17 de abril de 2022 - DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION – Ciclo C
"Ellos lo habían reconocido al partir
el pan"
Hechos
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: Vosotros conocéis lo
que sucedió en el país de los judíos,
cuando Juan predicaba el bautismo,
aunque la cosa empezó en Galilea. Me
refiero a Jesús de Nazaret, ungido por
Dios por la fuerza del Espíritu Santo,
que pasó haciendo el bien y curando
a los oprimidos por el diablo; porque
Dios estaba con Él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén.
Lo mataron colgándolo de un madero.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos
lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino
a los testigos que Él había designado:
a nosotros, que hemos comido y bebido
con Él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios
lo ha nombrado juez de vivos y muertos.
El testimonio de los profetas es
unánime: que los que creen en Él
reciben, por su nombre, el perdón de los
pecados.
Colosenses 3,1-4
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allí
arriba,
donde está Cristo, sentado a la derecha
de Dios; aspirad a los bienes de
arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra
vida está con Cristo escondida en Dios.
Cuando aparezca Cristo, vida nuestra,
entonces también vosotros apareceréis,
juntamente con Él, en gloria.
Lucas 24,13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la
semana, a una aldea llamada Emaús,
distante unas dos leguas de Jerusalén;
iban comentando todo lo que había
sucedido. Mientras conversaban y discutían,
Jesús en persona se acercó a ellos y se
puso a caminar con ellos. Pero sus
ojos no eran capaces de reconocerlo. El
les dijo:
- ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba
Cleofás, le replicó:
- ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha
pasado allí estos días?
El les preguntó:
- ¿Qué?
Ellos le contestaron:
- Lo de Jesús el Nazareno, que fue profeta poderoso en obras y palabras
ante Dios y todo el pueblo; cómo lo
entregaron los sumos sacerdotes y
nuestros jefes para que lo condenaran a
muerte, y lo crucificaron. Nosotros
esperábamos que Él fuera el futuro
libertador de Israel. Y ya ves, hace dos
días que sucedió esto. Es verdad que
algunas mujeres de nuestro grupo nos han
sobresaltado, pues fueron muy de mañana
al sepulcro, y no encontraron su
cuerpo, e incluso vinieron diciendo que
habían visto una aparición de
ángeles, que les habían dicho que
estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron
también al sepulcro y lo encontraron
como habían dicho las mujeres; pero a
Él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
- ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías
padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que
se refería a Él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante,
pero ellos le apremiaron diciendo:
- Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el
pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo dio. A ellos se les abrieron
los ojos y lo reconocieron. Pero Él
desapareció. Ellos comentaron:
- ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos
explicaba las Escrituras?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros,
que estaban diciendo: Era verdad, ha
resucitado el Señor y se ha aparecido a
Simón. Y ellos contaron lo que les
había pasado por el camino y como lo
habían reconocido al partir el pan.
Comentario
Entre otras experiencias de fe en el Señor resucitado, el evangelio de
hoy nos transmite la de los dos
discípulos que iban a Emaús. Es una expe-
riencia riquísima de contenido porque
convergen en ella la presencia de
Cristo, la memoria de su pasión y
muerte, el resumen de la vida y fama del
resucitado, la explicación e
interpretación de las Escrituras por parte del
mismo Cristo y la fe de los discípulos
que acompaña el gesto de partir el
pan. Esta página del Evangelio recoge
ese ambiente único, repetido otras
muchas veces en el Nuevo Testamento,
del surgir de la fe, de abrir los ojos
a la verdad, del empezar a creer. Es un
momento maravilloso que se recuerda
siempre. En realidad no se acierta a
explicar lo que sucede y algunos deta-
lles aparentemente sin ningún relieve
empiezan a cobrar un significado
importantísimo.
Dejándonos llevar por la experiencia de los dos de Emaús, podemos
nosotros también leer en lo que a ellos
les aconteció, nuestro propio camino
de fe.
En los dos de Emaús se produce ese cambio radical de quien se encuentra
personalmente con Jesús. Del
escepticismo o la desesperanza, pasan a la
ilusión y a
al reconocimiento del Jesús viviente.
De la desvaloración de todas las
pruebas que apuntan hacia la
resurrección, a la aceptación de las mismas y
a la proclamación ante los demás.
Pero este cambio radical no es fruto de un razonamiento, ni siquiera
de la argumentación de Jesús, que
"comenzando por Moisés y siguiendo por los
profetas, les explicó lo que se refería
a Él en toda la Escritura". El cambio
que ocurrió en ellos no tiene una explicación
lógica: primero "estaban en
ascuas mientras les hablaba por el
camino" y luego lo reconocen; es decir,
lo identifican con el crucificado del
que habían hecho la descripción al
desconocido que se les unió en el
camino, al verle partir el pan. "Se les
abrieron los ojos y lo
reconocieron", eso es todo. Como para decir que la fe
es ante todo un don de Dios.
El Dios que se hizo vecino del hombre, acampando entre nosotros en
Jesús, se hace ahora compañero de
camino. Y más que eso, actúa misteriosamen-
te en el corazón del hombre para que
abra los ojos a
camino, Jesús es también, mediante su
Espíritu, el compañero del hombre por
dentro en el viaje que hace de la
increencia a la fe.
La noche de Nazaret
Los evangelios no nos dan noticia de la experiencia de María el día de
activa en la primera comunidad
cristiana en los días de Pentecostés.
Para entender lo que sucedió aquel día lleno de luz, podemos fijarnos
en quienes estaban a su alrededor, pero
podemos también regresar al tiempo
de Nazaret, al tiempo de la noche de
Nazaret para descubrir con más pro-
fundidad el fulgor de la mañana de
abeja fecunda elaboró la cera para
hacer la lámpara preciosa que, aunque
distribuyese su luz, no mengua al
repartirla: Cristo resucitado que al salir
del sepulcro brilla sereno para el
linaje humano y reina glorioso por los
siglos de los siglos (Pregón pascual).
La cera que se derritió en la antorcha
de la cruz para que la luz brillara el
día de la pascua fue elaborada en
Nazaret poco a poco. Este es el sentido
pascual del tiempo de Nazaret.
La fe de María y de José‚ acogiendo al "compañero de camino"
de toda
la humanidad, al "Hijo del
Altísimo", al heredero de David que "reinará para
siempre en la casa de Jacob y su reino
no tendrá fin" (Lc 1,32), al Salvador
colocado como "luz para alumbrar a
las naciones" (Lc 2,32), es el anticipo
de la fe post-pascual de los
discípulos.
El Vaticano II describe así la colaboración de María en la obra de la
redención: "Concibiendo a Cristo,
engendrándolo, alimentándolo, presentándolo
en el templo al Padre, padeciendo con
su hijo mientras Él moría en la cruz,
cooperó de forma del todo singular, por
la obediencia, la fe, la esperanza
y la encendida caridad, en la
restauración de la vida sobrenatural de las
almas. Por tal motivo es nuestra madre
en el orden de la gracia" L.G. 61.
La colaboración inicial, del tiempo de Nazaret, compartida con José‚
se sitúa en la misma línea del momento
culminante de la cruz y de la
resurrección.
El misterio pascual, visto desde Nazaret, da sentido a todo el trabajo
de la noche de Nazaret.
Vivir hoy la Pascua
El misterio pascual es el origen y fundamento de toda fraternidad que
se base en
pascual, porque el asumir el estilo de
vida de Nazaret no es un deseo más o
menos romántico o un modo de querer ser
original. El estilo nazareno de vida
es modo cristiano de ser y como tal
tiene su fundamento en el misterio
pascual de Cristo.
La Pascua nazarena de después de Pentecostés es memoria viva de lo que
sucedió un día en Jerusalén, es
celebración de lo que ocurre hoy entre noso-
tros y es anuncio de lo que un día será
lo que hoy vivimos.
Pero hay un modo nazareno de vivir la Pascua: consiste en volver a
creer como al principio, con toda
sencillez, en reconocer a Cristo en el
gesto humilde de partir el pan, en leer
toda la Escritura como referida a Él,
en aceptar una vida oscura como la del
primer Nazaret sin saber cuando
brillará la luz, en afanarse como María
y José‚ por dar vida y hacer que
crezca el hombre nuevo en nosotros y en
los demás.
La paz y la alegría son los dones pascuales que Cristo ofrece a los
hombres de hoy en cada comunidad que
busca reproducir el modo de vida que
Jesús, María y José llevaron en
Nazaret.
VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf
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