sábado, 28 de mayo de 2022

Ciclo C - Ascensión del Señor

 29 de mayo de 2022 - SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR – Ciclo C

 

                                 "Se separa de ellos y se lo llevaron al cielo"

 

      Hechos 1,1-11

 

      En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue

haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles,

que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les

presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo

y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.

      Una vez que comían juntos les recomendó: No os alejéis de Jerusalén;

aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado.

Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con

Espíritu Santo.

      Ellos lo rodearon preguntándole: Señor, ¿es ahora cuando vas a restau-

rar la soberanía de Israel?

      Jesús contestó: No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas

que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo

descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en

Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo.   

      Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la

vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos

hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí

plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al

cielo, volverá como le habéis visto marcharse.

 

      Efesios 1,17-23

 

      Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé

el espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de

vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama,

cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la

extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la

eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de

entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo

principado, potestad, fuerza y dominación y por encima de todo nombre

conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.

      Y todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre

todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

 

      Lucas 24,46-53

 

      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

      - Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los

muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón

de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

      - Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha

prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza

de lo alto.

      Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo.

      Y mientras los bendecía se separa de ellos (subiendo hacia el cielo).

      Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban en el templo

bendiciendo a Dios.

 

Comentario

 

      La ascensión del Señor es el coronamiento de su misterio pascual. "Pa-

deció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, murió y fue sepultado,

descendió a los infiernos, subió a los cielos y está sentado a la derecha del

padre". Con la ascensión el Señor, que fue humillado, es glorificado.

      Para Jesús no se trata de volver a la misma situación en la que se

encontraba antes de la encarnación. Con su venida a la tierra algo cambió

radicalmente en la historia del hombre y también en la historia de Dios.

      La alegría de los discípulos de que habla Lucas después de decir que

Jesús subió a los cielos, se explica porque fue entonces, después de la

resurrección, cuando los apóstoles empezaron a entender de qué se trataba.

Cristo resucitado "les abrió el entendimiento para que comprendieran las

escrituras" (Lc 24,25) y así empezaron a entender no sólo la ilazón entre los

últimos acontecimientos de su vida en la tierra sino, sobre todo, la conse-

cuencia que de ellos se deriva: "En su nombre se predicar el arrepentimiento

y el perdón de los pecados". Las palabras del resucitado les han hecho caer

en la cuenta de que una era nueva ha comenzado: la era de la predicación y

del testimonio. Y en esta nueva fase de la historia de la salvación ellos

tendrán un papel importantísimo cuando reciban lo que el Padre tiene prome-

tido, es decir, el bautismo en el Espíritu Santo, porque, como decía Juan

Bautista, "Yo os he bautizado con agua, Él os bautizará con Espíritu Santo"

Mc 1,8.

      Los discípulos "se volvieron a Jerusalén llenos de alegría". Lo que

habían recibido y lo que esperaban recibir era mucho más grande que la in-

mensa tarea que les esperaba. Cuando se sabe quién es Jesús, contárselo a

todos no es un peso, sino una inmensa alegría. "Después de hablarles el Señor

Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a

predicar el mensaje por todo las partes y el Señor cooperaba confirmándolo

con las señales que los acompañaban" Mc 16,20.

 

                              Bajó a Nazaret

 

      El Cristo glorioso que sube a los cielos y que los apóstoles de todos

los tiempos proclamarán es el mismo Jesús que "bajó a Nazaret" Lc 2,51.

      Al hacerse hombre, el Hijo de Dios "descendió" y "tomó la condición de

esclavo, haciéndose uno de tantos" Fil 2,7.

      La bajada a Nazaret es un paso más en el camino de descenso y de en-

carnación del Hijo de Dios. Allí vivió "bajo su autoridad" (de María y de

José) preparando de algún modo el paso supremo de la muerte en cruz. "Hijo

y todo como era, sufriendo aprendió a obedecer y, así consumado, se convirtió

en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" Heb 5,8-9.

"Tenia que parecerse en todo a sus hermanos para ser sumo sacerdote compasivo

y fidedigno en lo que toca a Dios y expiar los pecados del pueblo" Heb 2,17.

      Jesús recorrió un largo camino que lo llevó desde el abajamiento de la

encarnación, a la humildad del nacimiento, a la sencillez y anonimato de

Nazaret hasta "la muerte y muerte de cruz". Por eso Dios lo encumbró sobre

todo" Fil 2,8-9.

      Visto desde Nazaret, el triunfo de la ascensión aparece como la vic-

toria de una apuesta: la victoria de Jesús que opta por entregarse totalmente

al hombre, que acepta la humillación y la muerte con tal de que los hombres

tengan vida y vida abundante. "Así tenía que ser nuestro sumo sacerdote" Heb

7,26.

      Desde Nazaret, la ascensión aparece como el coronamiento del misterio

pascual. Es la etapa final del Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto

por nosotros, vencedor de la muerte y del pecado, resucitado de entre los

muertos por el poder del Padre. La ascensión marca el retorno de Jesús junto

al Padre, pero el Jesús que ahora vuelve al seno del Padre es el Jesús

cargado con nuestra experiencia humana con un cuerpo como el nuestro, con una

cultura y una patria, con el polvo en los pies de todos los caminos de la

tierra de Israel, con la amarga experiencia de la cruz.

 

                                En el cielo

 

      Entrando Jesús en el cielo, algo nuestro entró también con Él. Algo de

Nazaret ha entrado en el cielo. "subió a los cielos llevando cautivos, dio

dones a los hombres (Sal 67,19). Ese "subió" supone necesariamente que había

bajado antes a lo profundo de la tierra, y que fue el mismo que bajó quien

subió por encima de los cielos para llenar el universo" Ef 4,8-10.

      En la historia de la salvación sabemos que es una constante la verdad

proclamada por María en su canto: "Derriba del trono a los poderosos y exalta

a los humildes" Lc 1,52. María y José no se limitaron a estar con Jesús en

Nazaret. Se pusieron en la dinámica de fe y de amor que lleva al servicio,

a la entrega de la vida, al trabajo por los demás. Por esto también a ellos

Dios los exaltó. Desde el día de la ascensión empezó a formarse la Sagrada

Familia del cielo.

      La ascensión de Jesús, conmemorada hoy en la Iglesia, es una fuerte

llamada a la esperanza para quien quiere vivir como en Nazaret.

      El creyente que vive en Nazaret sabe que está en una dinámica de amor

y de gracia que lo llevará, si él no la rompe a ser un día parte de la

familia de los hijos de Dios en el cielo.

 

VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf

 

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