12 de julio de 2015 - XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
"Los fue enviando de dos en
dos"
-Am 7,12-15 // -Sal 84 // -Ef 1,3-14 // -Mc 6,7-13
Marcos
6,7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los doce y los fue enviando
de dos en
dos, dándoles autoridad sobre los espíritus
inmundos. Les encargó que
llevaran para el camino un bastón y
nada más, pero ni pan ni alforja, ni
dinero suelto en la faja; que llevasen
sandalias, pero no una túnica de
repuesto.
Y añadió:
- Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el
polvo de los pies, para probar su
culpa.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios,
ungían con aceite a muchos enfermos y
los curaban.
Comentario
La Palabra de Dios nos presenta hoy el misterio de la vocación y misión
de Amós (1ª. lectura), de todos los
cristianos (2ª. lectura) y de los apóstoles
(3ª. lectura).
En la página evangélica vemos el envío de los doce. Rechazado por los
suyos en Nazaret, Jesús, a partir de
este momento, centra más su atención en
el grupo de los que le siguen y
comienza a desarrollar un aspecto importante
de su vocación: llamados por Jesús
"para estar con Él" (Mc 3,14), ahora los
envía para proclamar el mensaje como Él
mismo lo hacía y para llevar a cabo
las señales que Él mismo cumplía. Es
curioso observar que el evangelista
emplea para describir la misión de los apóstoles
las mismas expresiones que
hasta ese momento había usado para
decir en qué consistía el ministerio de
Jesús: "predicar, expulsar los
demonios, curar los enfermos".
Estas expresiones dan entender de una parte la continuidad de la misión
de Jesús en el tiempo de la Iglesia, y de
otra, en la línea de la revelación,
que la palabra y los signos se
complementan.
En el modo concreto de cumplir la misión confiada por Jesús, el
evangelio subraya la importancia de la
pobreza. Esta pone de manifiesto la
gratuidad del don recibido (de ello se
habla también en la 2ª. lectura) y la
libertad y entrega con los apóstoles
deberán dedicarse a anunciar el mensaje.
Las recomendaciones concretas sobre el modo concreto de proceder,
indican también las dificultades reales
de la misión. Jesús predice con toda
claridad que en algunos sitios serán
rechazados, como Él sabía por propia
experiencia y por la de los profetas
del Antiguo Testamento (1ª. lectura).
En todos los casos la realidad primera sobre la que se apoya toda
vocación y misión en la Iglesia es
"la inagotable generosidad" (Ef 1,7) del
Padre que llama y que tiene un designio
de amor para el mundo.
Desde Nazaret
El evangelista Marcos, que había ya anotado cómo fue de Nazaret (1,9)
de donde Jesús salió para ser bautizado
en el Jordán y comenzar su misión,
pone ahora el comienzo de la misión de
los doce a continuación de su paso por
Nazaret. Se diría que se trata de un
nuevo punto de partida y para ello se
empieza desde el mismo sitio elegido
por Jesús para salir a cumplir su
misión.
Así pues, leído desde Nazaret, podemos fijarnos sobre todo en la
importancia del tiempo vivido por los apóstoles
con Jesús antes de ser
enviados para aquella primera misión.
Desde que Jesús los llamó uno por uno para que lo siguieran y fueran
sus compañeros hasta el momento del envío,
pasó un tiempo de un cierto
aprendizaje y sobre todo de crecimiento
en la fe. Jesús por su parte, cumplió
una cierta función educadora reuniendo
el grupo, haciéndolo testigo de su
predicación y de sus intervenciones
milagrosas, compartiendo la vida con
ellos.
La distancia temporal entre la llamada y el envío comporta un camino
de preparación, de maduración que nos
recuerda en varios puntos la
experiencia de Jesús en Nazaret.
En ambos casos el apóstol se prepara, interioriza la llamada, se pone
a disposición para ser enviado. Son
pasos a veces juzgados inútiles porque
no se les ve la eficacia o apariencia
externa, pero sin ellos difícilmente
se aguanta la inexorable dificultad de
la misión.
Pero lo que más necesitamos entender es que ese aspecto de preparación
y formación es una dimensión de debe acompañar
siempre al apóstol. "Nazaret"
en ese sentido es una situación a la
que hay que volver siempre. Así lo hará
Jesús después de su primera misión en
Galilea (Mc 6,1-6) y también al regreso
de los apóstoles (Mc 6,31)
Es también un modo de celebrar el derroche de bondad, misericordia y
amor del Padre, que desde siempre elige
y acompaña la acción que tiende a
desarrollar en el mundo su plan de salvación.
Te bendecimos ,
Padre, porque nos has elegido
antes de crear el mundo.
Danos la fuerza del Espíritu Santo
para cumplir nuestra misión
como Jesús tu Hijo y nuestro Señor.
Tú eres nuestra única riqueza.
Queremos ir en tu nombre y confiado en tu
poder,
libres y pobres, para anunciar el
mensaje,
para luchar contra el mal,
para curar a los hermanos.
Con la fuerza del envío
Cobra cada vez m s fuerza en la iglesia la idea de que todos somos
llamados y enviados. El bautismo y la confirmación
sellan esa llamada y ese
envío de cada uno de los miembros del
pueblo de Dios.
La llamada y el envío de los doce por parte de Jesús tiene así, además
de su cometido propio, un valor simbólico
y paradigmático, al ser los doce
la representación del nuevo pueblo de
Dios.
La fuerza del envío está en la conciencia de que cada uno ha sido
elegido por parte de Dios. Sólo quien
siente el peso del amor y de la
predilección de Dios está en
condiciones de ser enviado. Como los apóstoles,
que habían vivido con Jesús y habían
empezado a creer en Él entreviendo el
misterio de su persona, también ahora
es necesario, antes de ser enviado,
"dejarse alcanzar" por el
amor de Cristo.
La experiencia del amor de Dios es lo que urge y pone en camino para
anunciar su reino. La premura y la
urgencia del envío, la itinerancia y el
poner atención únicamente a los bienes
del evangelio que la Palabra de Dios
hoy nos piden, pueden encontrar eco sólo
en un corazón que se sabe amado,
elegido muy por encima de los propios méritos:
"Destinándonos ya entonces a
ser adoptados por hijos suyos por medio
de Jesús Mesías -conforme a su querer y a su designio - a ser un himno a su
gloriosa generosidad" (Ef 1,5-6).
Es ese amor de Dios el que da la libertad y la disponibilidad para ir
sin llevar otra cosa que el evangelio y
para ser testigos de lo que se
proclama.
TB.hsf
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