24 de enero de 2021 - III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
"El tiempo se ha cumplido"
-Jon 3,1-5,10
-Sal 24
-ICo 7,29-31
-Mc 1,14-20
Marcos 1,14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el
Evangelio de Dios. Decía:
- Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y
creed la Buena Noticia.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés,
que eran pescadores y estaban echando
el copo en el lago.
Jesús les dijo:
- Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano
Juan, que estaban en la barca repasando
las redes. Los llamó, dejaron a su
padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros y se marcharon con Él.
Comentario
La proclamación de la llegada del reino de Dios es el acto primero de
la misión de Jesús. Los textos de la liturgia
de hoy tienden a ambientar y
a introducirnos en ese primer y
fundamental anuncio.
La predicación de Jonás predispone el contenido del mensaje de Jesús
sobre el acercamiento definitivo de
Dios en su persona a todos los hombres
y no solamente al pueblo de la antigua
alianza.
El texto de la carta a los Corintios que hoy leemos subraya y comenta
a su modo el anuncio de que "el
tiempo se ha cumplido", es decir, que con
Jesús hemos llegado al momento
definitivo de la intervención de Dios en la
historia de los hombres.
Una primera lectura del evangelio de hoy, podría llevar a pensar que
el anuncio hecho por Jesús carece de
todo contenido y que pudiera reducirse
a la pura proclamación de un
acontecimiento: llega el reino de Dios. Pero
viéndolo más en detalle, encontramos
algunos puntos clave de la predicación
de Jesús que se irán desarrollando más
adelante en el evangelio. El anuncio
de la llegada del reino, no termina en
sí mismo: nos dice algo acerca de
Dios. Proclamar la llegada del reino de
Dios, es empezar a delinear los
rasgos de un Dios que se interesa por
el hombre, que se acerca a él y que
toma la iniciativa de salvarlo. Si
dejamos además que resuene en el evangelio
el eco de la primera lectura de hoy, se
trata de un Dios misericordioso, que
desea la salvación de todos los
hombres.
Este anuncio nos dice también algo acerca de la persona de Jesús. Desde
que Él llega "se abren los
cielos", estamos en una era nueva, la posibilidad
de la llegada del reino de Dios está
ligada a su persona y a su misión.
Y nos dice también algo acerca del hombre. El anuncio de la llegada del
reino de Dios, es una llamada a la
conversión: una conversión tan radical y
urgente que lleva a algunos que lo oyen
a dejar las redes, el trabajo y la
familia, para emprender un nuevo modo
de vivir.
Todo cambia, pues, con el anuncio de Jesús, verdaderamente se inaugura
un tiempo nuevo, un tiempo de gracia:
"El tiempo se ha cumplido y el reino
de Dios está cerca".
El tiempo de Nazaret
Existe un tiempo natural medido por el sucederse de las estaciones y
existe un tiempo histórico marcado por
el flujo de los acontecimientos. Las
grandes intervenciones de Dios han
transformado la historia del mundo en
historia de salvación, de la que Cristo
es el culmen y el cumplimiento. Con
Él llegó la plenitud de los tiempos.
Ha habido quienes han querido, sin embargo, trazar límites demasiado
rígidos dejando, por ejemplo, la figura
de Juan Bautista en el umbral de los
tiempos mesiánicos, pero sin formar
parte de los mismos. No parece esa opi-
nión concordar con el criterio de los
evangelistas Lucas y Mateo, quienes ven
ya en los acontecimientos de la
infancia de Cristo un reflejo de esos tiempos
nuevos e interpretan, sin duda a partir
de la fe pascual, todo el tiempo del
Jesús histórico como tiempo de la plena
manifestación de Dios, de la
salvación de Dios.
El tiempo de Nazaret nos ayuda a no dejarnos engañar por la urgencia
e inexorabilidad del anuncio del reino
de Dios hecho por Jesús; Él anuncia
que "el tiempo se ha
cumplido" y que "el reino de Dios está cerca". Pero se
trata, sin duda, de un cumplimiento
dinámico que queda abierto hacia los
acontecimientos de su pasión, muerte y
resurrección, y, a más largo plazo,
hacia su segunda venida al final de los
tiempos; pero también, mirando hacia
el pasado, hacia toda su vida en la
tierra.
Es el tiempo de Jesús, el momento de su paso por la tierra, el que
marca el giro radical de la historia
humana; la lleva de la promesa al
cumplimiento, a la plenitud de la
revelación de Dios y a la actuación
concreta del plan de salvación.
Señor
Jesús, queremos acoger
la
buena nueva que tú proclamaste,
la
buena nueva de la cercanía,
de
la misericordia, del dominio y reinado de Dios,
que
se impone sólo por la fuerza del amor.
Sabemos
que ese anuncio nos llama
a
cambiar muchas cosas en nuestra vida,
o
más bien, a mantenernos siempre
en
estado de escucha y de cambio:
eso
es la conversión.
Enséñanos
a vivir como creyentes,
es
decir, como discípulos y seguidores.
Que
tu Espíritu Santo grabe en nosotros
el
anuncio del reino que hemos oído
cada
vez más profundamente,
hasta
que se haga vida de nuestra vida,
hasta
que también nosotros seamos capaces de proclamarlo.
Aprender a proclamar el mensaje
Un aspecto importante de la acogida de la Palabra es, además de
asimilar su contenido, aprender a
proclamarla. El anuncio del reino que Jesús
hace, nos da también algunas
indicaciones preciosas para nosotros.
Tenemos que aprender a no separar el acontecimiento de la salvación
("está cerca el reino de
Dios") de las exigencias que comporta el aceptarlo
("convertíos"). Deben ir
unidas la proclamación de las verdades de la fe y
las implicaciones morales que llevan
consigo.
El anuncio que hacemos, debe implicarnos concretamente en el mensaje
que proclamamos, y, al mismo tiempo, aparecer
claramente que es el reino "de
Dios" el que predicamos, que somos
continuadores de Jesús y no sus
sustitutos. En último término, es Dios
mismo quien comunica su buena noticia
a los hombres.
La lectura del evangelio que hemos hecho en Nazaret debe llevarnos a
anunciar la salvación como ya cumplida
y al mismo tiempo como un hecho
abierto hacia el futuro, dando a todos
la posibilidad de llegar un día a la
fe. Nunca se puede proclamar el reino
de Dios como la "ultima" oportunidad.
La urgencia y radicalidad no pueden
convertirse en intolerancia, opresión o
amenaza.
VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf
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