15 de noviembre de 2020 - XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo A
"Señor, cinco talentos me dejaste"
-Prov
31,10-13.19-20
-Sal
127
-1Tes
5,1-6
-Mt
25,14-30
Mateo 25,14-30
Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-Un hombre que se iba al extranjero llamó a
sus empleados y les dejó
encargados
de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos,
a otro
uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió
cinco
talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que
recibió
dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno
hizo un
hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho
tiempo
volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas
con
ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros
cinco,
diciendo:
-Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he
ganado otros cinco.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y
cumplidor; como has sido fiel en lo
poco,
te dar‚ un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Se acercó luego el que había recibido dos
talentos y dijo: Señor, dos
talentos
me dejaste; mira, he ganado otros dos.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y
cumplidor; como has sido fiel en lo
poco,
te dar‚ un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Finalmente, se acercó el que había recibido
un talento y dijo:
-Señor, sabía que eres exigente, que siegas
donde no siembras y recoges
donde
no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. aquí
tienes
lo tuyo.
El señor le respondió:
-Eres un empleado negligente y holgazán.
¨Conque sabías que siego donde
no
siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto el dinero en
el
banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses.
Quitadle
el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le
dará y
lo sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y
a ese empleado
inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y
rechinar
de dientes.
Comentario
La laboriosidad atenta y vigilante en espera
de la manifestación gloriosa
del Señor
es el tema predominante en la liturgia de este domingo, como lo era
ya de
los precedentes. "Estemos vigilantes y vivamos sobriamente"
(2¦lectura).
Esta actitud de responsabilidad y compromiso viene puesta de
relieve
de manera singular en la llamada parábola de los talentos.
La parábola contada por Jesús anuncia ante
todo su próxima salida de este
mundo
con las consecuencias que esto iba a suponer para sus discípulos: su
ausencia
pondrá entre las manos de sus seguidores la gran responsabilidad de
conservar
y propagar los bienes del reino; de ahora en adelante les tocar
a ellos
continuar su obra, cada uno según su capacidad.
Vista así las cosas, la parábola no es una
simple exhortación a cultivar
las
propias cualidades; existe en ella una dimensión de fe y compromiso con
el
Reino que va más allá de las sabias recomendaciones de la pedagogía
clásica,
para ponerle al creyente en trance de jugarse la vida como respuesta
a la
llamada que ha recibido.
El amo, al regresar de su largo viaje, alaba
la fidelidad creativa de los
dos
primeros empleados que no sólo conservan, sino que doblan lo que han
recibido.
Pero el punto de fuerza de la parábola se revela mayormente en
relación
con el tercero de los empleados. La relación difícil, hecha de
desconfianza
y recelo, entre amo y siervo, paraliza la generosidad de éste
y le
lleva a tomar las medidas para conservar lo recibido más que a actuar
con la
libertad que pondrá en juego su talento y su persona.
Precisamente éste parece ser el centro de la
parábola, el contraste entre
quien
acepta el reto de la fe que lleva a acoger el don de Dios y responder
con
generosidad y quien prudentemente se cierra sobre sí mismo.
El evangelista interviene, como en las parábolas
precedentes, para
subrayar
el aspecto escatológico. En primer lugar coloca en ese ambiente una
parábola
que en Lucas ocupa otro lugar. Además aumenta notablemente la
cantidad
que cada siervo recibe. En Lucas son "minas", medida que valía
sesenta
veces menos que el talento. Mateo tiende así a hacer más comprometida
la
situación del siervo infiel. Por otra parte subraya con insistencia cómo
el amo
"al cabo de mucho tiempo volvió y se puso a ajustar las cuentas" (v.
19).
Las sentencias que da, tanto en sentido positivo a los dos primeros
siervos,
como en sentido negativo al último, son definitivas e inapelables.
Es
interesante notar la expresión "al que tiene se le dará y al que no tiene
se le
quitará" que aquí es usada de forma personalizada para condenar al
tercer
siervo. El propio Mateo y los otros evangelistas la usan también para
hablar
de los bienes del Reino, dados a quien ha creído en el evangelio y
"quitados"
a quien lo rechaza (Cf Mt 13,12).
El hombre y la mujer
La primera lectura y el salmo responsorial
nos presentan respectivamente
la
figura de la mujer fuerte y laboriosa y la del hombre honrado que teme al
Señor.
Meditando el evangelio desde Nazaret,
podemos ver a contraluz las
siluetas
de María y de José. Ellos fueron "buenos administradores" de la
gracia
recibida porque supieron poner en juego toda su persona en la
respuesta
inicial a la llamada de Dios y porque día a día fueron viviendo en
fidelidad.
Tres son los rasgos que el poema del libro
de los proverbios celebra en
la
mujer perfecta, que es presentada al final de ese libro como la
personificación
misma de la sabiduría. Se pone de relieve en primer lugar la
laboriosidad,
el amor al trabajo. La mujer perfecta es, ante todo,
"hacendosa".
Viene en segundo lugar la amabilidad, que se expresa en relación
con los
de su casa, marido, hijos y criados, y con los de afuera. Esa
cualidad
le merece la confianza de todos. Finalmente se revela cuál es la
fuente
secreta de todas esas cualidades y la fuerza interior de donde mana
su
actividad: es el temor de Dios. Frente a esa motivación profunda, las
demás
cosas son fugaces y, a veces, hasta pueden ser engañosas.
En el contexto litúrgico de hoy
evidentemente la "mujer perfecta" se
alínea
con los dos primeros siervos de la parábola, pues como ellos, sabe
hacer
rendir al máximo cuanto se le ha confiado. El evangelio hace hincapié
en el
momento final en que el amo se presenta para pedir cuentas, en
realidad,
la fidelidad dispone ya desde el presente con el testimonio de la
propia
conciencia. Ningún juez más severo que lo que nosotros mismos hacemos.
"Que
sus obras la alaben en la plaza" (Prov 31,31).
En el salmo responsorial tenemos la figura
del hombre que teme al Señor.
En el
cuadro familiar que describe destaca sin duda la figura del padre y
marido.
Su felicidad y la de su casa se cifra ante todo en la fe y práctica
religiosa.
El temor de Dios expresa esa profunda actitud de piedad que se
vive en
el diario cumplimiento de la voluntad de Dios, en el "seguir sus
caminos".
El trabajo viene presentado como medio de subsistencia y no aparece
el
sentido de castigo por el pecado que tiene en el primer libro de la
Biblia.
La bendición del Señor, que proporciona la felicidad, se vive en la
intimidad
familiar con una esposa fecunda y la numerosa prole en torno a la
mesa.
Las imágenes del olivo y de la vid, tomadas del mundo agrícola de la
Biblia,
son la mejor expresión de la paz, serenidad y crecimiento que se vive
en una
familia unida. Revelan al mismo tiempo la situación más íntima de las
personas
y ponen la base de una paz y prosperidad duraderas para todo el
pueblo.
"Paz a Israel" es el saludo litúrgico que sirve de conclusión a este
salmo,
que se cantaba en las procesiones de los israelitas al templo de
Jerusalén.
La familia de Nazaret vivió día a día los
valores m s altos de honradez
y
fidelidad encarnando el ideal de toda familia hebrea creyente y abierta a
los
bienes del Reino que con Jesús llevaba en su seno.
Te
bendecimos, Padre, que has creado el mundo
y lo
has puesto entre las manos del hombre
para
que lo guarde y lo cultive.
Te
bendecimos porque en la plenitud de los tiempos
Jesús
puso en las manos de sus discípulos
la
responsabilidad de hacer crecer la semilla
que con
su vida y con su muerte había plantado.
Danos
tu Espíritu Santo
que nos
mantenga en una fidelidad constante
a lo
que nos diste cuando nos llamaste a la fe
y a lo
que nos das cada día
para
podernos presentar ante ti
con el
fruto de tus dones.
Buenos administradores
La dimensión escatológica de la vida
cristiana, puesta ya de relieve en
el
domingo precedente, es acentuada y desarrollada en esta anteúltima etapa
del año
litúrgico. Ante la vuelta del Señor que la parábola evangélica
escenifica
de manera tan eficaz, aparece la exigencia de saber administrar
los
dones que hemos recibido, como siervos buenos y fieles. La invitación a
ser
buenos administradores cobra toda su urgencia si consideramos de una
parte
la cantidad inmensa de dones que hemos recibido y de otra la
posibilidad
de perderlo todo, de quedarnos sin nada. Digamos, sin embargo,
que la
urgencia mayor, la que m s estimula nuestra responsabilidad es la
relación
personal de amor con quien nos lo ha dado todo y un día nos lo
pedirá
todo.
Ya en el plano de la naturaleza es mucho lo
que todo viviente ha
recibido.
Cada persona debe sentirse deudora de toda la acumulación de amor
que ha
posibilitado su existencia. Si además consideramos el don de la
filiación
divina con los otros dones sobrenaturales que se nos han dado en
el
bautismo, la cuenta de nuestra deuda aumenta sobremanera. En realidad, los
dos o
los cinco talentos se quedan aún cortos para describir todo lo que el
Señor
nos ha dejado como regalo.
El otro acicate para estimular nuestra buena
administración es la
posibilidad
de perderlo todo. Es difícil admitir esto a quien se siente en
posesión
absoluta de todo lo que tiene; a quien se apoya en sus cálculos y
capacidades;
en definitiva, a quien no se siente administrador, sino amo. Y,
sin
embargo, tanto en el plano de la naturaleza como en el de la gracia,
existen
personas frustradas, gente que no produce nada ni para sí mismo ni
para
los demás, que ni siquiera sabe conservar lo poco que tenía...
La solución evangélica es que hay que
arriesgar, que no vale agarrarse
egoístamente
a lo que se cree tener. Pero para dar ese salto que supone la
fe, hay
que confiar en alguien. Podemos suponer que lo que paralizó al siervo
"negligente
y holgazán" fue el concepto negativo que tenía de su amo y la
desconfianza
que sentía hacia él. Sólo el "temor del Señor", el verdadero
temor
que no mete miedo porque está hecho de adoración y de amor, es capaz
de
poner en marcha todas las energías en la vida del cristiano.
VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf
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