sábado, 13 de febrero de 2016

Ciclo C - Cuaresma - Domingo I

14 de febrero de 2015 - I DOMINGO DE CUARESMA – Ciclo C

"El Espíritu lo fue llevando por el desierto"

Deuteronomio 26,4-10
      Dijo Moisés al pueblo:
      - El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá 
ante el altar del Señor, tu Dios.
      Entonces tu dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo
errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí con unas pocas personas.
      Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y
numerosa.
      Los Egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una
dura esclavitud.
   Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres; y el Señor escuchó
nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia.
      El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio
de gran terror, con signos y portentos.
      Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana
leche y miel.
      Por eso ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo, que
tú, Señor, me has dado".
      Las pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del
Señor, tu Dios.

Romanos 10,8-13
   La Escritura dice: "La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios
y en el corazón."
      Se refiere al mensaje de la fe que os anunciamos.
      Porque si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree
que Dios lo resucitó, te salvarás.
      Por la fe del corazón llegamos a la justicia, y por la profesión de los
labios a la salvación.
      Dice la Escritura: "Nadie que cree en Él quedará defraudado".
      Porque no hay distinción entre Judío y Griego; ya que uno mismo es el
Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan.
      Pues "todo el que invoca el nombre del Señor se salvará."
                           
Lucas 4,1-13
      En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán,
y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto,
mientras era tentado por el diablo.
      Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces
el diablo le dijo:
      - Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
      Jesús le contestó:
      - Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".
      Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos
los reinos del mundo, y le dijo:
      - Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado
y yo lo doy a quien quiero. Si tu te arrodillas delante de mí, todo será 
tuyo.
      Jesús le contestó:
      - Está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto".
      Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le
dijo:
      - Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "En-
cargaré a los  ángeles que cuiden de Ti", y también: "te sostendrán en sus
manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".
      Jesús le contestó:
      - Está mandado: "No tentarás al Señor tu Dios".
      Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Comentario
      Comenzamos hoy el itinerario penitencial que nos llevará a la Pascua,
signo supremo de nuestra reconciliación con el Padre.
      En el primer domingo de cuaresma leemos el evangelio de la prueba de
Jesús en el desierto.
      Jesús, lleno del Espíritu Santo, que había recibido en plenitud en el
bautismo, fue conducido por ese mismo Espíritu al desierto. Y allí, en el
desierto, el diablo le puso a prueba.
      Examinando cuales son las tres tentaciones que el diablo le presenta,
pueden considerarse como una sola prueba fundamental: el intento de alejarlo
del cumplimiento de la voluntad del Padre.
      "Si eres hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan". Es
la tentación de la concupiscencia de la carne". Como todo hombre, Jesús se
ve impulsado a independizarse del Padre, que da el pan y la vida. Para Jesús
la tentación consistía en concreto en iniciar la senda de un mesianismo pura-
mente humano. Pero Él adopta desde el principio una actitud de plena
confianza filial en el Padre. Así podrá decir más tarde: "No andéis agobiados
pensando que vais a comer, o que vais a beber..." Mt 6,31. Es la línea de
pobreza de Jesús. Para Él el alimento es la voluntad del Padre.
      "Te daré todo este poder y toda esta gloria... " Es la tentación de la
"concupiscencia de los ojos". El diablo pretende inclinarlo hacia un me-
sianismo de tipo político y temporal, alejándolo del designio del Padre que
lo quiere el Mesías de la humillación y de la cruz. Es la tentación del
poder, que a tantos ha corrompido y de la que pocos se ven libres. Jesús en
su respuesta deja bien claro que el único absoluto es Dios ante quien todos
tienen que postrarse.
      "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo..." Es la tentación del
"orgullo de la vida" que pretende desafiar a Dios y ponerlo al propio
servicio. Para Jesús suponía la opción entre presentarse con la ostentación
propia del Mesías o ir por el camino de la humildad y de la sencillez. Y es
éste el camino que elige mostrando así, bien a las claras, que es el verdadero
Hijo de Dios.
      El evangelio de hoy termina con una frase de tono misterioso: "El
diablo, acabadas sus pruebas, se marchó hasta su momento". Este momento es
sin duda el de la pasión y muerte de Jesús. Fue entonces cuando Jesús sintió
todo el peso de la fragilidad de su condición humana y "el poder de las ti-
nieblas" Lc 22,53.
      Jesús superó aquella suprema tentación con la oración, poniéndose con
total confianza en las manos del Padre.

La prueba de Nazaret
      La vida en Nazaret fue también un tiempo de prueba que fue madurando
las respuestas firmes y tajantes dadas por Jesús al tentador en el desierto.
      Podríamos decir que la tentación típica de Nazaret es la que el diablo
puso a Jesús en tercer lugar, la de querer manifestar el propio valer, la de
creerse por encima de los demás, la de pensar que Dios mismo debe estar al
servicio del hombre y mandar sus ángeles para que no tropiece.
      En la historia real de Jesús, María y José en Nazaret nada hay que
indique el recurso a lo divino para valorar lo humano o remediar su in-
capacidad y limitación. Los tres sabían desde el principio el misterio que
se albergaba en su casa y, sin embargo, el tiempo pasaba y pasaba sin que
nada diera a entender quién era el que vivía allí. La distancia entre la
realidad divina de Jesús y la realidad de su vida en Nazaret mide la grandeza
de este misterio.
      Jesús no eligió el camino fácil de mostrarse como Hijo de Dios antes
de tiempo. En las palabras de S. Pablo: "No se aferró a su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, ha-
ciéndose uno de tantos" Fil 2,6-7. Jesús siguió el camino de la humildad y
de la pobreza y, sólo cuando el Padre quiso, abandonó Nazaret para anunciar
la llegada del Reino.
      La actitud de Jesús en el momento de la suprema tentación ("Si eres
Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz" Mt 27,40) ilumina de forma de-
finitiva su actitud de no abandonar Nazaret antes de tiempo para mostrar
quién era.

Nuestra tentación
      Quien intenta vivir hoy el estilo de vida de Nazaret, se encuentra fre-
cuentemente con la tentación de querer poner en evidencia lo que vale, de
abandonar la sana tensión existente entre el ser y aparecer, de dar rienda
suelta a lo más superficial.
      En las fases más agudas de esta tentación, propia de Nazaret, se llega
a no ver sentido a una vida así. No se acierta a entender cómo Dios puede
salvar el mundo a través de los minúsculos gestos de servicio que pide la
vida de familia, a través del cansancio de un trabajo monótono y poco bri-
llante, a través de una vida sin perspectivas amplias, notorias, iluminadoras
para personas o grupos.
      Quien vive momentos así, está tentado de escapar de Nazaret para, ­por
fin-, empezar a hacer algo en la vida, porque le parece que estar así,
viviendo como en Nazaret, es perder el tiempo.
      El origen de esta tentación puede estar fuera de nosotros, pero lo más
frecuente es que provenga de esa parte de nosotros mismos aún no redimida que
todos llevamos dentro. En la raíz de esta tentación hay una falta de con-
fianza en Dios, dueño de nuestra vida, que sabe, ­y cómo-, lo que hay que
hacer para salvar al mundo. Nuestra iniciativa, o nuestra impaciencia, (o
nuestro orgullo) nos lleva a querer acortar el tiempo de Nazaret, a querer
ver que ya existe el reino de Dios, a querer mostrar -como le proponía a
Jesús el diablo- que somos hijos de Dios, por medios muy distintos a los que
él mismo nos propone.
      El camino de Nazaret es el camino de la humildad, de la sencillez, de
la vida oscura en familia, del vivir más que predicar. Nazaret es el tiempo
de vivir lo que más tarde, cuando Dios quiera y por los medios que Él quiera,
se anunciará. El reinado de Dios en Nazaret se parece a un tesoro escondido
en el campo; si un hombre lo encuentra lo vuelve a esconder y de la alegría
va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquel. Mt. 13,44.

Teodoro Berzal.hsf

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