sábado, 7 de noviembre de 2020

Ciclo A - TO - Domingo XXXII

 8 de noviembre de 2020 - XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo A

 

                                               "Llegó el esposo"

 

-Sab 6,13-17

-Sal 62

-1Tes 4,12-17

-Mt 25,1-13

 

Mateo 25,1-13

 

   Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

   -El Reino de los cielos se parece a diez doncellas que tomaron sus

lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco

sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite, en cambio,

las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo

tardaba. Le entró sueño a todas y se durmieron. A media noche se oyó una voz:

"¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas

aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias

dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan

las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante

para vosotras y nosotras, mejor es vayáis a la tienda y os lo compráis".

   Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas

entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde

llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero

él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco". Por tanto, velad, porque no

sabéis el día ni la hora.

                         

Comentario

 

   La parábola de las diez vírgenes forma parte del llamado discurso

escatológico que ocupa los capítulos 24 y 25 del evangelio de Mateo. En él

se trata ampliamente el tema del fin de los tiempos y la Iglesia lo propone

como lectura litúrgica al comienzo y al final del año litúrgico.

   La colocación de la parábola de las diez vírgenes en este contexto

modifica también su significado original. Probablemente cuando Jesús contó

la parábola pretendía insistir en la prontitud ante la llamada de Dios.

Partiendo de una costumbre judía en la celebración de las bodas, Jesús

advierte que con su venida Dios ha lanzado la última llamada para que los

hombres se conviertan y entren en el Reino. Ahora bien, la respuesta no se

improvisa: hay que estar preparados. De ahí la insistencia en mantenerse

despiertos y de tener el aceite para encender la lámpara y acompañar al

esposo en la fiesta de las bodas de Dios con la humanidad.

   A este sentido originario, el evangelista Mateo, que escribe para la

segunda generación cristiana, cuando ya la esperanza en la vuelta inmediata

del Señor tiende a aflojarse, le añade un matiz fuertemente escatológico. El

acento se desplaza en el significado de la parábola hacia la necesidad de

mantenerse vigilantes aunque parece que la voz que anunciará la llegada del

esposo tiende a atrasarse. En esa situación, quien se duerme, quien no se

mantiene constantemente preparado, corre el riesgo de encontrarse un día con

la puerta cerrada. De esta forma, la parábola se coloca en la misma línea de

significado que tienen las del siervo fiel que la precede (Mt 24,45-51) y la

de los talentos, que le sigue (Mt 25,14-30).

   Hay dos elementos en la parábola que acrecientan su carácter

escatológico. El primero es la aparición de improviso del esposo. Parece que

las conversaciones entre las familias del esposo y de la esposa podían

prolongarse, nadie podía saber a ciencia cierta cuándo las doncellas tendrían

que incorporarse al cortejo nupcial. El otro elemento es que la puerta se

cierra definitivamente. Cuando las vírgenes necias llegan con retraso, no hay

posibilidad de una solución de compromiso, la puerta está cerrada y ya no se

puede entrar. Es un momento dramático, tajante, que establece una distinción

definitiva entre quien participa en el festín y quien se queda fuera.

   Por eso el punto clave de la parábola no está ya en las condiciones de la

espera (Todas las jóvenes se duermen, todas tiene la lámpara), sino en el

tener o no tener el aceite. Ese es el detalle que establece la diferencia

final.

   La verdadera sabiduría consiste en tener la lámpara encendida en el

momento oportuno; como consecuencia, la provisión de aceite debe estar en

relación con el momento de la llegada del esposo y no de los cálculos que uno

puede hacer sobre su posible retraso.

 

"Se cumplieron los días"

 

   La Iglesia nos invita en este final del año litúrgico a dirigir la mirada

hacia las cosas últimas, los "novísimos" como se decía antiguamente. Hoy

preferimos hablar de escatología cristiana. De todas formas la parábola

evangélica que leemos en este domingo nos ayuda a interpretar la vida como

espera del cumplimiento de algo que está ya incoado en nuestra vida.

   Como hemos meditado en otras ocasiones, también los evangelios de la

infancia de Cristo tiene un aspecto escatológico que nos permite comprender

y vivir mejor esta dimensión del mensaje cristiano.

   Una de las expresiones que más recalcan que con la venida de Jesús la

historia ha llegado a su término es la que hemos puesto más arriba como

título: "Se cumplieron los días". Lucas la emplea sistemáticamente en los dos

primeros capítulos de su evangelio y lo hace con dos sentidos: uno biológico

y el otro litúrgico.

   Al primero pertenece la señalación del tiempo de los anuncios,

concepciones, nacimientos, etc. "A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz

un hijo" (1,57), también a María "le llegó el tiempo del parto y dio a luz

a su hijo primogénito" (2,7). El otro sentido es de carácter litúrgico y a

veces profético. Al "cumplirse los días" de su servicio litúrgico, Zacarías

regresa a casa... (1,23); "Al cumplirse los ocho días, cuando tocaba

circuncidar al niño le pusieron de nombre Jesús" (2,21). Todo ese ambiente

de promesas cumplidas, que el texto va tejiendo poco a poco culmina en el

cántico de Simeón: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo

irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador" (2,29-30). El mismo

sentido tiene el uso de los verbos en pasado en el Magnificat.

   Algunos han visto también una relación entre el cumplimiento de las

Escrituras, tema constante en el evangelio de Mateo, y el cumplimiento de los

tiempos que Lucas subraya.

   En uno y en otro caso la llegada de Jesús es la oportunidad última y

definitiva de salvación que Dios ofrece a los hombres. Pero ese cumplimiento

del tiempo de Dios no es una especie de ultimátum amenazador para el hombre.

Al contrario, Dios va plenificando desde dentro la historia humana, le va

dando sentido. Mediante el Espíritu Santo estimula a cada persona para que

dé un sí libre a su llamada.

   Por otra parte el cumplimiento escatológico que presentan los evangelios

de la infancia de Cristo, se presenta con sencillez y humildad, despojado de

la gloria aparente y externa con que la imaginación tiende a arropar todo lo

que se refiere a los últimos tiempos. Para Mateo y Lucas, Cristo es el

cumplimiento de las promesas hechas a los padres, pero se trata de un

cumplimiento realizado bajo el signo de la cruz, por eso llevado a cabo con

discreción, como una puerta que se abre o que se cierra.

   Así surge la vida nueva, la etapa última de la historia de la salvación

marcada por la acción del Espíritu Santo. De parte humana lo que encontramos

como actitud predominante es la premura por una fidelidad gozosa, la espera

llena de la certeza que no defrauda...

 

Te alabamos, Padre,

porque con la venida de Jesús

nos has llamado definitivamente

a entrar en tu alianza de amor con la humanidad.

Que el Espíritu Santo

nos dé la sabiduría de la vida

para vivir la espera

con una buena provisión

del aceite del amor,

de modo que en cualquier momento,

del día o de la noche,

estemos preparados para la fiesta nupcial.

 

"Velad"

 

   La sentencia final del evangelio de hoy es una exhortación a la

vigilancia, como lógica conclusión de la parábola de las diez vírgenes.

   Pero la actitud de vigilancia en el contexto de la liturgia de este

domingo tiene varios aspectos. Ciertamente está la vigilancia referida al

"último día", que para cada uno acontece el día de su muerte y puede llegar

cuando menos se espera. Pero la vigilancia cristiana se refiere también al

presente, al día de hoy. Estar vigilantes, o mejor ser vigilantes o vivir

vigilantes, significa entonces tener una gran sensibilidad hacia todo lo que

sucede a nuestro alrededor. La distracción, la superficialidad, el pensar

demasiado en nosotros mismos, pueden ir cerrándonos poco a poco el campo de

nuestra sensibilidad espiritual para reconocer sólo algunos signos. La

vigilancia cristiana lleva a una apertura total: una apertura hacia todo,

porque todo nos puede avisar de la llegada de Dios.

   Si la vigilancia es sensibilidad y apertura en el presente, lo es también

hacia el futuro. De hecho las vírgenes del evangelio son llamadas "prudentes"

o "necias" en la medida que previeron o no la cantidad suficiente de aceite

para el momento crítico de la llamada.

   La interpretación de la vida como proyecto, como una serie de decisiones

coherentes con una opción fundamental, no está en contradicción con la

esperanza ni con la apertura a las sorpresas de la vida. Al contrario, el

creyente que, confiando en Dios, se atreve a poner bajo su mirada el arco

entero de su existencia y lo encamina hacia lo que cree ser su voluntad,

podrá vivir una fidelidad cotidiana, en las cosas pequeñas, más coherente y

más intensa. La mediocridad humana y espiritual suele ser fruto de esa falta

de previsión del futuro que comporta un proyecto de vida capaz de movilizar

los mejores recursos de una persona o de una comunidad para cumplir sus

objetivos.

   Prudente es quien sabe "construir su casa sobre la roca" (Mt 7,24) de la

Palabra de Dios porque está seguro que un día vendrá el temporal... Prudente

es quien sabe emplear los recursos que Dios le ha dado en el momento

oportuno.

 

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