sábado, 18 de junio de 2022

Ciclo C - Cuerpo y Sangre

 19 de junio de 2022 - EL SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO – Ciclo C

 

                                        "Dadles de comer vosotros"

 

      Génesis 14,18-20

 

      En aquellos días, Melquisedec, rey de Salem, ofreció pan y vino. Era

sacerdote del Dios Altísimo. Y bendijo a Abrahán diciendo: "Bendito sea

Abrahán de parte del Dios Altísimo, que creó el cielo y la tierra. Y bendito

sea el Dios Altísimo, que ha entregado tus enemigos a tus manos".

      Y Abrahán le dio el diezmo de todo.

 

      Corintios 11,23-26

 

      Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a

mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a

entregarlo, tomó un pan, y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y

dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria

mía". Lo mismo hizo con la copa después de cenar, diciendo: "Esta copa es la

nueva alianza sellada con mi sangre; Haced esto cada vez que bebáis, en

memoria mía". Por eso, cada vez que comáis de este pan y bebáis la copa, pro-

clamáis la muerte del Señor hasta que vuelva.

 

      Lucas 9,11b-17

 

      En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios,

y curó a los que lo necesitaban.

      Caía la tarde y los Doce se le acercaron para decirle:

      - Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor

a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.

      El les contestó:

      - Dadles vosotros de comer.

      Ellos le replicaron:

      - No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a

comprar de comer para todo este gentío. (Porque eran unos cinco mil hombres).

      Jesús dijo a sus discípulos:

      - Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.

      Lo hicieron así y todos se echaron.

      El, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo,

pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos

Para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y

Recogieron las sobras: doce cestos.

 

Comentario

 

      El evangelio de hoy leído en la Iglesia a la luz del misterio pascual

adquiere todo su significado eucarístico.

      Los gestos, los hechos, las palabras de Jesús, de sus apóstoles, de la

gente, vistos en la perspectiva del gran gesto de entrega de Jesús en la

última cena y ratificado en la cruz, tienen toda la fuerza de una profecía

y nos descubre horizontes ilimitados en nuestras celebraciones eucarísticas.

      Jesús habla en primer lugar del reino de Dios a la multitud que lo

sigue y luego cura a los que lo necesitan. Es ya el anuncio de un misterio

más amplio que se desarrollará  en la Iglesia a lo largo de todos los tiempos

a través de la predicación y de los sacramentos y sobre todo a través de la

eucaristía, palabra hecha carne y fármaco de inmortalidad.

      Jesús da el pan a la multitud hambrienta mediante el ministerio de los

apóstoles, sus íntimos colaboradores.

      El pan dado, repartido, comido cada día es el símbolo de la fidelidad

de Dios y de la fidelidad a Dios. El pan, junto con el vino, también cargado

de significado humano, es el signo de otra donación más profunda e íntima que

Cristo se dispone a hacer. "Yo soy el pan de la vida. El que se acerca a mí

no pasará hambre y el que tiene fe en mí no tendrá nunca sed" Jn 6,35. La

autodonación total de Jesús en la última cena y en la cruz está maravillo-

samente simbolizada en esa entrega generosa y abundante del pan a la multitud

hambrienta. Es el gesto típico de Jesús, el que lo define con un solo trazo.

Jesús es, ante todo el que se da.

 

                           Eucaristía y Nazaret

 

      Nazaret nos descubre el aspecto de encarnación que tiene la eucaristía.

El pan de Dios bajado del cielo para dar la vida al mundo se coció en Nazaret.

      "El Verbo se hizo carne" Jn 1,14. De esta forma el Hijo de Dios asumió

la debilidad, impotencia y precariedad del hombre. Al tomar sobre sí el "ser

carnal del hombre" se ha hecho solidario de la humanidad entera. "Ahora el

Verbo forma parte del mundo sensible, limitado, localizado. Habiendo querido

nacer, crecer, morir, participa de la realidad humana sin medias tintas y se

ve implicado en el torbellino de nuestra misma historia" (H. SCHILIER, Le

temps de l'Eglise, París 1961).

      El Verbo hecho carne que habitó entre nosotros es el lugar de la pre-

sencia de Dios y su suprema manifestación. La carne de Jesús es el lugar de

la manifestación de Dios, es la tienda de Dios entre nosotros, pero también

el medio a través del cual aparece su gloria, es decir, su amor salvador. En

la carne de Jesús resplandece la luz del Padre.

      Participar en la eucaristía es participar en el misterio de la carne

del Señor, "vivificado por el Espíritu", y establecer con Dios los mismos

lazos de amor que existen entre el Padre y el Hijo. "Pues sí, os aseguro que

si no coméis la carne y no bebéis la sangre de este Hombre no tendréis vida

en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo

resucitaré en el último día, porque mi carne es verdadera comida y mi sangre

verdadera bebida" Jn 6,53-56.

      Pero la "carne" es no sólo el cuerpo, sino todo el ser humano de Jesús

que se fue formando en Nazaret, es su humanidad hecha de carne y de sangre

y de los demás componentes que forman el ser del hombre. La carne de Jesús

es una carne entregada, sacrificada en la cruz y en el sacramento de la

eucaristía que actualiza aquel momento supremo y todos los otros en que el

hombre Jesús fue formándose.

 

                               Comer el pan

 

      Comer el pan eucarístico es entrar en comunión con Cristo que se hizo

carne para redimir al hombre y que se hace pan para dar la vida al mundo.

      Participar en la eucaristía es meterse en la dinámica encarnatoria de

Cristo. El sentido pleno de comer el pan de la eucaristía es hacernos pan

entregado también nosotros.

      En Nazaret aprendemos cuánto cuesta hacerse pan para los demás. A pri-

mera vista podría parecer sencillo y hasta fácil participar en la eucaristía.

Los largos años de la encarnación de Nazaret nos muestran cómo el hacerse pan

entregado para la vida de todos es un proceso prolongado.

      El sacramento nos da la gracia que significa. Es el momento fuerte de

la acción de Dios. Nos pone en la pista y nos da la forma, nos va modelando

la imagen del Cristo que se da. De parte nuestra, la participación en la

eucaristía es un compromiso de vida que nos lleva a dar todo lo nuestro, a

trabajar por los demás, a crear comunión, a hacernos todo de todos, a

entregar nuestro pan.

 

VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf

 

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