6 de marzo de 2022 - I DOMINGO DE CUARESMA – Ciclo C
"El Espíritu lo fue
llevando por el desierto"
Deuteronomio 26,4-10
Dijo Moisés al pueblo:
- El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la
pondrá
ante el altar del Señor, tu Dios.
Entonces tu dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo
errante, que bajó a Egipto, y se
estableció allí con unas pocas personas.
Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y
numerosa.
Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una
dura esclavitud.
Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres; y el Señor escuchó
nuestra voz, miró nuestra opresión,
nuestro trabajo y nuestra angustia.
El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio
de gran terror, con signos y portentos.
Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana
leche y miel.
Por eso ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo, que
tú, Señor, me has dado".
Las pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del
Señor, tu Dios.
Romanos 10,8-13
La Escritura dice: "La palabra está cerca de ti: la tienes en los
labios
y en el corazón."
Se refiere al mensaje de la fe que os anunciamos.
Porque si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree
que Dios lo resucitó, te salvarás.
Por la fe del corazón llegamos a la justicia, y por la profesión de los
labios a la salvación.
Dice la Escritura: "Nadie que cree en Él quedará defraudado".
Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el
Señor de todos, generoso con todos los
que lo invocan.
Pues "todo el que invoca el nombre del Señor se salvará."
Lucas 4,1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno
del Espíritu Santo, volvió del Jordán,
y durante cuarenta días, el Espíritu lo
fue llevando por el desierto,
mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces
el diablo le dijo:
- Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús le contestó:
- Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos
los reinos del mundo, y le dijo:
- Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado
y yo lo doy a quien quiero. Si tu te
arrodillas delante de mí, todo será
tuyo.
Jesús le contestó:
- Está escrito: "Al Señor
tu Dios adorarás y a El solo darás culto".
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le
dijo:
- Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito:
"En-
cargaré a los ángeles que cuiden de
Ti", y también: "te sostendrán en sus
manos, para que tu pie no tropiece con
las piedras".
Jesús le contestó:
- Está mandado: "No tentarás al Señor tu Dios".
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Comentario
Comenzamos hoy el itinerario penitencial que nos llevará a la Pascua,
signo supremo de nuestra reconciliación
con el Padre.
En el primer domingo de cuaresma leemos el evangelio de la prueba de
Jesús en el desierto.
Jesús, lleno del Espíritu
Santo, que había recibido en plenitud en el
bautismo, fue conducido por ese mismo
Espíritu al desierto. Y allí, en el
desierto, el diablo le puso a prueba.
Examinando cuales son las tres tentaciones que el diablo le presenta,
pueden considerarse como una sola
prueba fundamental: el intento de alejarlo
del cumplimiento de la voluntad del
Padre.
"Si eres hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en
pan". Es
la tentación de la concupiscencia de la
carne". Como todo hombre, Jesús se
ve impulsado a independizarse del
Padre, que da el pan y
la tentación consistía en concreto en
iniciar la senda de un mesianismo puramente
humano. Pero Él adopta desde el
principio una actitud de plena
confianza filial en el Padre. Así podrá
decir más tarde: "No andéis agobiados
pensando que vais a comer, o que vais a
beber..." Mt 6,31. Es la línea de
pobreza de Jesús. Para Él el alimento
es la voluntad del Padre.
"Te daré todo este poder y toda esta gloria... " Es la
tentación de la
"concupiscencia de los ojos".
El diablo pretende inclinarlo hacia un me-
sianismo de tipo político y temporal,
alejándolo del designio del Padre que
lo quiere el Mesías de la humillación y
de
poder, que a tantos ha corrompido y de
la que pocos se ven libres. Jesús en
su respuesta deja bien claro que el
único absoluto es Dios ante quien todos
tienen que postrarse.
"Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo..." Es la
tentación del
"orgullo de la vida" que
pretende desafiar a Dios y ponerlo al propio
servicio. Para Jesús suponía la opción
entre presentarse con la ostentación
propia del Mesías o ir por el camino de
la humildad y de
éste el camino que elige mostrando así,
bien a las claras, que es el verdadero
Hijo de Dios.
El evangelio de hoy termina con una frase de tono misterioso: "El
diablo, acabadas sus pruebas, se marchó
hasta su momento". Este momento es
sin duda el de la pasión y muerte de
Jesús. Fue entonces cuando Jesús sintió
todo el peso de la fragilidad de su
condición humana y "el poder de las ti-
nieblas" Lc 22,53.
Jesús superó aquella suprema tentación con la oración, poniéndose con
total confianza en las manos del Padre.
La prueba de Nazaret
La vida en Nazaret fue también un
tiempo de prueba que fue madurando
las respuestas firmes y tajantes dadas
por Jesús al tentador en el desierto.
Podríamos decir que la tentación típica de Nazaret es la que el diablo
puso a Jesús en tercer lugar, la de
querer manifestar el propio valer, la de
creerse por encima de los demás, la de
pensar que Dios mismo debe estar al
servicio del hombre y mandar sus
ángeles para que no tropiece.
En la historia real de Jesús, María y José en Nazaret nada hay que
indique el recurso a lo divino para
valorar lo humano o remediar su in-
capacidad y limitación. Los tres sabían
desde el principio el misterio que
se albergaba en su casa y, sin embargo,
el tiempo pasaba y pasaba sin que
nada diera a entender quién era el que
vivía allí. La distancia entre la
realidad divina de Jesús y la realidad
de su vida en Nazaret mide la grandeza
de este misterio.
Jesús no eligió el camino fácil de mostrarse como Hijo de Dios antes
de tiempo. En las palabras de S. Pablo:
"No se aferró a su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango y
tomó la condición de esclavo, ha-
ciéndose uno de tantos" Fil 2,6-7.
Jesús siguió el camino de la humildad y
de la pobreza y, sólo cuando el Padre
quiso, abandonó Nazaret para anunciar
la llegada del Reino.
La actitud de Jesús en el momento
de la suprema tentación ("Si eres
Hijo de Dios, sálvate y baja de la
cruz" Mt 27,40) ilumina de forma de-
finitiva su actitud de no abandonar
Nazaret antes de tiempo para mostrar
quién era.
Nuestra tentación
Quien intenta vivir hoy el estilo de vida de Nazaret, se encuentra fre-
cuentemente con la tentación de querer
poner en evidencia lo que vale, de
abandonar la sana tensión existente
entre el ser y aparecer, de dar rienda
suelta a lo más superficial.
En las fases más agudas de esta tentación, propia de Nazaret, se llega
a no ver sentido a una vida así. No se
acierta a entender cómo Dios puede
salvar el mundo a través de los
minúsculos gestos de servicio que pide la
vida de familia, a través del cansancio
de un trabajo monótono y poco bri-
llante, a través de una vida sin
perspectivas amplias, notorias, iluminadoras
para personas o grupos.
Quien vive momentos así, está tentado de escapar de Nazaret para, por
fin-, empezar a hacer algo en la vida,
porque le parece que estar así,
viviendo como en Nazaret, es perder el
tiempo.
El origen de esta tentación puede estar fuera de nosotros, pero lo más
frecuente es que provenga de esa parte
de nosotros mismos aún no redimida que
todos llevamos dentro. En la raíz de
esta tentación hay una falta de con-
fianza en Dios, dueño de nuestra vida,
que sabe, y cómo-, lo que hay que
hacer para salvar al mundo. Nuestra
iniciativa, o nuestra impaciencia, (o
nuestro orgullo) nos lleva a querer
acortar el tiempo de Nazaret, a querer
ver que ya existe el reino de Dios, a
querer mostrar -como le proponía a
Jesús el diablo- que somos hijos de
Dios, por medios muy distintos a los que
él mismo nos propone.
El camino de Nazaret es el camino de la humildad, de la sencillez, de
la vida oscura en familia, del vivir
más que predicar. Nazaret es el tiempo
de vivir lo que más tarde, cuando Dios
quiera y por los medios que Él quiera,
se anunciará. El reinado de Dios en
Nazaret se parece a un tesoro escondido
en el campo; si un hombre lo encuentra
lo vuelve a esconder y de la alegría
va a
vender todo lo que tiene y compra el campo aquel. Mt. 13,44.
TEODORO BERZAL hsf
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