sábado, 6 de febrero de 2021

Ciclo B - TO - Domingo V

 7 de febrero de 2021 - V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

                                     "Y recorrió toda la Galilea"

 

-Jb 7,1-4,6-7

-Sal 146

-Ico 9,16-19,22-23

-Mc 1,29-39

 

Marcos 1,29-39

 

      En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan

a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se

lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la

fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le lleva-

ron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la

puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios;

y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.

      Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.

Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:

      - Todo el mundo te busca.

      Él les respondió:

      - Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también

allí; que para eso he venido.

      Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los

demonios.

 

Comentario

 

      El evangelio de hoy completa la descripción de la jornada de Jesús en

Cafarnaún ya iniciada el domingo pasado. El mensaje de las lecturas es por

eso una continuación y profundización del significado que tiene la misión de

Jesús.

      A través de tres escenarios cada vez más amplios (en la casa de Pedro,

a las puertas de la ciudad, en toda Galilea), el evangelista nos va abriendo

progresivamente la perspectiva hasta decir que Jesús ha venido a llamar a

todos y que es el salvador de todos.

      Los otros dos textos litúrgicos de hoy ayudan a enfocar mejor la

universalidad del mensaje evangélico y a situarlo en nuestro contexto

existencial. La acción sanadora de Jesús en la casa de Pedro y a las puertas

de la ciudad de Cafarnaún, adquiere una resonancia más grande vista a la luz

de la experiencia del dolor que nos transmite el libro de Job. Jesús no

pretende suprimir artificialmente el dolor o la enfermedad, sino ofrecer un

signo de que con su venida y a través de la fe en su persona el hombre puede

encontrar un camino de liberación y un sentido a su vida incluso en los

momentos más difíciles y desesperados.

      La segunda lectura, que nos presenta la experiencia apostólica de S.

Pablo, nos ayuda también a profundizar en la universalidad de la misión de

Jesús: "Vámonos a otra parte", y comienza su misión por toda la Galilea.

Antes que la de Pablo, la experiencia misionera de Jesús es la de "ponerse

al servicio de todos para ganar a los más posibles" (I Cor 9,19). Jesús hace

así presente la preocupación universal del Padre que "sana los corazones

destrozados y venda sus heridas" (Sal 146).

      A quien busca a Jesús ("Todos te buscan", Mc. 1,32), el evangelio de

hoy propone seguirlo en el servicio, en la esperanza y en el testimonio de

la bondad de Dios.

 

La experiencia de Nazaret

 

      El Jesús que vemos hoy en el evangelio es una persona cercana al hombre

y preocupada por uno de los problemas más agudos de la humanidad: la enfer-

medad, el dolor, la desesperanza. Pero al mismo tiempo no queda prisionero

de una situación concreta: sabe que es para todos.

      La imagen de Jesús tendiendo la mano a la suegra de Pedro y levantándo-

la para que pueda servir a su familia revela una actitud que caracteriza toda

su existencia y que nos remite, en ultimo término a la verdadera imagen de

Dios.

      Si leemos desde Nazaret el evangelio de hoy, tenemos que pararnos

delante de esa capacidad de atención y proximidad al hombre que Jesús sólo

pudo adquirir en su larga experiencia de vida en Nazaret.

      Comprender al hombre, y comprenderlo sobre todo en sus situaciones de

postración, de enfermedad, de decaimiento, es una experiencia humana que no

se asimila de la noche a la mañana. Hace falta un esfuerzo de atención y una

maduración en la vida. Y aquí nos encontramos de nuevo con el misterio del

tiempo que permitió esa maduración de hombre a Jesús hasta llegar a descubrir

incluso los lados más débiles de la existencia humana. En este caso los del

hombre que, como Job, por causa del sufrimiento ve su vida como "meses

baldíos", como "noches de fatiga", o los de la mujer que, como la suegra de

Pedro estaba postrada en la cama por causa de la fiebre.

      El acercamiento a todos los aspectos de la vida del hombre que supone

la encarnación, sólo puede producirse en la sucesión de los días y de los

años, viviendo los acontecimientos tal y como se presentan y no acumulándolos

en experiencia artificiales.

      Los años de Nazaret vividos por Jesús, le llevaron a tocar con la mano

la limitación humana en la enfermedad y el dolor, y le llevaron a ver en el

hombre postrado la imagen de la opresión y el decaimiento interior y así le

llevaron a entender más profundamente su misión salvadora y liberadora.

      Sin duda su experiencia nazarena le llevó también a saber elegir los signos

de salvación que hoy vemos actuados en el evangelio.

 

Señor Jesús, tú que comprendías como nadie

el corazón del hombre

y pasaste personalmente

por la experiencia del dolor y de la muerte,

comunícanos con tu Espíritu Santo

esa capacidad de comprender al hombre caído

y esa decisión para hacer signos concretos

que manifiesten el amor universal del Padre.

Todos nosotros necesitamos

ser levantados por ti

para poder seguirte

y servir a la comunidad.

 

Un sentido para el dolor humano

 

      Las intervenciones milagrosas de Jesús, vistas a la luz de su

experiencia de Nazaret, cobran un sentido profundo que nos ayuda a vivir

nuestra propia existencia y la de nuestros hermanos.

      Los milagros no son una coartada para superar una situación negativa

de quien se encuentra enfermo o en una situación de limitación o de dolor.

El peso de los años de Nazaret nos hace comprender mejor las curaciones de

Jesús como signos de una liberación más grande que se juega en el terreno de

la libertad humana. Jesús, en efecto, dice el evangelio "curó a muchos

enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios" (Mc. 1,34).

      Nos sentimos ayudados a superar dos actitudes igualmente negativas y

presentadas a veces como cristianas: la de admitir que el dolor es bueno por

sí mismo y la pretensión de escapar de él acudiendo a intervenciones sobrenaturales.

      Desde la perspectiva cristiana no puede pretenderse la superación del

dolor sin tener en cuenta su valor educativo en todos los órdenes y sin

implicar a la persona entera en su liberación, para que pueda después mejor

servir a los demás ofreciendo a todos el don recibido.

      Sólo así una curación puede ser imagen y anticipo de la resurrección

final y del verdadero rostro de Dios.

 

VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf

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