8
de noviembre de 2015 - XXXII DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo B
"Ha dado todo lo que tenía"
-1Re
17,10-16
-Sal
145
-Heb
9,24-28
Marcos 12,38-44
En aquel tiempo [enseñaba Jesús a la
multitud y les decía:
¡Cuidado con los letrados! Les encanta
pasearse con amplio ropaje y
que
les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las
sinagogas
y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de
las
viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibir n una sentencia m s
rigurosa.
Estando Jesús sentado enfrente del
cepillo del templo, observaba a la
gente
que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una
viuda
pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo:
Os aseguro que esa pobre viuda ha echado
en el cepillo más que nadie.
Porque
los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesi-
dad,
ha echado todo lo que tenía para vivir.
Comentario
La liturgia coloca hoy en la primera
lectura de la misa la figura de
una
viuda, tomándola del llamado "ciclo de Elías" en el libro de los
Reyes.
Es
una mujer que cree plenamente en la palabra de Dios y da lo poco que tiene
confiando
en la Providencia.
Esta figura, en su contexto veterotestamentario,
es
una llamada al pueblo de Israel para que se fíe de Dios en los tiempos
difíciles.
En el contexto litúrgico de este domingo
constituye un paralelo con esa
otra
mujer, también viuda, que aparece en el evangelio y que es capaz de dar
todo
lo que tiene para vivir. En contraste aparece el reproche de Jesús a los
fariseos
para quienes la religión se diría que más que un medio para expresar
la
fe sino de promoción social.
No cabe duda que el acercamiento de ambos
tipos de personajes efectuado
por
el evangelista hace que el contraste sea m s fuerte. Jesús que "no
necesitaba
informes de nadie, porque conocía al hombre por dentro" (Jn 2,25),
sabe
ver el gesto de la viuda y ponerlo de manifiesto ante sus discípulos de
modo
que el gesto sea una catequesis para la vida.
Se trata de la última enseñanza de Jesús,
según el evangelio de Marcos,
antes
del discurso sobre el fin de la ciudad de Jerusalén y del mundo, y de
entrar
en la pasión. El
gesto de la mujer que da todo, incluso lo que
necesita
para vivir, aparece así como paradigmático del que Jesús mismo se
prepara
a cumplir dando su propia vida.
La totalidad de ese don queda subrayada
por la 2¦ lectura, en la que,
a
la multitud de los sacrificios de la antigua alianza y al hecho de que el
sacerdote
ofrezca la sangre "de otro", se opone el sacrificio de Cristo,
quien
"se ofreció una sola vez para quitar los pecados de muchos".
Es una aplicación concreta y clara del
mandamiento del amor que
meditábamos
el domingo pasado. Se trata de amar con la totalidad de la
persona
(Dt 6,4-5). Esa es la verdadera fe y la verdadera religión,
incompatible
con las instrumentalizaciones y caricaturas que el hombre está
siempre
tentado de hacer de ella.
La verdad de Nazaret
El mensaje de las lecturas de hoy se
cifra en el contraste entre la
ostentación
de los escribas y fariseos y la generosidad secreta de la viuda,
que
solo Jesús advierte.
Por ese camino resulta fácil llegar a
contemplar la verdad de Nazarea.
Verdad
de Nazaret que consiste en esa fe pura que acoge la Palabra de Dios
y
la deja actuar en la propia vida hasta que todo queda transformado. Verdad
de
Nazaret en esa actitud humilde que ninguna ventaja recaba de la
familiaridad
con el Hijo de Dios, sino que permanece oculta y desconocida a
los
ojos de todos, como el gesto de la viuda. Verdad de Nazaret en la entrega
generosa
y total, necesaria para construir día a día una familia y para
construir
un día la gran familia de los hijos de Dios.
Hay una verdad de Nazaret hecha de
valores auténticos, y el sello de
su
autenticidad está precisamente en haber permanecido en secreto todo el
tiempo
que Dios quiso.
No es, pues, de extrañar que quien vivió
y vio entorno a sí esa
autenticidad
sencilla de una fe profunda y generosa, cuando fustiga las
falsas
apariencias y la ostentación, lo haga con términos tan duros como los
que
leemos hoy en el evangelio.
La búsqueda de un reconocimiento público,
la ambición de poder o
prestigio,
la hipocresía y la vanidad, son cosas tan lejanas y opuestas a la
experiencia
nazarena de Jesús, que no puede por menos de condenarlas
duramente:
"Esos tales recibir n una condena severísima" (Mc 12,20).
No se trata de juzgar a los demás y menos
aún de poner a unos contra
otros.
Lo que está en juego es la autenticidad de la relación con Dios y en
definitiva
la figura misma de Dios.
La verdad de Nazaret, reflejo de una
relación auténtica con el Dios,
nos
revela su imagen viva; Quien se sirve de la religión para medrar (actitud
farisaica
por excelencia) no pone a Dios en el primer puesto como pide el
primer
mandamiento.
Nazaret nos enseña hoy, a la luz del
evangelio, esos gestos pequeños
y
que quedan para siempre escondidos, pero que en su autenticidad expresan
el
amor del corazón.
Padre bueno, Tú pides de nosotros,
no el "mucho" de los ricos,
sino el "todo" de la viuda.
Te pedimos la fuerza del Espíritu Santo,
que nos haga verdaderos hijos tuyos,
y nos lleve, como a Jesús, a ofrecer
nuestra vida
al servicio de los hermanos,
sólo para gloria tuya.
Padre, también tú en un gesto de amor
inefable,
que nadie ha visto, has entregado
lo más precioso de ti mismo
al dar a tu Hijo amado para salvarnos.
Caminar en la verdad
Respondamos a la invitación de Jesús,
quien después de observar lo que
hizo
aquella viuda "llamó a sus discípulos" y les puso en evidencia
aquella
acción
para que aprendieran.
Tanto la viuda de Sarepta, que en su
extrema indigencia comparte lo que
tiene,
como la mujer del evangelio, que da lo que necesita para vivir,
muestran
claramente el camino a quienes quieren seguir la verdad del
evangelio
y marchar tras las huellas de Jesús. Ambas configuran las actitudes
básicas
del discípulo: apertura y confianza en Dios, siempre fiel, que nunca
abandona
a los que se entregan a Él, abandono a su voluntad y generosidad
para
dar la propia vida.
De esa actitud básica de fe, que tanto
contrasta con las falsas
motivaciones
de los fariseos y de los que dan sólo lo que les sobra, es de
donde
deben brotar las obras concretas del amor cristiano. No siempre es
fácil
evitar las interferencias en el paso de la fe a sus expresiones
concretas
en las obras, como tampoco es fácil saber permanecer en la humildad
y
en el "secreto" de la oración y de las buenas obras, que sólo el
padre ve.
Necesitamos cada día reconocer y vencer
al escriba y al fariseo que
anida
en nuestro corazón y que tiende constantemente a alterar la verdad en
nuestra
relación con Dios y con los demás, tanto en los gestos concretos de
la
vida de cada día como en las funciones que estamos llamados a desempeñar.
Necesitamos cada día volver a Nazaret, a
un encuentro personal con ese
Jesús,
que reafirme nuestra identidad cristiana y nos lleve a la verdad
total.
TB.hsf
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