19 de septiembre de 2021 - XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
"El hijo del hombre va a
ser entregado"
-Sab 2,17-20
-Sal 53
-St 3,16 - 4,3
-Mc 9,30-37
Marcos 9,29-36
En aquel tiempo,
instruía Jesús a sus discípulos. Les decía:
- El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo
matarán; y después, de muerto, a los
tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó:
- ¿De qué discutíais por el camino?
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el
más importante. Jesús se sentó, llamó a
los Doce y les dijo:
- Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor
de todos.
Y acercando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
- El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que
me acoge a mí no me acoge a mí, sino al
que me ha enviado.
Comentario
La lectura continuada del evangelio de Marcos salta varios episodios
para proponer nuevamente la figura del
Mesías entregado a la muerte. Nos
habla además de cómo su enseñanza debe
ser acogida en la fe y en la vida.
La insistencia del evangelista en el mismo tema del domingo pasado nos
obliga a considerar con mayor atención
el camino elegido por Dios para salvar
al hombre. Será también un incentivo
para asumir e interiorizar más plenamen-
te ese camino de todo cristiano que lleva
a la cruz (Mc 9,32).
El personaje del justo
perseguido (1ª. lectura) testigo indefectible de
la verdad y lleno de confianza en Dios,
se encarna y cobra todo su realismo
en Jesús, que anuncia nuevamente su
pasión.
La palabra clave de este segundo anuncio de la pasión, muerte y
resurrección es el verbo
"entregar"; En el primer anuncio (Mc 8,31) se
insistía en la necesidad de que el
Mesías emprendiera la vía dolorosa, en
este se deja percibir la figura del
Padre que entrega a su Hijo para la
salvación del mundo (Cfr. Jn 3,16); El
Hijo amado, el predilecto es entregado
en manos de los hombres. La persona del
Padre se compromete así radicalmente
en ese drama que llevará a la redención
del hombre. A esta entrega por parte
del Padre, corresponde el ofrecimiento
voluntario de la propia vida por parte
de Jesús (Cfr. Jn 10,17-18), en una
comunión perfecta de amor trinitario.
La pregunta de Jesús, que es a la vez una acusación y su gesto de
acogida
hacia los niños, símbolo de los que no
cuentan y necesitan ayuda, que viene
a continuación del anuncio de la
pasión, nos dicen que en el acto redentor
están todos comprendidos. La
preferencia por el último puesto, la acogida de
los pequeños, el servicio humilde, son
otros tantos gestos integrantes
del camino paradójico elegido por Dios
para salvar al mundo. Por ellos
empieza el seguimiento concreto de
Jesús al que hoy somos llamados.
"Ellos no entendieron sus palabras". En el evangelio de
Marcos, ésta
expresión se refiere al anuncio de la
pasión. En su lugar otro evangelio pone
la recriminación de Jesús a sus
discípulos por no haber entendido su gesto
de acoger a los niños.
"El último de todos"
En una maravillosa síntesis de acciones y Palabras Jesús nos propone
hoy cómo vivir la preferencia por los
últimos, los pequeños, los que no
cuentan en la sociedad. Es un estilo de
vida que contrasta con las miras
humanas de sus discípulos.
Pero hay algo más, Jesús se identifica con estos "últimos" y
"abandonados": "El que
acoge a un chiquillo de estos por causa mía, me acoge
a mí" (Mc 9,37). Y esta
declaración nos lleva naturalmente al tiempo en que
Jesús fue realmente un niño, al tiempo
de su infancia en Nazaret. Porque es
precisamente esa experiencia de
encarnación la que da un fundamento a la
identificación casi sacramental de
Jesús con los pequeños.
La debilidad, impotencia, pequeñez del niño Jesús deben ser leídas a
la luz de su vocación mesiánica, como
una revelación del amor de Dios, que
se manifiesta en su preferencia por lo
débil, lo impotente, lo que no cuenta,
para manifestar mejor su fuerza, su
gloria y su poder.
Si damos un paso más en el evangelio de hoy, vemos que esta acogida de
los últimos es una condición para
entrar en comunión con el Padre: "El que
me acoge a mí, no es a mí a quien
acoge, sino al que me ha enviado" (9,37).
De esta forma, la entrada en el Reino
para compartir la vida eterna en la
gran familia de los hijos de Dios,
empieza por esa actitud de humildad, de
apertura y abajamiento que caracterizan
a quien es capaz de acoger a los
niños.
Nazaret, donde María y José, respondiendo a la llamada divina acogieron
y vivieron en la fe con Jesús niño, nos
indica ya esa actitud básica del
creyente que lleva a abrirse a Dios tal
y como se presenta; es decir,
normalmente en un camino de encarnación
que contradice todas las falsas
expectativas e ideas preconcebidas
acerca de Él. Ese es además el único modo
accesible al hombre para poder
colaborar con Él.
Señor
Jesús, que has venido a servir
y
te has hecho el más pequeño de nosotros,
danos
tu Espíritu Santo para que abra nuestros ojos
y
nuestro corazón,
y
podamos verte en los pobres y en los pequeños.
Haznos
partícipes de tu sencillez y humildad;
queremos
repetir tus gestos de acogida y de servicio
en
lo cotidiano de la vida
para
gloria del Padre
que
en ti nos sale siempre al encuentro.
Servir
Las lecturas de hoy apuntan en el fondo hacia esa actitud tan cristiana
que es el servicio. porque el servicio,
antes que ser una acción en favor de
otros, más o menos eficaz, es una forma
de ser, una actitud del corazón.
El evangelio invita ante todo a colocarse en el último lugar y luego
a servir, porque sólo quien es capaz de
entrar en una mentalidad de
"servidor", es capaz de
servir.
Muchas veces los servicios que prestamos en el ejercicio de nuestras
funciones u ocasionalmente nos dejan
insatisfechos a nosotros mismos porque
no los prestamos con la mentalidad del
servidor; es decir, de aquel que
primero en su interior se ha colocado
en el último puesto con paz y
serenidad.
De ahí nacen muchas situaciones en nuestras familias y en nuestras
comunidades que son similares a las que
se describen en la 2ª. lectura de hoy:
"despecho",
"partidismo", "malas faenas". La conversión que se nos pide
hoy
debería llevarnos en el ejercicio de la
autoridad y de los diversos
ministerios y servicios a actuar con
espíritu "límpido, apacible, comprensivo
y abierto, que rebosa buen corazón y no
hace discriminaciones ni es fingido"
(Sant. 3,17). Su fruto es la paz.
Nazaret es una fuerte llamada a colocarse en el último puesto, estando
convencidos de que sólo desde él se
puede acoger a todos y servir a todos.
Para eso nos liberó Cristo.
VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf
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