sábado, 16 de junio de 2018

Ciclo B -TO - Domingo XI


17 de junio de 2018 - XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo B

“…al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña,
pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas…”

-Ez 17, 22-24
-Sal 91
-2Co 5, 6-10
-Mc 4, 26-34

En aquel tiempo, decía Jesús a las turbas:
El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va
produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.
Dijo también:
¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.
Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

El comentario

La finalidad de las parábolas que Marcos recoge en el cap. 4 de su evangelio parece ser la de suscitar la confianza de los discípulos de Jesús en su persona y en su misión. Después del entusiasmo suscitado por los primeros milagros y el anuncio inicial de la llegada del reino, se advierte un momento de dificultad en el ministerio de Jesús: algunos lo abandonan, otros dudan. En esas circunstancias las parábolas tienden a afianzar la fe vacilante de los
discípulos y al mismo tiempo nos descubren dimensiones importantes de la obra de la salvación.
"El reinado de Dios es como cuando un hombre siembra. . . “El mensaje inmediato está claro: Jesús dice a sus discípulos desanimados que hay que tener paciencia; que la palabra anunciada, aunque parezca momentáneamente perdida, un día dará su fruto. La otra parábola, la del grano de mostaza subraya aún con mayor fuerza el contraste entre la debilidad de la situación inicial del reino de Dios y su pleno desarrollo.
De esa fuerte paradoja expresada en las dos parábolas se deduce el mensaje permanente para el discípulo de Jesús: el resultado final de la obra salvadora no depende de lo que él haga o no haga; en primer lugar porque la iniciativa viene de Dios, como subraya también la 1ª lectura. Pero esa acción primera y permanente de Dios invita al seguidor de Jesús a una generosidad sin medida, como la del sembrador, que lo da todo fiándose de la capacidad interna que tiene la semilla para producir fruto.
Quedan así reforzadas las razones de esperanza que tiene el discípulo de Jesús, ya que en último término lo único que se le pide es una confianza total.

Crecimiento y cosecha

El punto de partida para entender las parábolas de Jesús es su experiencia concreta de las situaciones presentadas en esas semejanzas y su el punto de llegada es su experiencia de vida en ellas transmitida. Es el camino de interpretación que han seguido muchas veces los Padres de la Iglesia. Así S. Ambrosio dice un su Comentario a S.  Lucas: "Tú siembra al Señor Jesús: él es una semilla cuando lo arrestan y un árbol cuando resucita, un árbol que da vida al mundo entero. Es una semilla cuando es enterrado en el sepulcro y un árbol cuando es elevado al cielo".
Siguiendo ese mismo procedimiento podemos meditar las parábolas de hoy a la luz de la experiencia de Jesús en Nazaret.
En el texto mismo de la parábola de la semilla que crece sola hay como dos progresiones diversas en el paso del tiempo: primero está el lento discurrir de los días y las noches mientras la semilla germina por su cuenta. "La tierra va produciendo la cosecha ella sola" en una duración ininterrumpida que comprende varias etapas: "primero los tallos, luego la espiga, después el grano en la espiga". Después de ese lento proceso, si leemos con atención el texto, parece que todo se precipita: el labrador, que ha esperado tanto tiempo "mete enseguida la hoz". Una sensación parecida produce la lectura de un texto de S. Juan con el mismo tema: "Decís que faltan cuatro mese para la siega, ¿verdad? Pues yo os digo esto: levantad la vista y contemplad los campos; ya están dorados para la siega" (Jn 4, 35, 36).
La paradoja de la "sorpresa" ante lo que uno ha esperado durante mucho tiempo es una experiencia que todos tenemos y refleja también lo que supuso el cambio de ritmo en la vida de Jesús al pasar del tiempo del "crecimiento" en Nazaret al tiempo de la "cosecha" en sus años de ministerio. La paradoja revela en el fondo el mismo mensaje que las parábolas nos transmiten hoy: que no hay parámetros racionales desde una lógica puramente humana para entender el modo de actuar de Dios y la forma de acontecer de su reino.
El lento pasar de los días en Nazaret nos ayuda a entender mejor ese contraste que es una constante en la historia de la salvación.

Nosotros vemos hoy, Señor,
los ramos de tu árbol extendidos
por los cinco continentes
y a través de veinte siglos de historia.
Tan grande el árbol y, sin embargo, tan pequeño
en relación con la magnitud del mundo.
Árbol pequeño y débil en muchas partes
 y en muchas situaciones.
Hoy también el reino es una semilla
 que un hombre echa en un campo. . .

Sembrar

Sólo con la mentalidad del sembrador se puede colaborar a la extensión del reino de Dios. Sembrador es aquel que lo da todo, que no se queda con una reserva entre las manos. Sembrador es aquel que tiene plena confianza en la fuerza germinativa de la semilla. Sembrador es aquel que después de haber echado la semilla en tierra sabe quedarse en paz (dormir) dejando que pasen las noches y los días. Sembrador es aquel que tiene esperanza de poder cosechar un día. El sembrador es optimista por naturaleza, a veces un poco loco. Sabe que no todos los terrenos producen lo mismo, sabe que no todos los tiempos son iguales para germinar. Pero él sabe que debe arriesgar siempre y siembra en todas partes y a todas horas.
El sembrador evangélico confía en la semilla que es "la palabra de Dios" (Lc 8, 11) y está convencido de que a pesar de los tiempos de oscuridad y aparentemente inútiles que median entre la sementera y la cosecha, la acción de Dios está allí en el secreto y en el silencio.
Este es el aspecto que manifiesta mayormente la experiencia de Nazaret. Por eso quien desea centrar su vida entorno a esa experiencia, pone en primer plano el trabajo sencillo y callado, la atención prolongada a la palabra y a la acción de Dios, la sensibilidad a los signos que él va dando a través de la historia, para percibir cuando es el momento de la cosecha para que nada se pierda por precipitar las cosas, para que nada se pierda por llegar tarde.

TEODORO BERZAL. Hsf

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