21 de octubre de 2018 - XXIX DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO – Ciclo B
"El que quiera ser
el primero, sea esclavo de todos"
-Is 53,2. 3.
10-11
-Sal 32
-Heb 4,14-16
-Mc 10,35-45
Marcos
10,35-45
En aquel tiempo, se
acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago
y Juan, y le dijeron:
Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
Les preguntó:
¿Qué‚ queréis que haga por vosotros?
Contestaron:
Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu
izquierda.
Jesús replicó:
No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de
beber, o de bautizaros con el bautismo
con que yo me voy a bautizar?
Contestaron:
Lo somos.
Jesús les dijo:
El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el
bautismo con que yo me voy a bautizar,
pero el sentarse a mi derecha o a mi
izquierda no me toca a mí concederlo;
está ya reservado.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: (en la forma abreviada: reuniendo a los
Doce... )
Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los
tiranizan, y que los grandes los
oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera
ser grande, sea vuestro servidor; y el
que quiera ser primero, sea esclavo
de todos. Porque el Hijo del hombre no
ha venido para que le sirvan, sino
para servir y dar su vida en rescate
por todos.
Comentario
La línea principal del mensaje de este domingo parte de Cristo, Hijo
de Dios y sacerdote solidario con
nosotros (2a lectura) para subrayar dos
aspectos esenciales del misterio
cristiano: el servicio y el rescate que Él
ha pagado por todos. Este modo de
actuar de Cristo configura un nuevo tipo
de relaciones dentro de la comunidad de
sus discípulos y el modo concreto
de ejercer la autoridad.
La pregunta de los hijos de Zebedeo revela una vez m s la
incomprensión
de los discípulos del camino elegido
por Jesús para salvar a los hombres. Él
no rechaza la pregunta, sino que toma
pie de ella para dar una explicación
más amplia dirigida a todos sus
seguidores.
En el breve diálogo con Santiago y Juan y a través de dos imágenes
simbólicas bien conocidas den el
lenguaje bíblico (el cáliz y el bautismo),
Jesús reafirma el anuncio de su pasión
y muerte que había hecho
inmediatamente antes (Mc 10,33-34).
Muestra al mismo tiempo que la muerte del
discípulo no puede ser distinta de la
del maestro (Jn 13,16). No se trata,
sin embargo de un empeño puramente
humano; es algo que el Padre "ha prepara-
do" (10,40).
Ante la reacción de los otros discípulos, que no eran ajenos al
problema suscitado por los dos
Zebedeos, Jesús los convoca a todos, casi como
en una nueva llamada, para dejar bien
claro que, frente a lo que sucede en
todos los demás pueblos, en la sociedad
que el crea existe un orden diverso.
En ella, quien quiera ser el primero
debe hacerse siervo de todos. Es el
"orden" que Él mismo
establecerá entregando su vida por todos.
Esa situación creada por Jesús con la entrega de su vida, es normativa
para la Iglesia en dos sentidos.
Primero como exigencia de continuar el mismo
estilo de vida del Maestro, pero
también indica que nadie puede sustituirlo
en el primer puesto. Sólo Él, en
efecto, con su muerte en la cruz, ha
rescatado a todos.
Esa relación entre servicio a la comunidad y rescate constituye una de
las primeras confesiones de fe en Jesús
como Mesías y hace eco al canto del
siervo de Yavé que la liturgia propone
en la 1a lectura.
El primero en Nazaret
A la luz del evangelio de hoy, no
sé si es ocioso plantearse la
pregunta de quién era el primero en
Nazaret.
Desde un cierto punto de vista, es María, la madre, el centro del
hogar. En torno a su fe en la Palabra y
a sus cuidados maternos se construyó
la familia de Nazaret.
Desde otro punto de vista, evidentemente es Jesús el punto focal de
Nazaret. El Hijo de Dios une la familia
divina con la familia de Nazaret y
le comunica ese valor único que da
sentido a todo lo demás.
Pero podemos decir también que el primero en Nazaret era José, porque
él, como padre de familia, tenía la
autoridad. Una autoridad que en el
contexto del pueblo hebreo era a la vez
social y religiosa. Era, por tanto,
la figura y mediación de la voluntad
del Padre.
¿Quién era el primero en Nazaret? allí se vivió ya ese "orden
nuevo"
de la comunidad cristiana que Cristo
quiso establecer entre sus seguidores.
En el contexto del evangelio de Mateo (23,10), las palabras de Jesús
sobre el primer puesto, parecen tener
un mayor realismo nazareno, porque
están precedidas por la frase "no
os llaméis 'padre' unos a otros en la
tierra", y van seguidas de esta
otra expresión: "A quien se encumbra lo
Abajarán".
Los autores cristianos, expresando una intuición común en la Iglesia,
han asignado los dos puestos reclamados
por los Zebedeos a María y José‚. Su
santidad y el ministerio que ejercieron
en la encarnación del Verbo los
sitúan en la órbita más cercana a
Cristo (en el orden de la unión
hipostática, si se quiere decir con la
expresión de Francisco Suárez),
mientras que el ministerio de los
apóstoles y sus sucesores es de otro orden.
Es difícil aventurarse a razonar sobre el puesto de cada uno en la
"gloria", porque se corre el
riesgo de hace una proyección de nuestra
categorías humanas. Lo cierto es que la
familia de Nazaret, ignorada a los
ojos del mundo, vivió esas dimensiones
de la entrega y del servicio, basados
en la fe, que hoy leemos en el
evangelio, más allá de cuanto lo pueda hacer
cualquiera otra familia o comunidad.
Por eso el hogar de Nazaret, atravesado
por la espada de la cruz, vivió ya la
realidad nueva de la redención traída
por Cristo.
Señor Jesús, venido para servir
y dar la vida por todos,
danos a manos llenas tu Espíritu de amor
para saber vivir la primacía del servicio
y de la entrega generosa.
Enséñanos tú a construir la comunidad
cada día entorno a ti.
Te pedimos esa humildad sincera
que sabe poner en el primer puesto
a quien se hace siervo de todos
y sabe ver en quien ejerce la autoridad
un representante tuyo.
Entrega y servicio
Dos líneas de comportamiento se desprenden del mensaje que nos ofrece
hoy la Palabra de Dios. Una está
representada por "los jefes de los pueblos",
figura de quienes pretenden imponerse
por la fuerza y someter a los demás.
Frene a este modelo de vida,
está el que Jesús encarna y ofrece como línea
de conducta a sus seguidores. Es
importante la frase que marca el contraste
entre ambos modelos: "No es así
entre vosotros" (Mc 10,43).
La vida del cristiano debe reflejar esa actitud básica del servicio que
tiene como horizonte último el dar la
vida por todos.
El servicio que se encarna en mil detalles de la vida y en las
funciones más o menos importantes que
cada uno está llamado a ejercer en la
comunidad cristiana y en la sociedad
debe tener, como para Jesús la
perspectiva última de la entrega
generosa de toda la vida. Sólo así podemos
rescatar de la monotonía y de la rutina
tantos gestos y sacrificios un día
comenzados con amplios ideales.
Desde esta perspectiva evangélica, podemos preguntarnos también por las
categorías con que clasificamos a las
personas; ¿A quién ponemos nosotros en
los primeros puestos? ¿Quién cuenta más
en nuestra estima, quien más y mejor
sirve o tenemos otras categorías que no
figuran en el evangelio?
Quien elige la línea de conducta que Cristo propone sabe de antemano
que poco a poco tendrá que llegar
un día hasta la muerte en la cruz.
TEODORO BERZAL hsf
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