25
de enero de 2015 - III DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
"El tiempo se ha
cumplido"
-Jon
3,1-5,10
-Sal
24
-ICo
7,29-31
-Mc
1,14-20
Marcos 1,14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó
a Galilea a proclamar el
Evangelio
de Dios. Decía:
- Se
ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y
creed
la Buena Noticia.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón
y a su hermano Andrés,
que
eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
- Venid conmigo y os haré pescadores de
hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo
del Zebedeo, y a su hermano
Juan,
que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su
padre
Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él.
Comentario
La proclamación de la llegada del reino
de Dios es el acto primero de
la
misión de Jesús. Los textos de la liturgia de hoy tienden a ambientar y
a
introducirnos en ese primer y fundamental anuncio.
La predicación de Jonás predispone el
contenido del mensaje de Jesús
sobre
el acercamiento definitivo de Dios en su persona a todos los hombres
y
no solamente al pueblo de la antigua alianza.
El texto de la carta a los Corintios que
hoy leemos subraya y comenta
a
su modo el anuncio de que "el tiempo se ha cumplido", es decir, que
con
Jesús
hemos llegado al momento definitivo de la intervención de Dios en la
historia
de los hombres.
Una primera lectura del evangelio de hoy,
podría llevar a pensar que
el
anuncio hecho por Jesús carece de todo contenido y que pudiera reducirse
a
la pura proclamación de un acontecimiento: llega el reino de Dios. Pero
viéndolo
más en detalle, encontramos algunos puntos clave de la predicación
de
Jesús que se irán desarrollando más adelante en el evangelio. El anuncio
de
la llegada del reino, no termina en sí mismo: nos dice algo acerca de
Dios.
Proclamar la llegada del reino de Dios, es empezar a delinear los
rasgos
de un Dios que se interesa por el hombre, que se acerca a él y que
toma
la iniciativa de salvarlo. Si dejamos además que resuene en el evangelio
el
eco de la primera lectura de hoy, se trata de un Dios misericordioso, que
desea
la salvación de todos los hombres.
Este anuncio nos dice también algo acerca
de la persona de Jesús. Desde
que
Él llega "se abren los cielos", estamos en una era nueva, la
posibilidad
de
la llegada del reino de Dios está ligada a su persona y a su misión.
Y nos dice también algo acerca del
hombre. El anuncio de la llegada del
reino
de Dios, es una llamada a la conversión: una conversión tan radical y
urgente
que lleva a algunos que lo oyen a dejar las redes, el trabajo y la
familia,
para emprender un nuevo modo de vivir.
Todo cambia, pues, con el anuncio de Jesús,
verdaderamente se inaugura
un
tiempo nuevo, un tiempo de gracia: "El tiempo se ha cumplido y el reino
de
Dios está cerca".
El tiempo de Nazaret
Existe un tiempo natural medido por el
sucederse de las estaciones y
existe
un tiempo histórico marcado por el flujo de los acontecimientos. Las
grandes
intervenciones de Dios han transformado la historia del mundo en
historia
de salvación, de la que Cristo es el culmen y el cumplimiento. Con
Él
llegó la plenitud de los tiempos.
Ha habido quienes han querido, sin
embargo, trazar límites demasiado
rígidos
dejando, por ejemplo, la figura de Juan Bautista en el umbral de los
tiempos
mesiánicos, pero sin formar parte de los mismos. No parece esa opi-
nión
concordar con el criterio de los evangelistas Lucas y Mateo, quienes ven
ya
en los acontecimientos de la infancia de Cristo un reflejo de esos tiempos
nuevos
e interpretan, sin duda a partir de la fe pascual, todo el tiempo del
Jesús
histórico como tiempo de la plena manifestación de Dios, de la
salvación
de Dios.
El tiempo de Nazaret nos ayuda a no
dejarnos engañar por la urgencia
e
inexorabilidad del anuncio del reino de Dios hecho por Jesús; Él anuncia
que
"el tiempo se ha cumplido" y que "el reino de Dios está
cerca". Pero se
trata,
sin duda, de un cumplimiento dinámico que queda abierto hacia los
acontecimientos
de su pasión, muerte y resurrección, y, a más largo plazo,
hacia
su segunda venida al final de los tiempos; pero también, mirando hacia
el
pasado, hacia toda su vida en la tierra.
Es el tiempo de Jesús, el momento de su
paso por la tierra, el que
marca
el giro radical de la historia humana; la lleva de la promesa al
cumplimiento,
a la plenitud de la revelación de Dios y a la actuación
concreta
del plan de salvación.
Señor Jesús, queremos acoger
la buena nueva que tú proclamaste,
la buena nueva de la cercanía,
de la misericordia, del dominio y reinado
de Dios,
que se impone sólo por la fuerza del
amor.
Sabemos que ese anuncio nos llama
a cambiar muchas cosas en nuestra vida,
o más bien, a mantenernos siempre
en estado de escucha y de cambio:
eso es la conversión.
Enséñanos a vivir como creyentes,
es decir, como discípulos y seguidores.
Que tu Espíritu Santo grabe en nosotros
el anuncio del reino que hemos oído
cada vez más profundamente,
hasta que se haga vida de nuestra vida,
hasta que también nosotros seamos capaces
de proclamarlo.
Aprender a proclamar el mensaje
Un aspecto importante de la acogida de la
Palabra es, además de
asimilar
su contenido, aprender a proclamarla. El anuncio del reino que Jesús
hace,
nos da también algunas indicaciones preciosas para nosotros.
Tenemos que aprender a no separar el
acontecimiento de la salvación
("está
cerca el reino de Dios") de las exigencias que comporta el aceptarlo
("convertíos").
Deben ir unidas la proclamación de las verdades de la fe y
las
implicaciones morales que llevan consigo.
El anuncio que hacemos, debe implicarnos
concretamente en el mensaje
que
proclamamos, y, al mismo tiempo, aparecer claramente que es el reino "de Dios"
el que predicamos, que somos continuadores de Jesús y no sus
sustitutos.
En último término, es Dios mismo quien comunica su buena noticia
a
los hombres
La lectura del evangelio que hemos hecho
en Nazaret debe llevarnos a
anunciar
la salvación como ya cumplida y al mismo tiempo como un hecho
abierto
hacia el futuro, dando a todos la posibilidad de llegar un día a la
fe.
Nunca se puede proclamar el reino de Dios como la "ultima"
oportunidad.
La
urgencia y radicalidad no pueden convertirse en intolerancia, opresión o
amenaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario