14 de abril de 2019 - DOMINGO DE
RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR – Ciclo C
"Jesús Nazareno, Rey de los Judíos"
Isaías 5,4-7
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me
he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban
mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso endurecí el
rostro como pedernal, y sé que no
quedaré avergonzado.
Filipenses 2,6-11
Cristo, a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario se despojó de su
rango, y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse
incluso a la muerte, y una muerte de
cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre
-sobre-
todo-nombre"; de modo que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el
Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y
toda lengua proclame: "¡Jesucristo es
Señor!" para gloria de Dios Padre.
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas, 22,14-23,56.
Comentario
Todo el Evangelio de Lucas está transido de la tensión de Jesús, que
con mirada fija en la meta avanza hacia
Jerusalén.
La procesión de los ramos, imagen de la Iglesia que marcha y que aclama
a su Señor, está animada por este
dinamismo de caminar hacia Jerusalén. "Y,
dicho esto, Jesús echó a andar delante
de ellos, subiendo hacia Jerusalén"
Lc 9,20.
Jerusalén es el lugar destinado por el Padre para que Jesús cumpla
definitivamente su misión de revelar el
amor de Dios y de redimir al hombre.
En Jerusalén Jesús realiza plenamente
el evangelio (buena noticia) del don
misericordioso de Dios al hombre. Y de
Jerusalén saldrá la Palabra de Dios
para extenderse por todo el mundo, como
el mismo Lucas narra en los Hechos
de los Apóstoles.
La narración de la pasión nos coloca delante del momento supremo del
misterio de Cristo, que sella toda su
trayectoria humana y lo abre a la
resurrección. La figura del Maestro
aparece en su plenitud. Llama al
discípulo a seguirlo por el camino de
la cruz, de la conversión, del perdón
y de la total confianza en el Padre.
Al oír el relato de la pasión cada uno de nosotros es interpelado y se
ve obligado a tomar una postura ante el
Señor que camina hacia el Calvario
con Simón cireneo, con las mujeres de
Jerusalén, con los jefes del pueblo,
con los soldados o con uno de los dos
ladrones. La narración se abre con la
institución de la Eucaristía y, en sintonía
con el Jesús que entrega su
cuerpo y su sangre por nosotros, los discípulos
son invitados a "hacer lo
mismo" en memoria suya.
El anuncio de la traición de Judas y de la negación de Pedro preparan
la hora del combate supremo de Jesús
que comienza en el jardín de los olivos,
se continúa ante el Sanedrín, ante
Pilato y ante Herodes y culmina en la
cruz. La narración litúrgica nos deja
en compañía de José‚ de Arimetea y las
piadosas mujeres que habían seguido a Jesús
desde la Galilea.
El evangelista presenta la pasión y muerte de Jesús como cumplimiento
de la voluntad de Dios y como entrega
libre por parte de Jesús, pero también
como un hecho histórico resultado de la
postura de Jesús ante las autoridades
religiosas y civiles, de las
maquinaciones de los miembros del Sanedrín, de
la traición de Judas. Llegamos a
penetrar en el misterio sólo si a través de
las causas humanas que llevaron a tan
trágico desenlace, descubrimos con la
fe la trascendencia del gesto de Jesús
que se entrega por nuestros pecados
y si aprendemos a llevar con Él y como Él
nuestra cruz de cada día.
Ante Cristo que muere en la cruz, sobran todas las palabras, porque en
ninguna de ellas cabe todo el
significado de lo que allí se vivió. Es mejor
ponerse de rodillas, contemplar en
silencio hasta dejarse traspasar por el
misterio y adentrarse en lo que Jesús experimentó
hasta que el Espíritu Santo
nos lleve a "tener la misma
actitud del Mesías Jesús" Fil 2,5.
El Nazareno
El calificativo que sirvió a Pilato para identificar al condenado a
muerte aquel día y que mandó clavar en
su cruz nos da pie para volver al
tiempo que hizo posible llamarlo así.
En efecto, Jesús, colgado de la cruz
es "el nazareno".
Como ha escrito un autor, Belén es la patria teológica de Jesús, Na-
zaret es la patria histórica y geográfica.
En Belén nació "para que se cum-
pliera lo anunciado por los
profetas" Mt 2,6. Nazaret, pueblo ignorado por
el Antiguo Testamento, es el lugar
donde se crió, donde se fue gestando con
su denominación de "Nazareno"
el misterio que hizo posible que se lo
llamaran así en el momento de su
entrega suprema en la cruz.
Sólo después de la resurrección puede darse una interpretación exacta
de lo que significó la muerte de Jesús
en la cruz. El
mismo Jesús resucitado
se esforzó por hacérselo comprender a
los dos de Emaús: "¡Qué torpes sois y
qué lentos para creer lo que anunciaron
los profetas!”, ¨¿No tenía el Mesías que
padecer todo eso para entrar en su
gloria?" Lc 24,25-26. Y sólo desde esa
misma perspectiva puede entenderse la
luz que el misterio de la cruz arroja
sobre Nazaret.
El Jesús que un día sería crucificado vive en la humildad de Nazaret.
Aunque los evangelios con su silencio
sobre los años de Nazaret nos lleven
instintivamente a dar un salto en el vacío
y ver de pronto al Jesús adulto
que anuncia la llegada del reino, la
realidad no pudo ser así: la vida avanza
poco a poco.
Los planteamientos que llevaron a Jesús al sacrificio de la cruz no
pudieron improvisarse. Los evangelios,
escritos desde una comunidad que cree
en Jesús resucitado y que ha encontrado
ya una explicación a su muerte
redentora, dan algunos detalles sobre
los primeros años de la vida de Jesús
que conectan directamente con el
misterio de la cruz y ayudan a entenderlos
en todo su profundo significado.
"Este está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten.
Ser
una bandera discutida, mientras que a
ti una espada te traspasará el corazón,
así quedará patente lo que todos
piensan" Lc 2,35. "Levántate, toma al niño
y a su madre y huye a Egipto; quédate
allí hasta nuevo aviso, porque Herodes
va a buscar el niño para matarlo"
Mt 2,13. "Levántate, toma el niño y a su
Madre y vuelve a Israel; ya han muerto
lo que intentaban acabar con el
niño... Fue a establecerse en un pueblo
que llaman Nazaret" Mt 2,23 "Mira con
qué angustia te buscábamos tu padre y
yo" Lc 2,48.
La persecución interesada de los poderosos, la no aceptación por parte
de los suyos, su condición de profeta
discutido, su total sumisión a la
voluntad del Padre, su misteriosa vinculación
con Jerusalén y su templo, su
condición de Mesías libertador del
pueblo, son otros tantos aspectos ya pre-
sentes germinalmente en el comienzo de
su vida y con el tiempo se con-
vertirían en la trama misma de su
muerte en cruz.
Nuestra cruz
No se puede ser cristiano en plenitud sin asimilar en nuestra vida la
dimensión de dolor, de fracaso, de
soledad, de muerte que todo vivir lleva
consigo. Cristiano es sólo quien vive,
como el Nazareno, en actitud de entre-
ga permanente de la vida en favor de
los demás.
¿Cómo vivir hoy el misterio de la cruz en una comunidad que se inspira
en Nazaret para trazar su estilo de
vida?.
Vive el misterio de la cruz:
- La comunidad donde es posible el perdón: reconciliación con Dios y
perdón mutuo entre los hermanos.
- La comunidad donde se asume el mal, el pecado, lo negativo, donde se
cuenta con ello.
- La comunidad atenta a la debilidad y limitación de sus miembros.
- La comunidad que se sabe y se acepta pecadora, no sólo en sus miem-
bros tomados individualmente sino ella misma en su conjunto.
- La comunidad que acepta la enfermedad, el fracaso, el desengaño de
alguno de sus miembros y sabe integrarlo en su vida.
- La comunidad que se siente débil y a veces impotente ante la obra
apostólica que tiene confiada
- La comunidad donde cada miembro está dispuesto a sacrificarse por los
demás, a dar su tiempo, sus
cualidades, su vida misma.
- La comunidad donde se vive el radicalismo evangélico con serenidad
y gozo.
- La comunidad que se siente fracasada en su anhelo de construir la
fraternidad y no pierde aún la esperanza de conseguirlo.
- La comunidad que se siente acosada por un ambiente hostil y lucha por
mantener su identidad y por ser luz y fermento en la masa.
- Una comunidad así está compartiendo con Jesús el misterio de su
muerte redentora.
Una comunidad así está reproduciendo el ideal de Nazaret, donde tampoco
todo fue fácil, donde hubo sufrimiento
y angustia, huida del perseguido,
obediencia y pobreza, aceptación del
dolor y de la muerte, trabajo y donación
total al otro. El misterio de la cruz,
visto desde Nazaret, nos enseña hoy
a vivir como hermanos.
TEODORO
BERZAL hsf
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