5 de septiembre de 2021 - XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo B
"Effetá: ábrete"
-Is 35,4-7
-Sal 145
-St 2,1-5
-Mc 7 31-37
Marcos 7,31-37
En aquel tiempo,
dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón,
camino del lago de Galilea, atravesando
la Decápolis. Y le presentaron un
sordo, que, además, apenas podía
hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos
y con la saliva le tocó la lengua. Y
mirando al cielo, suspiró y dijo:
- Effetá.
(Esto es: "Abrete")
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la
lengua y hablaba sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba,
con más insistencia lo proclamaban
ellos. Y en el colmo del asombro decían:
- Todo lo ha hecho bien: hace oír a los
sordos y hablar a los mudos.
Comentario
El mensaje de la Palabra de Dios en este domingo se centra en la salva-
ción liberadora que Dios ofrece en
Cristo a todos los hombres.
Esta liberación es anunciada por el profeta Isaías (1ª. lectura) en tono
festivo presentándola como un nuevo
éxodo en el que Dios se compromete con
su pueblo y lo lleva a su tierra; es
también la nueva creación en la que el
hombre es restaurado en su dignidad
primitiva y liberado de todo lo que le
degrada y le oprime.
El caso concreto de la curación del sordomudo que presenta el
evangelio, puede ser vista como la realización
plena de lo que anunciaba el
profeta. En Cristo, Dios sale al
encuentro del hombre y lo salva. En ese
sentido es emblemática la figura del
sordomudo, pues, Marcos lo presenta de
tal modo que puede ser la imagen de
cualquier hombre o del hombre sin más
calificativo.
Los detalles de la narración cobran así un alto valor significativo;
En primer término el lugar donde
acontece el milagro, en plena Decápolis,
tierra de paganos, lleva a ver en este
personaje anónimo un símbolo del
paganismo, incapaz de abrirse a la
salvación. La doble enfermedad: sordera
y mutismo dejan ver la reprensión de
Jesús hacia la cerrazón de sus
discípulos, aspecto particularmente
acentuado en Marcos (Cfr. Mc 7,18;
8,17-18), sobre todo si se compara con
la fe de la mujer sirofenicia de la
que se habla inmediatamente antes (Cfr.
Mc 7,24-30).
Pero lo más interesante es el proceso seguido en la curación, visto
como itinerario del creyente que llega
a la salvación en Cristo; El sordomudo
es "presentado" (la salvación
es un don que pide una colaboración). Jesús lo
lleva aparte, lejos de la gente
(personaliza su intervención) y lo cura
inmediata y totalmente. El milagro
lleva al "secreto", a saber quién es
realmente Jesús y a proclamarlo
abiertamente.
Esa línea de acercamiento al hombre y liberación de lo que le esclaviza
llevada a cabo por Dios en Cristo es la
misma que la 2ª. lectura recomienda
a todo cristiano.
Un cuerpo y una casa
La lectura de la Palabra de Dios desde Nazaret, lugar donde Dios se
encarna, nos lleva a fijarnos en dos
aspectos que hoy quedan explicitados de
una manera particular. La liberación
salvadora que Jesús trae, toca al hombre
ante todo en su corporalidad.
A través de los detalles narrativos de Marcos en el evangelio y de la
descripción de la intervención
salvadora de Dios hecha por Isaías, se
advierte cómo es el cuerpo del hombre,
aspecto de la persona que revela
mayormente su debilidad, el que recibe
de forma inmediata la liberación:
"Entonces se despegarán los ojos
del ciego y los oídos del sordo se
abrirán... " (Is 35,5). "Se
le abrieron los oídos, se le soltó la traba de
la lengua... " (Mc. 7,35).
El haber asumido un cuerpo es lo que permite a Cristo intervenir en
nuestro favor desde la condición más
humilde del hombre. Así lo dice la carta
a los Hebreos: "Como los suyos
tienen todos la misma carne y sangre, también
Él asumió una carne como la ellos,
para, con su muerte, reducir a la
impotencia al que tenía dominio sobre
la muerte, es decir, al diablo" (2,14).
El realismo con que Marcos describe el
milagro operado por Jesús nos lleva
a pensar cómo el poder de Dios actúa
sirviéndose del cuerpo como instrumento:
"Le metió los dedos en los oídos y
le tocó la lengua con la saliva" (7,34).
Los comentaristas ven en ese modo de proceder
una alusión a la acción de Dios
para liberar a su pueblo de manos del
faraón (Ex 8,15). San Efrén dice: "El
poder de Dios, que nosotros no podemos
tocar, ha bajado a la tierra y ha
tomado un cuerpo, para que nuestra
debilidad pudiera alcanzarlo y llegar a
la divinidad tocando la humanidad. El
sordomudo curado por Cristo sintió que
sus dedos de carne tocaban los oídos y
la lengua. Pero cuando se le soltó la
lengua y se le abrieron los oídos, a
través de aquellos dedos accesibles a
sus sentidos, llegó a la divinidad, que
era inaccesible".
La renovación profunda que Dios opera en el hombre que toca tiene
también un reflejo en el medio ambiente
que lo rodea; Es lo que Isaías
intenta expresar poéticamente mostrando
cómo, cuando Dios interviene, el
desierto hostil e inculto se transforma
en un jardín por donde el pueblo
transita alegremente hacia la tierra
prometida. El hombre salvado encontrará
así una casa donde habitar con sus
compañeros de camino. Ninguna imagen
traduce mejor la salvación completa que
Dios nos da en Cristo.
Señor
Jesús, que todo lo haces bien,
que
haces oír a los sordos y hablar a los mudos,
nos
presentamos ante ti con nuestros hermanos los hombres
que
necesitan tu liberación.
Señor,
mete tus dedos, signo del poder de Dios,
en
nuestra boca y en nuestros oídos
para
que se cure nuestra sordera y nuestro mutismo.
Que
sepamos escuchar lo que el Padre nos dice
y
cantar las maravillas que tú operas
en
nosotros y en todos.
Vivir la liberación
El hombre sanado por Jesús como nos es presentado en el evangelio de
hoy, nos recuerda esa dimensión
liberadora de la acción de Dios en nuestra
vida y en la que nosotros mismos
debemos entrar para bien nuestro y de los
demás.
Vivir la liberación en su sentido más radical y profundo, es ante todo
aceptarla como don de Dios que ha
creado libre al hombre a su imagen y
semejanza. Entrar en el proceso de
liberación que el evangelio nos presenta
es ayudar al hombre a recobrar su
integridad y dignidad plena partiendo de
lo más inmediato (la corporeidad
disminuida o atrofiada) hasta llegar a la
dimensión más profunda que es la fe en
Cristo.
Ese proceso, en el que debemos sentirnos implicados, a la vez como
sujetos activos y pasivos, es el que
lleva a reconocer la verdadera identidad
de Jesús y de su acción. Él, como se
dice de Dios en el libro del Génesis,
"hace bien todas las cosas".
El punto de llegada del proceso de liberación que debe alimentar
nuestra esperanza es una creación nueva
en la que todo hombre recobra su
dignidad de persona humana y de hijo de
Dios. Es lo que alienta a la
comunidad de seguidores de Jesús que no
puede contener la alegría y rompe el
secreto proclamando que Él es el Señor
y que es Él quien (hoy también por
medio nuestro) hace oír a los sordos y
hablar a los mudos.
Este es el camino que Dios mismo ha elegido prefiriendo "a los que
son
pobres a los ojos del mundo para que
fueran ricos de fe y herederos del
Reino" (Sant. 2,5).
VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf
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