sábado, 11 de junio de 2022

Ciclo C - Santísima Trinidad

 12 de junio de 2022 - SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD - Ciclo C

                   

                   "El Espíritu de la verdad os irá guiando en la verdad toda".

 

Proverbios 8,22-31

 

      Esto dice la Sabiduría de Dios: El Señor me estableció al principio de

sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un principio remotísimo

fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui

engendrada, antes de los manantiales de las aguas.

      Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui en-

gendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones

del orbe.

      Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda

sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura y fijaba las

fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, y las aguas no traspasaban

sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a

Él, como aprendiz; yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su

presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.

 

      Romanos 5,1-5

 

      Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en

paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido

con la fe el acceso a esta gracia en que estamos, y nos gloriamos apoyados en

la esperanza de la gloria de los hijos de Dios. Más aún hasta nos gloriamos

en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia; la

constancia, virtud probada; la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda,

porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones en el Espíritu

Santo que se nos ha dado.

 

      Juan 16,12-15

 

      En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

      - Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas

por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la

verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os

comunicará lo que está por venir.

      El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.

      Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de

lo mío y os lo anunciará.

 

Comentario

 

      En la fiesta de la Santísima Trinidad se lee en la misa una parte de

los discursos de despedida que S. Juan coloca antes de la pasión del Señor.

Jesús predice la situación de los discípulos cuando Él vuelva al Padre y se

produzca la efusión del Espíritu Santo. "Cuando Él venga, el Espíritu de la

verdad, os guiará en la verdad toda". Será, pues, el Espíritu de la verdad

el nuevo maestro-guía de los creyentes en Jesús. "La unción con que Él os

ungió sigue con vosotros y no necesitáis otros maestros" I Jn 2,26.

      Pero no se trata de una nueva enseñanza o de una nueva revelación.

Tampoco se trata de una autorevelación por parte del Espíritu Santo, que "no

habla nunca de sí", como dice Santa Teresa.

      Lo que el Espíritu Santo enseña, o mejor, hacia lo que conduce, es lo

que Jesús había enseñado. No se trata, pues, de nuevos contenidos, sino de

asimilación, profundización, vivencia de lo que Jesús enseñó. Y lo que Jesús

enseñó es "todo lo del Padre", es decir, que Dios, es Padre "amó tanto al

mundo que dio a su hijo único para que tengan vida eterna y no perezca

ninguno de los que creen en Él" Jn. 3,16.

      La tradición cristiana ha reflexionado largamente sobre los textos de

la Biblia referentes a la Trinidad. Ha llegado a formulaciones precisas y

exactas que nos hablan de la profundidad de este misterio. Es bueno leer con

calma de vez en cuando algunas de esas formulaciones antiguas forjadas con

tanto empeño y con tanta fe, viendo en ella más que un afán por la precisión,

el amor de una Iglesia que sabe que en ella todo depende de ese misterio de

amor y que ella misma es "una multitud reunida por la unidad del Padre, del

Hijo y del Espíritu Santo" (San Cipriano) (L.G. 4).

 

 

                        La "trinidad de la tierra"

 

      San Juan Damasceno y otros santos han llamado así a la Sagrada Familia.

      Desde que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, éste lleva den-

tro de sí una vocación a la comunión y al amor. Pero en ningún momento de la

historia se ha realizado tan plenamente esta vocación como en Nazaret cuando

dos personas humanas vivieron en la más estrecha comunión de vida con el Dios

hecho hombre. María y José, entregándose plenamente el uno al otro en

comunión de amor virginal y ofreciéndose ambos enteramente al hijo de Dios

venido a dar la vida por el mundo, son la realización más perfecta en la

tierra de la comunidad de amor que es la Santísima Trinidad.

      Cuando Jesús vino a la tierra, la primera realidad que creó fue una

familia, imagen de la familia divina.

      La familia de Nazaret es la realización más cercana a la comunidad de

comunión que es la Santísima Trinidad. En ambas el valor de la comunión hace

que cada una de las personas tenga (sea) algo que le es propio y al mismo

tiempo está en unidad con las otras. La autodonación al otro no es vacia-

miento sino enriquecimiento de la unidad.

      Como la Trinidad divina, también la de la tierra se abrió a lo que

estaba fuera de su seno, para comunicar la vida que albergaba en sí.

      De este modo la Sagrada Familia, imagen de la Trinidad, es al mismo

tiempo la primera realización de la Iglesia y el modelo de la misma. Como la

Sagrada Familia, toda comunidad cristiana se constituye en comunidad de comu-

nión entorno a Cristo para comunicar al mundo la salvación.

 

                               Inhabitación

 

      En su camino descendente al encuentro del hombre, Dios ha llegado hasta

su interior, hasta lo más profundo del ser del hombre. No se trata ya de la

presencia del creador en la criatura, como la de un artista en su obra, sino

de una presencia personal y viva, íntima y real de las tres divinas personas

en quien ha sido bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu

Santo.

      Visto desde fuera, el misterio de la inhabitación de las tres divinas

personas en el bautizado, aparece como algo oscuro, difícil de analizar,

imposible de ser contemplado con claridad. De manera muy distinta se expresan

quienes tienen una experiencia auténtica de vida cristiana. Oigamos, por

ejemplo a Santa Teresa: "Y metida en aquella morada, por visión intelectual,

por cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima

Trinidad, todas tres personas, como una inflamación que primero viene a su

espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas personas

distintas, y por una noticia admirable que se da al alma entiende con

grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber

y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el

alma, podemos decir, por vista" Moradas séptimas cap I,6.

      Para el cristiano vivir este misterio es fundamental: da razón de la

unidad de su persona, del realismo de su oración, del dinamismo de su vida

espiritual, de la dignidad de toda persona.

      Viviendo en Nazaret se aprende que vivir con Dios dentro de uno mismo,

tener a Dios en la propia casa, no sólo es posible, sino el principio y la

razón de toda la vida.

 

VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf

 

 

 

 

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