forma
sintética
todo el misterio de la vida de Jesús desde su encarnación hasta su
éxodo
pascual. En otro lugar Jesús sintetiza as¡ su vida: "Salí del Padre y
vine
al mundo, ahora dejo el mundo y voy al Padre". Entrar por la puerta y
llegar
hasta donde están las ovejas, conocerlas y ser conocido por ellas,
llamarlas
por su nombre, son todas expresiones que ponen de manifiesto ese
camino
de acercamiento de Dios hacia el hombre realizado en Jesús de Nazaret.
Sacar
las ovejas, guiarlas y llevarlas a pastos abundantes alude necesaria-
mente
a su obra liberadora y redentora.
Notemos sin embargo que el punto de
comparación entre el buen pastor y
los
otros está en el entrar o no entrar por la puerta. Es ese gesto
familiar
de
entrar por la puerta lo que garantiza la simpatía de quien está encargado
de
abrir la puerta y de las ovejas del rebaño. El paso por la puerta de la
encarnación
que ha permitido a Jesús ser uno como nosotros es lo que
garantiza
la realidad de su obra redentora. Es ese paso el que le permite ser
conocido
y seguido.
Para el evangelista Juan ése es también el
criterio de discernimiento de
la
fe verdadera. "Toda inspiración que confiesa que Jesús es el Mesías venido
ya
en la carne mortal, procede de Dios" (1Jn 4,3). Viendo la trayectoria de
Cristo
a la luz de la encarnación, podemos decir que el haber entrado por la
puerta
es lo que le ha permitido luego ser la puerta por donde entran y salen
quienes
van a la vida y ser el buen pastor que conduce todo el rebaño.
Señor Jesús, la proclamación de la Palabra
nos da acceso a escuchar tu voz
en toda su pureza e intensidad.
Queremos escuchar y entender lo que nos dices
para aprender a distinguir el acento de tu voz
de todos los otros
para poder seguir tu llamada.
Te bendecimos por la libertad que nos has dado
con tu venida hasta donde nosotros estábamos
y por la abundancia de vida
que ofreces a quienes te siguen.
Con la fuerza de tu Espíritu
queremos salir hacia la luz y hacia la vida
para testimoniar lo que has hecho con nosotros.
"¿Qué tenemos que hacer?"
Es la pregunta que se hicieron quienes
escucharon el discurso de Pedro
sobre
la resurrección de Cristo y es la pregunta que tenemos que hacernos
también
nosotros siempre después haber escuchado, meditado e interiorizado
la
Palabra de Dios.
La respuesta sobre el camino concreto que
tenemos que seguir para llevar
a
cabo lo que nos dice la Palabra de Dios está muy condicionado por el modo
cómo
acogemos la misma Palabra.
El domingo pasado veíamos que a los dos de
Emaús les ard¡a el corazón
mientras
escuchaban lo Jesús les decía explicando las Escrituras. A los
habitantes
de Jerusalén las palabras de Pedro "les traspasaron el corazón"
y
entonces fue cuándo preguntaron "¿Qué tenemos que hacer?" (Hech
2,37).
La ovejas siguen al pastor porque conocen su
voz. Al "esfuerzo" que Dios
ha
hecho por venir a hablarnos con palabras humanas y comprensibles para
llamarnos
a cada uno por nuestro nombre, debe corresponder el esfuerzo que
nosotros
hacemos por escuchar y comprender su voz.
Es la presencia viva de Cristo en la
comunidad cristiana la que hace que
su
palabra sea siempre actual, esté siempre viva. Esa presencia impide que
la
palabra se convierta en un texto muerto. Por eso sus palabras son
"espíritu
y vida" (Jn 6,63). Como consecuencia, también nosotros debemos
"hacernos
presentes" a la Palabra con la atención y la fe. "Los evangelios
mismos
envejecen, decía Orígenes, si no los lee el hombre nuevo".
De esa comunión profunda, que surge en el
diálogo, de cada cristiano y de
cada
comunidad en cuanto tal, con Cristo pastor, surge el itinerario concreto
hacia
la vida.
En la 1ª. lectura S. Pedro propone los pasos
concretos que se deben dar:
conversión,
bautismo (que comprende la confesión de la fe y el perdón de los
pecados)
y la efusión del Espíritu Santo. Son los pasos fundamentales para
aquel
grupo de personas a las que hablaba, pero también el punto de
referencia
de toda comunidad para emprender o confirmar el camino de
fidelidad
de toda comunidad cristiana.
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