21
de junio de 2015 - XII DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
"¿Quién será éste, que hasta el viento y el agua
obedecen?"
-Jb
38,1. 8-11
-Sal
106
-2Co
5,14-17
-Mc
4,35-41
Marcos 4,35-40
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
- Vamos
a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en
barca, como estaba; otras barcas
lo
acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la
barca
hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almoha-
dón.
Lo despertaron diciéndole:
- Maestro,
¿no te importa que nos hundamos?
Se puso en pie, increpó al viento y dijo
al lago:
-
¡Silencio, cállate!
El viento cesó y vino una gran calma. Él
les dijo:
-
¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Se quedaron espantados, y se decían unos
a otros:
-
¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Comentario
El milagro de la tempestad calmada cierra
el capítulo que Marcos dedica
a
las parábolas del reino y es el primero de una serie de prodigios que Jesús
realiza
durante un viaje. Al igual que las parábolas, se diría que estos
milagros
tienen la finalidad no sólo de reanimar al grupo desalentado de los
discípulos,
sino de suscitar en ellos la fe que un día necesitarán en su
ministerio.
Se ofrece así una catequesis muy concreta sobre la persona de
Jesús
y sobre la forma de ser de quien desea seguirlo.
Viniendo al milagro de la tempestad
calmada, es evidente su significado
cristológico.
La intervención poderosa de Jesús suscita la pregunta esencial
sobre
su persona: "¿Quién será éste?". Los discípulos reconocen en Jesús
algo
extraordinario
y misterioso.
El modo de presentar la intervención de Jesús
en el lago hace pensar
que
probablemente los discípulos la asociaron con las intervenciones de
Dios
en la historia de Israel, sobre todo en le momento del paso del mar
Rojo.
Al menos esa es la interpretación a la que la liturgia lleva al lector
actual
de la Palabra a través del salmo 106 y de la lectura del libro de Job
que
la preceden.
No se trata de una interpretación sin
fundamento pues sabemos que,
según
la mentalidad judía, el Mesías debía renovar los prodigios del Antiguo
Testamento.
Esto explica también el temor que acompaña a la pregunta por la
identidad
de Jesús.
El milagro, ese milagro concretamente, no
sólo confirma la intuición
de
los discípulos de que allí hay algo más que un hombre como los otros, sino
que
les lleva a pensar que puede tratarse nada menos que del Mesías esperado.
Esa
percepción del misterio, como algo que supera al hombre, es lo que
produce
el temor y la angustia de los discípulos, porque al mismo tiempo se
ven
confirmados en su fe naciente y desbordados por la manifestación de Dios.
La calma de Nazaret
Contemplando la escena del evangelio de
hoy, podemos hacer una
reflexión
sobre el proceso que siguieron los discípulos en el nacimiento y
afianzamiento
de su fe, alargándola también al que llevaron a cabo María y
José.
Leyendo detenidamente los evangelios se
ve cómo la fe inicial suscitada
en
los discípulos por la invitación de Jesús a seguirlo y estar con Él,
necesitó
ser profundizada cada día a través de la enseñanza, la presencia,
el
contacto directo con el Maestro. En este camino juegan un papel muy
importante
los milagros. Son momentos en los que la fe es puesta a prueba,
pero
también estimulada. Son así pasos adelante que quienes siguen a Jesús
se
ven obligados a dar si no quieren adoptar la opción de muchos otros, que
consiste
en abandonarlo.
Cuando se plantea la alternativa, los discípulos
han recorrido un
camino
tan largo, aún en poco tiempo, que les parece imposible volverse
atrás,
y responden por boca de Pedro: "¿A quién, Señor, iremos? Tú solo
tienes
palabras de vida eterna" (Jn 6,68)
El camino de fe de María y de José en
Nazaret no conoció, sino en los
comienzos,
esos momentos exaltantes que provocan el "temor" ante la
manifestación
de Dios (Lc 1,30). Los largos años de Nazaret, que suponen
también
una progresiva maduración en la fe, están caracterizados por la
memoria
viva de los acontecimientos ("Su madre conservaba el recuerdo de todo
aquello"
Lc 2,51) y por el contacto directo con Jesús en la vida ordinaria.
No cabe duda que ambos elementos irían
dando a María y a José una
respuesta
cada vez más clara a la pregunta esencial del evangelio que hoy los
discípulos
se hacen: "¿Quién será pues, éste?" (Mc 4,41).
Podemos decir que no sólo Jesús, sino
también María y José crecieron
en
"sabiduría", esa sabiduría que supone el conocimiento cada vez más
profundo
del misterio y que supone en primer término la apertura que da la
fe.
Señor, ¿quién eres tú?
Vemos tu poder sobre el viento y el mar,
en el cielo y en la tierra,
pero tú, ¿quién eres?
Tú llenas el espacio y el tiempo del hombre,
y en el momento más oscuro estás ahí,
dispuesto a intervenir y a hacer reinar la calma
donde estaba la borrasca.
Pero, Señor, tú ¿quién eres?
Nuestra fe
Una vez calmado el viento y el mar, Jesús
reprocha a sus discípulos su
miedo
y su falta de fe. Podemos preguntarnos en qué se manifestó esa falta
de
fe, si en haber despertado al Maestro cuando se sentían en peligro o en
no
haberlo reconocido como Señor cuando intervino con poder, como después
hicieron.
En todo caso, el evangelio de hoy interpela también nuestra fe,
nuestra
fe actual y el proceso de maduración de nuestra fe, si leemos el
evangelio
a partir de Nazaret.
Con frecuencia vacila también la
estabilidad en la barca de nuestra
vida;
hay situaciones, problemas, dificultades que nos ponen en crisis. A
veces
nos puede venir la duda de si Dios se ha olvidado de nosotros; pero con
más
frecuencia nos viene la tentación de creerle dormido. Como consecuencia
hacemos
una interpretación de la historia y de nuestra propia existencia sin
tenerle
en cuenta, como si Él no estuviese.
Al creyente le asaltan siempre dos tentaciones:
la de querer
arreglárselas
por su cuenta (sacar el agua de la barca en medio de la
tormenta)
y la de querer hacer intervenir a Dios a cada paso para que le
saque
las castañas del fuego.
Jesús llama cobardes no tanto a quienes
han interrumpido su sueño en
la
barca cuanto a quienes no saben reconocerlo a través de los signos que
opera
en la naturaleza y en la historia. Bueno es saber que nuestro camino
de
maduración en la fe se mueve siempre entre esos dos escollos.
TB.hsf
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