sábado, 30 de junio de 2018

Ciclo B - TO - Domingo XIII


1 de julio de 2018 - XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

                           "Tu fe te ha curado"

-Sab 1,13-15;2,23-24
-Sal 29
-2Co 87. 9. 13-15
-Mc 5,21-43

Marcos 5,21-43

      En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió
mucha gente alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la
sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insis-
tencia:
       - Mi hija está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que
se cure y viva.
      Jesús se fue con Él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
      Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años.
Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había
gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor.
Oyó habla de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el man-
to, pensando que, con sólo tocarle el vestido, curaría.
      Inmediatamente se secó la fuente de hemorragias y notó que su cuerpo
estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de Él, se volvió en
seguida, en medio de la gente preguntando:
      - ¿Quién me ha tocado el manto?
      Los discípulos le contestaron:
      - Ves como te apretuja la gente y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"
       Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se
acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó
a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
      - Hija, tu fe te ha curado; vete en paz y con salud.
      Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la
sinagoga para decirle:
      - Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?
       Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
      - No temas; basta que tengas fe.
      No permitió que le acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan,
el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró
el alboroto, de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
      - ¿Qué estrépito y lloros son estos? La niña no está muerta, está
dormida.
      Se reían de Él. Pero Él los echó fuera a todos, y con el padre y la
madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de
la mano y le dijo:
      - Talitha qumi.
      (Que significa: Contigo hablo, niña, levántate)
      La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar -tenía doce años-
Con lo que quedaron poseídos del mayor asombro.
      Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer
a la niña.

Comentario

      Los dos milagros que vemos hoy en el evangelio, históricamente así
acaecidos o asociados por el evangelista, se sitúan en pleno ministerio de
Jesús y tienen como marco geográfico las villas del lago de Genesaret.
      Además de la figura de Jesús, dos personajes descuellan en esta
narración: la mujer que padecía flujo de sangre y Jairo, jefe de la sinagoga.
En ambos se da ese paso inicial de la fe que supone buscar la salvación
(curación) fuera de uno mismo y de las propias posibilidades. Ambos la
buscan, en efecto, en Jesús.
      Pero Jesús, a través del milagro que cumple y en diálogo con ellos, les
lleva a dar un paso más en su camino de fe: a cada uno desde su propia
situación. A la mujer sanada la lleva desde su fe envuelta en algo de
superstición ("con que le toque, aunque sea la ropa, me curo") a esa relación
más personal con Él que supone identificarse y dar testimonio ante los demás.
Jairo por su parte es conducido desde la confianza en el poder sanador de
Jesús hasta admitir la posibilidad de que su hija muerta resucite.
      Es un camino hacia la vida el que Jesús recorre hoy a través de los dos
milagros que cumple (este aspecto es puesto de relieve por la lectura del
libro de la Sabiduría) en el que quiere implicar a los beneficiarios de esos
acciones y a sus discípulos (de entonces y de hoy).
      En ese camino dos cosas son importantes: la acción salvadora de Dios
que se manifiesta plenamente en Jesús, de la que son prueba evidente los
milagros, y la fe de quien lo sigue, que necesita constantemente ser
purificada y purificada para no quedarse en el cascarón del acontecimiento
y llegar a lo esencial de los signos.

El secreto

      Los comentaristas del evangelio acostumbran a usar el término "secreto
mesiánico" para expresar la insistencia de Jesús en mantener oculta su
verdadera identidad. La prohibición de proclamar abiertamente que Jesús es
el Mesías es particularmente clara en el evangelio de Marcos. El pasaje que
leemos hoy da una muestra cuando, después de resucitar a la hija de Jairo,
el evangelista anota: "Les insistió en que nadie se enterase" (Mc 4,43).
      La notación es tanto más interesante desde el punto de vista
cristológico cuanto más contradictoria resulta en sí misma: el milagro está
cumplido, la niña estaba viva y nadie podía ocultar lo sucedido.
      La prohibición que Jesús íntima a sus discípulos parece estar en
relación con la distorsión que podía hacerse de la figura del Mesías en el
ambiente judío de la época si no se tomaban ciertas precauciones. Por otra
parte hay en el evangelio de Marcos una línea clara de revelación de la
verdadera identidad de Jesús que va desde el primer versículo ("Así comenzó
la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios") hasta la declaración ante
el sumo sacerdote en el momento culminante de la pasión (Mc 14,61-62). Esto
lleva a una educación de la fe de los discípulos recogida sobre todo en la
confesión de Pedro: "Tú eres el Cristo" (Mc 8,29).
      A nosotros nos interesa ahora ver ese "secreto mesiánico" en relación
al tiempo de Nazaret. Porque también allí (y durante mucho tiempo) se mantuvo
el secreto de la verdadera identidad de Jesús, proclamada por el Ángel en el
momento del anuncio de su concepción.
      Si queremos descubrir toda la profundidad del misterio de Nazaret
tenemos que proyectar a los años de la infancia y juventud de Jesús esa
tensión revelación/secreto que Marcos pone de relieve durante los años de su
ministerio público.
      Esa economía de la revelación educó profundamente a María y a José en
su camino de fe, de manera que ellos conocieron el verdadero alcance de la
misión de Jesús y supieron esperar el momento de su manifestación.

Te bendecimos, Padre, Dios de la vida,
porque en el combate entre la vida y la muerte,
Jesús ha vencido a la muerte
y nos ha dado la plenitud de la vida
mediante el Espíritu Santo.
Condúcenos en el camino de la fe,
que sabe acompañar la vida
e irla dando cada día
en las ocasiones en que alguien
se nos acerca para pedir ayuda.

Nuestro camino con Jesús

      Como a los discípulos, testigos de las maravillas obradas por Jesús,
la Palabra nos invita a seguirlo en su ministerio y en su camino hacia la
vida que pasa por el misterio de la muerte y resurrección.
      Estando cada día en su presencia henos de buscar el modo de vivir como
Él. Debemos aprender a acoger a las personas en la situación en que se
encuentran, con sus motivaciones actuales, y ayudarlas, como Jesús a dar el
paso de fe que pueden dar.
      La tarea de los cristianos en el campo de la atención (esporádica u
organizada) a los enfermos y a los que sufren, es inmensa, si queremos
traducir hoy con realismo la misericordia del corazón de Jesús y sus gestos
de curación.
      Los discípulos de Jesús nos movemos hoy, como en los tiempos del
evangelio, en ese camino del testimonio de las obras que va desde el
permanecer en el secreto de su verdadera identidad a la proclamación
explícita del Señor.
      La vida en Nazaret después de Pentecostés agudiza, pero no suprime
jamás la tensión entre el secreto y la proclamación del mensaje. Es eso quizá 
lo que más debemos aprender en estos tiempos en los que tan fácil resulta
gastar las palabras, incluso las más santas, para no decir nada. Estar en el
secreto y vivirlo hasta el fondo, sin perder la esperanza, es el punto clave
de la vida nazarena y de toda vida cristiana.

TEODORO BERZAL.hsf

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