sábado, 12 de febrero de 2022

Ciclo C - TO - Domingo VI

 13 de febrero de 2022 - VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C

 

                                      "Dichosos los pobres"

 

 Lucas 6, 17, 20-26

 

En aquel tiempo, al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo:

«¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!

¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!

¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!

¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!

¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!

Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!

¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!

¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!

¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!» 

Palabra del Señor.

  

Comentario

 

      El evangelio de este domingo nos presenta las bienaventuranzas en la versión de Lucas. Nos es mucho más familiar y ha sido mucho más comentada la versión que ofrece Mateo al comienzo del sermón de la montaña (Mt 5, 1-12). Pero los exégetas coinciden en decir que la presentación lucana, más breve, es también la más cercana a la predicación original de Jesús, considerando que en este caso, como en otros, Mateo incluye algunas añadiduras personales. Es típico en este sentido el texto de la primera bienaventuranza. Lucas escribe: “Dichosos vosotros los pobres, porque el Reino de Dios es vuestro”; Mateo: “Dichosos los pobres de espíritu…”

      Sea cual fuere el núcleo original de las bienaventuranzas y a quien fueron dirigidas por Jesús (la redacción de Lucas está en segunda persona mientras que la de Mateo en tercera), lo importante es que se trata de una muestra típica de su predicación. En estas expresiones breves y casi ritmadas, en conformidad con un género literario bien conocido en la literatura hebrea y en otras del próximo Oriente, encontramos la quintaesencia del evangelio. Los santos Padres no han dudado en presentar las bienaventuranzas como la carta magna del cristianismo y el compendio de su moral. Muchas y muy variadas interpretaciones se han dado después hasta nuestros días.

      Quizá lo más importante es entender que más allá de la multiplicidad de las situaciones de los tipos de personas a quienes Jesús proclama dichosos o infelices, el verdadero núcleo del mensaje es el amor que debe motivar profundamente al discípulo y que debe abarcar a todos, incluso a los enemigos.

      Sólo desde ese núcleo esencial, que supone la fe y la confianza en Dios, puede entenderse el cambio radical de las situaciones entre el presente y el futuro, el paso de la pobreza, el hambre, el llanto y la persecución a la felicidad, y viceversa, son posibles desde Cristo y es al mismo tiempo el signo de que con su venida la situación del hombre ha cambiado en todos los aspectos.

 

Las bienaventuranzas en Nazaret

 

      Jesús, María José vivieron en la situación nueva de la época mesiánica en la que cambia de significado la pobreza, el llanto y la persecución, como también las realidades que le son opuestas.

      La experiencia concreta de la familia de Nazaret en sus comienzos, colocada en la historia más amplia del pueblo de Israel, es lo que llevó a María, durante su visita a Isabel, a entonar el Magnificat.

      Muchos han notado que la parte de este maravilloso himno de alabanza que evoca el pasado de Israel, tiene un gran parecido con el texto de las bienaventuranzas. Quizá incluso pueda ayudar a interpretarlo correctamente, ya que Jesús proclama que el trueque de las situaciones que se realizará cuando llegue el Reino de Dios, no es una operación automática, es, ante todo, una manifestación del poder y la misericordia de Dios que hace “maravillas”, cosa que aparece bien subrayado en el Magnificat, y es también fruto de quienes, como María, acogen la Palabra de Dios y se comprometen a vivir según el estilo que propone la continuación del discurso de Jesús. “Pero, en cambio, a vosotros que me escucháis, os digo: Amad a vuestros enemigos…” Lc 6, 26ss.

      No sería correcto cargar las tintas, como a veces se hace, sobre la extrema pobreza material de Nazaret de modo que lleve a ver en los textos que meditamos una especie de revancha o de reivindicación. Sólo a la luz de la cruz, donde cobran un sentido nuevo todos los valores humanos y donde se invierten las situaciones por la fuerza del amor, se puede entender definitivamente esta evangelio y la experiencia de Nazaret.

 

Vivir las bienaventuranzas

 

      Con razón se usa a veces la expresión vivir las bienaventuranzas o vivir según el espíritu de las bienaventuranzas para decir vivir el evangelio. Esas breves expresiones resumen (como también sus opuestas) todo un modo de vivir.

      ¿Quién puede ser pobre, pasar hambre, llorar y ser perseguido pudiendo al mismo tiempo “alegrarse y saltar de gozo?” Sólo la fe que lleva a vivir esas situaciones “por causa del Hijo del hombre” y la esperanza en la “recompensa del cielo” pueden dar razón de ello.

      El contraste entre la situación presente y la futura, que Lucas subraya con las palabras: “los que ahora pasáis hambre… lloráis,” etc. es lo que mide la profundidad de la fe y la fuerza motriz capaz de transformar las más duras situaciones personales, de grupo o sociales y de hacer que la historia vaya verdaderamente hacia delante, es decir, hacia su cumplimiento en el Reino de Dios.

      Una vida ya “ahora” llena de consuelo, saciada, colmada de alegrías y parabienes es fácilmente una vida sin esperanza, por consiguiente sin esa carga y sin esa fuerza que da el haber creído en Jesús como Señor y en el Reino que el anuncia.  

 

TEODORO BERZAL hsf

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