11
de enero de 2015 - I DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO – Ciclo B
BAUTISMO
DEL SEÑOR
"Jesús vino desde Nazaret de Galilea y
fue bautizado en el Jordán"
-Is 55,1-11
-Is 12,2-6
-IJn 5,1-9
-Mc 1,7-11
Marcos
1, 6b-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
- Detrás de mí viene el que puede más que
yo, y yo no merezco ni aga-
charme
para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero Él os
bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de
Galilea a que Juan lo
bautizara
en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el
cielo y al Espíritu bajar hacia
Él
como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
- Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
Comentario
Las lecturas de este domingo presentan en
primer plano el bautismo de
Jesús
y tienen como trasfondo el bautismo de todo cristiano a través de la
simbología
del agua y del nuevo nacimiento.
El bautismo de Jesús es presentado como
un acontecimiento fundacional,
como
un "nuevo comienzo" de su existencia terrena. Durante él tiene lugar
la
manifestación
trinitaria que revela la condición divina de Jesús y su misión
mesiánica.
El Espíritu Santo irrumpe en la persona de Jesús, el Padre revela
la
verdadera naturaleza de su Hijo y Éste recibe el bautismo en el agua en
plena
solidaridad con el pueblo.
El acontecimiento del Jordán, que todos
los comentaristas dan como
hecho
histórico por considerar lo difícil que hubiera sido que la comunidad
primitiva
inventara un relato en el que Jesús se somete a Juan, está
relacionado
con la pascua. En el bautismo se anticipa lo que en la pascua se
revelará
plenamente: quién es Jesús y cuál es el sentido último de su misión.
El Jesús histórico, plenamente consciente
de su condición filial y
lleno
del Espíritu Santo, camina así hacia la pascua siendo el modelo
perfecto
de todo cristiano. Este está llamado a participar en esa condición
filial
("todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios" I Jn
5,1)
y
a emprender el camino de su liberación, que el Espíritu Santo realiza.
Nuestra salvación aparece así como obra
de la Trinidad. Así se
expresaba
un padre de la Iglesia: "Como la primera creación fue obra de la
Trinidad,
también la segunda creación es obra de la Trinidad".
Desde Nazaret
Fue de Nazaret de Galilea de donde Jesús
salió para ser bautizado en
el
Jordán, apunta Marcos.
Cuando Jesús llegó al lugar del bautismo
se puso entre los que iban
siendo
bautizados en una actitud de plena solidaridad con los demás hombres.
Y
es que su camino de encarnación en Nazaret le había llevado a esa plena
identificación
con el hombre, a compartir plenamente la condición humana. De
ahí
que ahora, al comienzo de su ministerio se sitúe "naturalmente" entre
aquellos
a quienes va a salvar.
Así como la pascua reveló quién era en
verdad el crucificado del
Gólgota,
la manifestación trinitaria del Jordán revela quién era el que había
vivido
durante treinta años sometido a María y a José.
El acontecimiento inaugural de la etapa
final de la vida de Jesús es
de
algún modo también la culminación de su experiencia de vida oculta en
Nazaret
y proyecta una luz sobre esos que un autor ha llamado "años oscuros"
de
la vida de Jesús. Quien vivía en Nazaret era el "Hijo amado" del
Padre y
estaba
lleno del Espíritu Santo.
El camino desde Nazaret de Galilea hasta
el Jordán, donde Juan bautiza-
ba,
es así imagen del camino pascual de Jesús pues en él avanza también hacia
la
revelación de su persona y de su misión
En ese recorrido, los años de Nazaret son
esa etapa de encarnación en
el
itinerario de la Palabra (Is 55,10) en que, al igual que la lluvia,
permanece
en la tierra, la fecunda y la hace germinar. Nazaret es el momento
de
la penetración de lo infinito en lo limitado, pero sin que esto aprisione
la
Palabra. Esta, siguiendo el himno de Isaías, vuelve a Dios después de
haber
fecundado la tierra. Y de Nazaret, en efecto, salió Jesús para empren-
der
su camino pascual de retorno al Padre.
Te bendecimos, Padre,
porque llamando con tu voz "Hijo
amado" a Jesús,
nos descubres también a nosotros
nuestra condición de hijos tuyos en Él.
Deseamos acoger en nuestra vida al
Espíritu Santo
que libera y transforma,
que nos da vida nueva y nos hace solidarios
con todos.
Trinidad santísima,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
origen y meta de todo,
gracias por habernos sellado en el agua
del bautismo
y por habernos puesto en el camino de la
salvación.
Vivir como bautizados
Necesitamos en la vida de cada día el
testimonio concorde del Espíritu,
del
agua y de la sangre. El bautismo no es un acontecimiento que queda en el
comienzo
de nuestra vida cristiana sólo como puerta de entrada, como hecho
del
pasado.
El testimonio del agua (agua del Jordán,
agua del bautismo) en la que
el
Espíritu Santo nos revela nuestra condición de hijos del Padre gracias a
la
sangre derramada por Cristo, es algo actual en nuestra vida.
El testimonio del agua manifiesta en la
oscuridad de nuestros días, de
nuestros
años, en la monotonía de nuestras actividades, en las apariencias
de
nuestra condición actual, la verdad que funda y da sentido a nuestra vida.
La
revelación trinitaria del agua (agua del Jordán, agua del bautismo) nos
dice
quiénes somos verdaderamente y cuál es nuestra misión en el mundo.
El testimonio del agua es concorde con el
del Espíritu, quien nos
asegura
"que somos hijos de Dios, y si hijos también herederos" (Rom 8,14),
porque
Cristo nos redimió con su sangre.
En el día que celebramos "el
testimonio de Dios acerca de su Hijo" (I
Jn
5,9), dado en el río Jordán, hacemos presente el testimonio que a través
de
los signos de la fe nos da también a nosotros que vivimos en la oscuridad
de
Nazaret.
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