14
de febrero de 2015 - I DOMINGO DE
CUARESMA – Ciclo C
"El Espíritu lo fue llevando por el desierto"
Deuteronomio 26,4-10
Dijo Moisés al pueblo:
- El sacerdote tomará de tu mano la cesta
con las primicias y la pondrá
ante
el altar del Señor, tu Dios.
Entonces tu dirás ante el Señor, tu Dios:
"Mi padre fue un arameo
errante,
que bajó a Egipto, y se estableció allí con unas pocas personas.
Pero luego creció, hasta convertirse en
una raza grande, potente y
numerosa.
Los Egipcios nos maltrataron y nos
oprimieron, y nos impusieron una
dura
esclavitud.
Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros
padres; y el Señor escuchó
nuestra
voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia.
El Señor nos sacó de Egipto con mano
fuerte y brazo extendido, en medio
de
gran terror, con signos y portentos.
Nos introdujo en este lugar, y nos dio
esta tierra, una tierra que mana
leche
y miel.
Por eso ahora traigo aquí las primicias
de los frutos del suelo, que
tú,
Señor, me has dado".
Las pondrás ante el Señor, tu Dios, y te
postrarás en presencia del
Señor,
tu Dios.
Romanos 10,8-13
La Escritura dice: "La palabra está
cerca de ti: la tienes en los labios
y
en el corazón."
Se refiere al mensaje de la fe que os
anunciamos.
Porque si tus labios profesan que Jesús
es el Señor y tu corazón cree
que
Dios lo resucitó, te salvarás.
Por la fe del corazón llegamos a la
justicia, y por la profesión de los
labios
a la salvación.
Dice la Escritura: "Nadie que cree
en Él quedará defraudado".
Porque no hay distinción entre Judío y
Griego; ya que uno mismo es el
Señor
de todos, generoso con todos los que lo invocan.
Pues "todo el que invoca el nombre
del Señor se salvará."
Lucas 4,1-13
En
aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán,
y
durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto,
mientras
era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al
final sintió hambre. Entonces
el
diablo le dijo:
- Si eres el Hijo de Dios, dile a esta
piedra que se convierta en pan.
Jesús le contestó:
- Está escrito: "No sólo de pan vive
el hombre".
Después, llevándole a lo alto, el diablo
le mostró en un instante todos
los
reinos del mundo, y le dijo:
- Te daré el poder y la gloria de todo
eso, porque a mí me lo han dado
y
yo lo doy a quien quiero. Si tu te arrodillas delante de mí, todo será
tuyo.
Jesús le contestó:
- Está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás
y a El solo darás culto".
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso
en el alero del templo y le
dijo:
- Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí
abajo, porque está escrito: "En-
cargaré
a los ángeles que cuiden de Ti", y también: "te sostendrán en
sus
manos,
para que tu pie no tropiece con las piedras".
Jesús le contestó:
- Está mandado: "No tentarás al
Señor tu Dios".
Completadas las tentaciones, el demonio
se marchó hasta otra ocasión.
Comentario
Comenzamos hoy el itinerario penitencial
que nos llevará a la Pascua,
signo
supremo de nuestra reconciliación con el Padre.
En el primer domingo de cuaresma leemos
el evangelio de la prueba de
Jesús
en el desierto.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, que
había recibido en plenitud en el
bautismo,
fue conducido por ese mismo Espíritu al desierto. Y allí, en el
desierto,
el diablo le puso a prueba.
Examinando cuales son las tres
tentaciones que el diablo le presenta,
pueden
considerarse como una sola prueba fundamental: el intento de alejarlo
del
cumplimiento de la voluntad del Padre.
"Si eres hijo de Dios, dile a esta
piedra que se convierta en pan". Es
la
tentación de la concupiscencia de la carne". Como todo hombre, Jesús se
ve
impulsado a independizarse del Padre, que da el pan y la vida. Para Jesús
la
tentación consistía en concreto en iniciar la senda de un mesianismo pura-
mente
humano. Pero Él adopta desde el principio una actitud de plena
confianza
filial en el Padre. Así podrá decir más tarde: "No andéis agobiados
pensando
que vais a comer, o que vais a beber..." Mt 6,31. Es la línea de
pobreza
de Jesús. Para Él el alimento es la voluntad del Padre.
"Te daré todo este poder y toda esta
gloria... " Es la tentación de la
"concupiscencia
de los ojos". El diablo pretende inclinarlo hacia un me-
sianismo
de tipo político y temporal, alejándolo del designio del Padre que
lo
quiere el Mesías de la humillación y de la cruz. Es la tentación del
poder,
que a tantos ha corrompido y de la que pocos se ven libres. Jesús en
su
respuesta deja bien claro que el único absoluto es Dios ante quien todos
tienen
que postrarse.
"Si eres Hijo de Dios, tírate de
aquí abajo..." Es la tentación del
"orgullo
de la vida" que pretende desafiar a Dios y ponerlo al propio
servicio.
Para Jesús suponía la opción entre presentarse con la ostentación
propia
del Mesías o ir por el camino de la humildad y de la sencillez. Y es
éste
el camino que elige mostrando así, bien a las claras, que es el verdadero
Hijo
de Dios.
El evangelio de hoy termina con una frase
de tono misterioso: "El
diablo,
acabadas sus pruebas, se marchó hasta su momento". Este momento es
sin
duda el de la pasión y muerte de Jesús. Fue entonces cuando Jesús sintió
todo
el peso de la fragilidad de su condición humana y "el poder de las ti-
nieblas"
Lc 22,53.
Jesús superó aquella suprema tentación
con la oración, poniéndose con
total
confianza en las manos del Padre.
La prueba de Nazaret
La vida en Nazaret fue también un tiempo
de prueba que fue madurando
las
respuestas firmes y tajantes dadas por Jesús al tentador en el desierto.
Podríamos decir que la tentación típica
de Nazaret es la que el diablo
puso
a Jesús en tercer lugar, la de querer manifestar el propio valer, la de
creerse
por encima de los demás, la de pensar que Dios mismo debe estar al
servicio
del hombre y mandar sus ángeles para que no tropiece.
En la historia real de Jesús, María y
José en Nazaret nada hay que
indique
el recurso a lo divino para valorar lo humano o remediar su in-
capacidad
y limitación. Los tres sabían desde el principio el misterio que
se
albergaba en su casa y, sin embargo, el tiempo pasaba y pasaba sin que
nada
diera a entender quién era el que vivía allí. La distancia entre la
realidad
divina de Jesús y la realidad de su vida en Nazaret mide la grandeza
de
este misterio.
Jesús no eligió el camino fácil de
mostrarse como Hijo de Dios antes
de
tiempo. En las palabras de S. Pablo: "No se aferró a su categoría de Dios;
al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, ha-
ciéndose
uno de tantos" Fil 2,6-7. Jesús siguió el camino de la humildad y
de
la pobreza y, sólo cuando el Padre quiso, abandonó Nazaret para anunciar
la
llegada del Reino.
La actitud de Jesús en el momento de la
suprema tentación ("Si eres
Hijo
de Dios, sálvate y baja de la cruz" Mt 27,40) ilumina de forma de-
finitiva
su actitud de no abandonar Nazaret antes de tiempo para mostrar
quién
era.
Nuestra tentación
Quien intenta vivir hoy el estilo de vida
de Nazaret, se encuentra fre-
cuentemente
con la tentación de querer poner en evidencia lo que vale, de
abandonar
la sana tensión existente entre el ser y aparecer, de dar rienda
suelta
a lo más superficial.
En las fases más agudas de esta
tentación, propia de Nazaret, se llega
a
no ver sentido a una vida así. No se acierta a entender cómo Dios puede
salvar
el mundo a través de los minúsculos gestos de servicio que pide la
vida
de familia, a través del cansancio de un trabajo monótono y poco bri-
llante,
a través de una vida sin perspectivas amplias, notorias, iluminadoras
para
personas o grupos.
Quien vive momentos así, está tentado de
escapar de Nazaret para, por
fin-,
empezar a hacer algo en la vida, porque le parece que estar así,
viviendo
como en Nazaret, es perder el tiempo.
El origen de esta tentación puede estar
fuera de nosotros, pero lo más
frecuente
es que provenga de esa parte de nosotros mismos aún no redimida que
todos
llevamos dentro. En la raíz de esta tentación hay una falta de con-
fianza
en Dios, dueño de nuestra vida, que sabe, y cómo-, lo que hay que
hacer
para salvar al mundo. Nuestra iniciativa, o nuestra impaciencia, (o
nuestro
orgullo) nos lleva a querer acortar el tiempo de Nazaret, a querer
ver
que ya existe el reino de Dios, a querer mostrar -como le proponía a
Jesús
el diablo- que somos hijos de Dios, por medios muy distintos a los que
él
mismo nos propone.
El camino de Nazaret es el camino de la
humildad, de la sencillez, de
la
vida oscura en familia, del vivir más que predicar. Nazaret es el tiempo
de
vivir lo que más tarde, cuando Dios quiera y por los medios que Él quiera,
se
anunciará. El reinado de Dios en Nazaret se parece a un tesoro escondido
en
el campo; si un hombre lo encuentra lo vuelve a esconder y de la alegría
va
a vender todo lo que tiene y compra el campo aquel. Mt. 13,44.
Teodoro
Berzal.hsf
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