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de mayo de 2015 - V DOMINGO DE PASCUA - Ciclo B
"Yo soy la vid verdadera"
-Hech
9,26-31
-Sal
21
-1Jn
3,18-24
-Jn
15,1-8
Hechos 9,26-31
En aquellos días, llegado Pablo a
Jerusalén, trataba de juntarse con
los
discípulos, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo.
Entonces
Bernabé se lo presentó a los apóstoles.
Saulo les contó cómo en D2amasco había
predicado públicamente el nombre
de
Jesús.
Saulo se quedó con ellos y se movía
libremente en Jerusalén predicando
públicamente
el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos
de
lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos,
lo
bajaron a Cesarea y lo hicieron embarcarse para Tarso.
Entre tanto, la Iglesia gozaba de paz en
toda Judea, Galilea y Samaría.
Se
iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba
animada
por el Espíritu Santo.
I de Juan 3,18-24
Hijos míos, no amemos de palabra ni de
boca, sino con obras y según la
verdad.
En esto conocemos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra
conciencia
ante El, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios
es
mayor que nuestra conciencia y conoce todo.
Queridos, si la conciencia no nos
condena, tenemos plena confianza ante
Dios;
y cuanto pidamos lo recibiremos de Él, porque guardamos sus manda-
mientos
y hacemos lo que le agrada.
Y este es su mandamiento: que creamos en
el nombre de su Hijo Jesucris-
to,
y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó.
Quien guarda sus mandamientos permanece
en Dios y Dios en Él; en esto
conocemos
que permanece en nosotros por el Espíritu que nos dio.
Juan 15,1-8
En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos:
-Yo soy la vid y mi Padre es el labrador,
a todo sarmiento mío que no
da
fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las
palabras que os he hablado; permane-
ced
en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por
sí, si no permanece en la vid,
así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid y vosotros los sarmientos;
el que permanece en mí y yo
en
Él; ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran
fuera, como al sarmiento, y se
seca;
luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras
permanecen en vosotros, pediréis
lo
que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis
fruto
abundante; así seréis discípulos míos.
Comentario
Como la imagen del buen pastor, también
la de la vid nos coloca de
inmediato
y de forma intuitiva, ante el núcleo central de la vida cristiana.
Se
nos habla simultáneamente de la relación existente entre Cristo y los
cristianos
y de la que se da entre Jesús y el Padre.
En la misma línea de los otros discursos
de despedida recogidos por el
cuarto
evangelio, Jesús revela su identidad a través de una expresión fuerte:
"Yo
soy". Y al igual que el adjetivo "bueno" aplicado a pastor tenía
un matiz
polémico
con los "asalariados", también en la alegoría de hoy, Jesús se
presenta
como la vid "verdadera", quizá aludiendo a la tradición bíblica
que
presentaba
al pueblo de Israel comparándolo con la vid (Cfr. Is. 5,1-7; Jer
2,21;
Ez 17,1-10; Sal 80). Jesús es, así, el nuevo y verdadero Israel, de
quien
el Padre puede estar contento y al que hay que estar unido para recibir
la
savia de la vida nueva.
En la segunda parte del texto evangélico
la atención se desplaza hacia
"los
sarmientos". Se pasa, pues, al lenguaje exhortativo: "dar
fruto",
"permaneced
en mí". Se pone el acento en dos aspectos fundamentales: la
salvación
es gratuita (viene del tronco a los sarmientos) pero al mismo
tiempo
se deja toda la responsabilidad a éstos últimos. El lenguaje
escatológico
y condenatorio del v. 6 ("los echan al fuego y los queman"),
subraya
esa responsabilidad.
Se trata, pues, de "dar fruto
abundante" permaneciendo unidos a Cristo.
En
los versículos siguientes a los que hoy se leen en la liturgia se explica
que
" cumpliendo mis mandamientos", es decir, que la unión con la vid que
es
Cristo,
se realiza en los hechos de la vida de cada día, no sólo con
palabras.
Y éste es precisamente el tema que desarrolla la 2ª. lectura ("Hijos
míos,
no amemos sólo con palabras y de boquilla, sino con obras y de verdad"
I
Jn 3,18) y que el autor de los Hechos de los apóstoles ve realizado en la
comunidad
primitiva, la cual gozaba de "la paz".
"Permanecer" en Nazaret
La figura de la vid, como la del
árbol en general sugiere en primer
lugar
la idea de estabilidad. Ese significado natural queda subrayado en el
evangelio
de hoy por la insistencia de Jesús en el "permanecer" unidos a la
vid.
El verbo griego menein = permanecer,
seguir, quedarse, es típico de
cuarto
evangelio y es usado siempre para designar esa relación profunda
existente
entre Cristo y sus discípulos. Ya en el A. T. se habla de la fe
como
elemento esencial de la relación estable entre Dios y su pueblo: "Si no
creéis,
no subsistiréis" (Is 7,9).
La larga permanencia de Jesús en Nazaret
educa y reposa hoy nuestra
mirada
en la figura de la viña para penetrar todo su significado. Cuando
Jesús
habla hoy de permanecer unidos a Él tiene presente la inconstancia de
como
testimonia el mismo evangelio de Juan (Cfr cap. 6,66). Por otra parte
Él
había explicado las condiciones para que la palabra sembrada dé fruto.
Por eso tendría también ante los ojos la
limpia fidelidad de su madre
y
de S. José. Ellos habían perseverado, habían permanecido fieles durante
todo
el período de Nazaret; "Su madre conservaba en su corazón el recuerdo
de
todo aquello" (Lc 2,52). Nosotros podemos ver en ellos "los dos
olivos y
los
dos candelabros que están en la presencia del Señor de la tierra" (Ap.
11,4;
Zac. 4).
La fe, cuando dura en el tiempo y se
traduce en obras, se llama
fidelidad
y ese es el testimonio fundamental que recibimos de Nazaret cuando
leemos
el evangelio de la viña.
Frente a tantas infidelidades, pasadas y
recientes,
la "estabilidad" de los testigos de Nazaret nos invita a dejar que
corra
de forma permanente la vida que fluye constantemente de Cristo hacia
nosotros
y se transforme en acciones concretas.
Esa "permanencia" es la
condición de la
fecundidad. Dar frutos sólo es
posible
cuando las raíces son fuertes y sanas y cuando el tiempo ha permitido
el
desarrollo de la planta y la maduración del fruto. No es, pues, tiempo
muerto
el tiempo de Nazaret, sino testimonio de una vida que fluye siempre,
aun
en los momentos en que nada se ve.
Corra abundante, Señor, la savia de tu
Espíritu Santo
por tus vástagos
para que se alegre el corazón del Padre
que con tanto
amor te ha plantado y nos cuida.
Queremos
celebrar hoy
y alegrarnos con
los frutos que has dado
desde el
árbol de la cruz
y unirnos cada vez más a ti,
para que cuando
el Padre nos pode,
sepamos, como
tú, dejarle hacer
y ponernos
confiadamente entre sus manos.
"Permanecer"
Permanecer, seguir con Jesús, estar unidos
a Él, es la condición
indispensable
para dar frutos, para cumplir nuestra misión y, en definitiva,
para
ser eficaces.
Desde nuestros muchos quehaceres, desde
nuestros muchos planes de
acción,
de pastoral, de formación, es bueno, con el evangelio de hoy visto
desde
Nazaret, pararnos a considerar que lo primero es estar unidos a Cristo,
si
queremos hacer algo que valga la
pena. El canal por donde fluye la vida
que
produce frutos es nuestra relación con Él, nuestra relación duradera,
permanente,
constante.
Como en otras ocasiones, vienen así
valorizados para una verdadera
eficacia,
todos esos momentos de apertura a Él sólo, de oración, de
permanencia
y aguante en el dolor y en frustración vividos con fe, que tan
inútiles
nos parecen a veces.
"Sin mí no podéis hacer nada"
(Jn 15,6). Vivir hoy en el pleno sentido
de
la palabra es aceptar que no hay una relación directa e inmediata entre
nuestro
hacer y los frutos que de ello resultan. La maduración y la cosecha
"acontecen"
no sin nosotros ciertamente, pero sí en modos y tiempos muy
distintos
a lo que podemos pensar.
Celebramos hoy la vida, los frutos, que
vienen no sólo del momento de
la
floración, sino también del momento de la poda y del largo invierno
durante
el cual en apariencia nada se mueve.
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