25 de noviembre de 2018 - XXXIV DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO– Ciclo B
"La realeza mía no pertenece a este mundo"
-Dn
7,13-14
-Ap
1,5-8
-Jn
18,33-37
Juan 18,33-37
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús:
¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó:
¿Dices eso por tu cuenta o te lo han
dicho otros de mí?
Pilato replicó:
¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos
sacerdotes te han entregado
a mí;
¿qué has hecho?
Jesús le contestó:
Mi reino no es de este mundo. Si mi reino
fuera de este mundo, mi
guardia
habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi
reino
no es de aquí.
Pilato le dijo:
Conque, ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
Tú lo dices: Soy rey. Yo para esto he
nacido y para esto he venido
al
mundo; para ser testigo de la
verdad. Todo el que es de la verdad escucha
mi
voz.
Comentario
En el último domingo del año litúrgico la
Iglesia celebra la solemnidad
de
Cristo rey. Es colocado así como culmen quien es el centro y corazón de
rescatada
por Cristo. Es Él quien marca el ritmo de la existencia cristiana
de
cada persona, de la Iglesia y del mundo entero.
La Palabra de Dios nos ilumina el sentido
de esta solemnidad. Se abre
con
la visión apocalíptica de Daniel en la que aparece un "hijo de
hombre"
en contraposición
con las "cuatro bestias que suben del mar". ese hijo de
hombre
fue identificado con el pueblo elegido por la literatura apocalíptica,
pero
Jesús se apropió de ese título de modo personal (Mc 8,31).
Se introduce así el tema del evangelio
extraído del proceso de Jesús
ante
Pilato. En Él queda bien claro que en este mundo hay dos realezas que
se
distinguen y se contraponen, pero que no son incompatibles.
La liturgia de hoy toma de todo el
proceso sólo el diálogo entre Jesús
y
Pilato que tiene lugar en el interior de la residencia de éste. Es una de
las
siete partes de que se contiene el entero proceso. habría que leerlo
entero
para descubrir cómo el evangelista, con la fina ironía que lo
caracteriza,
va haciendo que paso a paso el reo (Jesús) se convierta en Juez
y
que los acusadores (los judíos) se condenen a sí mismos por no haber creído
en
Jesús.
Lo esencial del mensaje está en las dos
respuestas que Jesús da a
Pilato.
A la primera en que el procurador pregunta, ¿Tú eres rey de los
judíos?,
Jesús responde con un sí. Pero quiere dejar bien claro que su poder
No
procede de este mundo, no le viene conferido por ninguna potencia de aquí:
"La
realeza mía no es (en el sentido de no proviene) de aquí". Esta expresión
hay
que entenderla a la luz de Jn 8,23 donde aparece la oposición ser de
aquí/ser
de arriba. La procedencia u origen de su poder no está en este
mundo,
pero se ejerce sobre los hombres que están en el mundo.
A la segunda pregunta de Pilato sobre su
realeza, "Pero entonces, Tú
eres
rey?", Jesús reafirma su identidad real y dice en qué‚ consiste: en
"ser
testigo
de la verdad". Las listas genealógicas de Mateo y Lucas muestran
igualmente
la ascendencia davídica.
A pesar de estos datos, ellos se habían
visto obligados a huir a Egipto
ante
la decisión del rey Herodes. Y al volver a Israel, "al enterarse de que
Arquelao
reinaba en Judea", José‚ tuvo miedo de ir allí y se estableció en
Nazaret
(Mt 2,22-23).
Pero además en Nazaret pasaban los días
sin que se viera ningún signo
de
una realeza de aquí abajo. Y ésto no sólo los primeros años, sino ni
siquiera
después cuando, imaginamos, hubiera sido fácil promover la revuelta
política
contra la potencia dominadora y opresora, como otros lo intentaron.
La vida humilde y ordinaria de la familia
de Nazaret prueba ya con los
hechos
una verdad que Jesús m s tarde tuvo que esforzarse para imponer
incluso
a sus mismos discípulos: que Él no pretendía ser rey al estilo de los
reyes
de este mundo (Jn 6,15).
Solo al final del evangelio aparece clara
la verdad de Nazaret. La
ausencia
de toda pretensión terrena, la vida sencilla en una familia como las
demás
dice bien clara mente que "la realeza mía no pertenece al mundo este...
"(Jn
18,36). Si perteneciera al mundo éste, otra hubiera sido su vida en
Nazaret.
Jesús se revela así rey, sin ninguna
pretensión dinástica, ni por su
origen
ni por haber organizado un grupo capaz de hacerse con el poder (Jn
18,36).
Es rey siendo sencillamente hombre, "el Hijo del Hombre", es decir,
es
rey porque es el Hijo de Dios.
Señor Jesús, ahora que te vemos
levantado sobre la tierra y clavado en
la cruz,
podemos aclamarte como nuestro rey
y como rey del universo.
Tu reino no es de este mundo
y no nos atreveremos nunca
a pedirte signos de un poder que no es
el tuyo.
Te aclamamos, Señor,
entregado e inerme, porque en tu
debilidad
se manifiesta la fuerza de Dios,
una fuerza y un poder que no oprime
sino que libera y da la vida.
Ser de la verdad
El proceso de Jesús es el momento supremo
de la revelación de su
verdadera
identidad, pero lo es también de la nuestra. El es el "testigo de
la
verdad" y en eso consiste su misión en este mundo. Pero a continuación
dice:
"Todo el que es de la verdad, me escucha" (Jn 18,37).
"Ser de la verdad" es un estilo
de vida, un modo de pensar y de obrar
que
tiene como constante punto de referencia a Jesús y su palabra. Quien es
de
la verdad, se deja llevar por el Padre, que es "la verdad" y es
guiado por
el Espíritu
Santo a la "verdad completa" (Jn 16,13).
Al final del año litúrgico, la Palabra de
Dios nos invita a clarificar
nuestra
vida y a asentarla sobre la roca firme de la verdad, que viene sólo
de
Cristo. Nuestra vida es ese espacio de libertad donde a diario se juega
la
batalla entre la gracia y el pecado, la verdad que es luz y las tinieblas
del
mal.
Si queremos pertenecer al reino de quien
hoy se nos presenta como Rey,
debemos
escuchar su voz y dejarla que penetre cada vez m s en nuestra
existencia
hasta que d‚ forma a todo nuestro modo de ser.
Es la condición que el mismo evangelio
pone: "Vosotros, para ser de
verdad
mis discípulos, tenéis que ateneros a ese mensaje mío; conoceréis la
verdad
y la verdad os hará libres" (Jn 8,31-32). Es la gran paradoja del
evangelio:
quien se somete a la verdad, adhiriendo mediante la fe a Cristo,
adquiere
la libertad, la verdadera libertad.
Quien se coloca en la sencillez y verdad
de Nazaret está en ese camino
que,
pasando por la cruz, lleva a la alegría plena de vivir en la libertad
de
los hijos de Dios.
TEODORO BERZAL hsf
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