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de septiembre de 2015 - XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
"Effetá: ábrete"
-Is 35,4-7 // -Sal 145 // -St 2,1-5 // -Mc 7 31-37
Marcos
7,31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el
territorio de Tiro, pasó por Sidón,
camino
del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un
sordo,
que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le
metió los dedos en los oídos
y
con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y dijo:
- Effetá.
(Esto es: "Abrete" )
Y al momento se le abrieron los oídos, se
le soltó la traba de la
lengua
y hablaba sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie;
pero, cuanto más se lo mandaba,
con
más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían:
-
Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Comentario
El mensaje de la Palabra de Dios en este
domingo se centra en la salva-
ción
liberadora que Dios ofrece en Cristo a todos los hombres.
Esta liberación es anunciada por el
profeta Isaías (1ª. lectura) en tono
festivo
presentándola como un nuevo éxodo en el que Dios se compromete con
su
pueblo y lo lleva a su tierra; es también la nueva creación en la que el
hombre
es restaurado en su dignidad primitiva y liberado de todo lo que le
degrada
y le oprime.
El caso concreto de la curación del
sordomudo que presenta el
evangelio,
puede ser vista como la realización plena de lo que anunciaba el
profeta.
En Cristo, Dios sale al encuentro del hombre y lo salva. En ese
sentido
es emblemática la figura del sordomudo, pues, Marcos lo presenta de
tal
modo que puede ser la imagen de cualquier hombre o del hombre sin más
calificativo.
Los detalles de la narración cobran así
un alto valor significativo;
En
primer término el lugar donde acontece el milagro, en plena Decápolis,
tierra
de paganos, lleva a ver en este personaje anónimo un símbolo del
paganismo,
incapaz de abrirse a la salvación. La doble enfermedad: sordera
y
mutismo dejan ver la reprensión de Jesús hacia la cerrazón de sus
discípulos,
aspecto particularmente acentuado en Marcos (Cfr. Mc 7,18;
8,17-18),
sobre todo si se compara con la fe de la mujer sirofenicia de la
que
se habla inmediatamente antes (Cfr. Mc 7,24-30).
Pero lo más interesante es el proceso
seguido en la curación, visto
como
itinerario del creyente que llega a la salvación en Cristo; El sordomudo
es
"presentado" (la salvación es un don que pide una colaboración).
Jesús lo
lleva
aparte, lejos de la gente (personaliza su intervención) y lo cura
inmediata
y totalmente. El milagro lleva al "secreto", a saber quién es
realmente
Jesús y a proclamarlo abiertamente.
Esa línea de acercamiento al hombre y
liberación de lo que le esclaviza
llevada
a cabo por Dios en Cristo es la misma que la 2ª. lectura recomienda
a
todo cristiano.
Un cuerpo y una casa
La lectura de la Palabra de Dios desde
Nazaret, lugar donde Dios se
encarna,
nos lleva a fijarnos en dos aspectos que hoy quedan explicitados de
una
manera particular. La liberación salvadora que Jesús trae, toca al hombre
ante
todo en su corporalidad.
A través de los detalles narrativos de
Marcos en el evangelio y de la
descripción
de la intervención salvadora de Dios hecha por Isaías, se
advierte
cómo es el cuerpo del hombre, aspecto de la persona que revela
mayormente
su debilidad, el que recibe de forma inmediata la liberación:
"Entonces
se despegarán los ojos del ciego y los oídos del sordo se
abrirán...
" (Is 35,5). "Se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de
la
lengua... " (Mc. 7,35).
El haber asumido un cuerpo es lo que
permite a Cristo intervenir en
nuestro
favor desde la condición más humilde del hombre. Así lo dice la carta
a
los Hebreos: "Como los suyos tienen todos la misma carne y sangre, también
Él
asumió una carne como la ellos, para, con su muerte, reducir a la
impotencia
al que tenía dominio sobre la muerte, es decir, al diablo" (2,14).
El
realismo con que Marcos describe el milagro operado por Jesús nos lleva
a
pensar cómo el poder de Dios actúa sirviéndose del cuerpo como instrumento:
"Le
metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con la saliva" (7,34).
Los
comentaristas ven en ese modo de proceder una alusión a la acción de Dios
para
liberar a su pueblo de manos del faraón (Ex 8,15). San Efrén dice: "El
poder
de Dios, que nosotros no podemos tocar, ha bajado a la tierra y ha
tomado
un cuerpo, para que nuestra debilidad pudiera alcanzarlo y llegar a
la
divinidad tocando la humanidad. El sordomudo curado por Cristo sintió que
sus
dedos de carne tocaban los oídos y la lengua. Pero cuando se le soltó la
lengua
y se le abrieron los oídos, a través de aquellos dedos accesibles a
sus
sentidos, llegó a la divinidad, que era inaccesible".
La renovación profunda que Dios opera en
el hombre que toca tiene
también
un reflejo en el medio ambiente que lo rodea; Es lo que Isaías
intenta
expresar poéticamente mostrando cómo, cuando Dios interviene, el
desierto
hostil e inculto se transforma en un jardín por donde el pueblo
transita
alegremente hacia la tierra prometida. El hombre salvado encontrará
así
una casa donde habitar con sus compañeros de camino. Ninguna imagen
traduce
mejor la salvación completa que Dios nos da en Cristo.
Señor Jesús, que todo lo haces bien,
que haces oír a los sordos y hablar a los
mudos,
nos presentamos ante ti con nuestros
hermanos los hombres
que necesitan tu liberación.
Señor, mete tus dedos, signo del poder de
Dios,
en nuestra boca y en nuestros oídos
para que se cure nuestra sordera y
nuestro mutismo.
Que sepamos escuchar lo que el Padre nos
dice
y cantar las maravillas que tú operas
en nosotros y en todos.
Vivir la liberación
El
hombre sanado por Jesús como nos es presentado en el evangelio de
hoy,
nos recuerda esa dimensión liberadora de la acción de Dios en nuestra
vida
y en la que nosotros mismos debemos entrar para bien nuestro y de los
demás.
Vivir la liberación en su sentido más
radical y profundo, es ante todo
aceptarla
como don de Dios que ha creado libre al hombre a su imagen y
semejanza.
Entrar en el proceso de liberación que el evangelio nos presenta
es
ayudar al hombre a recobrar su integridad y dignidad plena partiendo de
lo
más inmediato (la corporeidad disminuida o atrofiada) hasta llegar a la
dimensión
más profunda que es la fe en Cristo.
Ese proceso, en el que debemos sentirnos
implicados, a la vez como
sujetos
activos y pasivos, es el que lleva a reconocer la verdadera identidad
de
Jesús y de su acción. Él, como se dice de Dios en el libro del Génesis,
"hace
bien todas las cosas".
El punto de llegada del proceso de
liberación que debe alimentar
nuestra
esperanza es una creación nueva en la que todo hombre recobra su
dignidad
de persona humana y de hijo de Dios. Es lo que alienta a la
comunidad
de seguidores de Jesús que no puede contener la alegría y rompe el
secreto
proclamando que Él es el Señor y que es Él quien (hoy también por
medio
nuestro) hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Este es el camino que Dios mismo ha
elegido prefiriendo "a los que son
pobres
a los ojos del mundo para que fueran ricos de fe y herederos del
Reino"
(Sant. 2,5).TB.hsf
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